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Editorial
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11 Agosto de 2019 08.00

Qué deja en el debe y qué en el haber el balance la gestión ecónomica de Macri.

En menos de cuatro meses, con cualquiera sea el que resulte ganador

de las próximas elecciones, se habrá acabado el primer, y tal vez único,

mandato de Mauricio Macri. Como corresponde a todo fin de una etapa, es válido

hacer un balance. No es nada original el planteo pero, en los tiempos de

campaña que corren, hacer el intento de pasar en limpio la hoja del debe y el

haber de la actual gestión en materia económica, sin las previsibles chicanas

preelectorales, puede resultar un ejercicio interesante.

Lo primero que surge con apenas sobrevolar los datos duros, es que el primer saldo es negativo. Todos los indicadores de coyuntura son de malos a peor. Principalmente el de pobreza que pasó en doce meses del menor nivel en más de 20 años (25,7% increíblemente también logrado durante la actual gestión, en 2017) al más alto en la última década. Ese dato sintetiza la caída de la actividad económica, el aumento del desempleo y la aceleración de la inflación: el próximo gobierno probablemente recibirá una economía saliendo tímidamente de una recesión tras caer 4% respecto al pico de 2017, con 40% de inflación anual, más de 10% de desempleo y 35% de pobres.

Recibirá también cuentas fiscales más ordenadas pero tremendamente presionadas por el volumen de la deuda. En ese sentido, es razonable incluir en el debe la necesidad de rediscutir los plazos de pago con el FMI, acreedor del 15% de esa deuda, para oxigenar las posibilidades de pago y/o refinanciación de los poco más de U$S 115.000 millones en títulos públicos (35% de la deuda total), en manos de acreedores privados. Claro que eso dependerá, en gran medida, del enfoque y la habilidad de gestión de quien asuma en diciembre.

El resumen del debe, tal vez incompleto, es contundente y fundamenta la definición de fracaso económico cuando se habla de la gestión de los últimos 4 años. En la columna del haber ¿hay algó

Tal vez lo primero que se debería mencionar es la reconstrucción del INDEC que hace, precisamente, que hoy se pueda medir con datos ciertos, en los que cree hasta Alberto Fernández (aunque es verdad que a Axel Kicillof parecen no convencerle tanto), la herencia económica de Macri. Se sabe cuál es el nivel de inflación y en cuántos pobres se cuenta el drama de la crisis. Conocer la realidad nunca es un dato menor.

Respecto a variables concretas, un trabajo reciente del banco Santander las sintetizó de la siguiente manera: hay un tipo de cambio más competitivo, menor déficit externo y corrección de precios relativos (tarifas). Suma la entidad el ítem “energía”. Pues bien, en la columna del haber se suma un concepto paragüas que el economista Juan Carlos De Pablo denominaría “la recomposición de stocks”. Lisa y llanamente, en la herencia también entra el gas, cuya producción está en los niveles más altos desde hace más de 10 años gracias a las inversiones en Vaca Muerta, el trigo, el maíz y hasta las vacas. Todos stocks que durante muchos años los argentinos nos habíamos consumido. Junto con las reservas del Banco Central.

Hoy esas reservas están en un nivel lejos de ser óptimo si no se cuentan los dólares aportados por el Fondo Monetario, pero las arcas no están vacías (hay como mínimo U$S 11.000 a U$S 17.000 millones de libre disponibilidad) y tampoco hay cepo que levantar . Otra vez, cómo se resolverá la política monetaria, que tiene en las Leliq un desafío no menor, dependerá del abordaje y capacidad del próximo gobierno.

En esta columna, la del haber, cualquier funcionario macrista agegaría “las obras” y, aun sin certificar la cantidad de kilómetros de rutas y autopistas construidas seguramente exagerada que declaman los oficialistas, habría que reconocerle el punto. Después de todo, también por algo ganaron la elección de medio término hace dos años.

A discutir en la sucesión también quedará, finalmente, el resultado de aquellas políticas que dejan ganadores y perdedores como la mayor apertura comercial (aunque Argentina siga siendo de los países más cerrados del mundo), la por momentos tormentosa reinserción en el mercado de capitales internacional y la “vuelta al mundo” en términos institucionales y políticos, que hoy le vale al Gobierno un sólido apoyo internacional.

No es la intención de esta columna dar un veredicto final

sobre el peso de la herencia, ni mucho menos, cuál es peor que otra. Ésa es, en

definitiva, la tarea de quien las lee.

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