Entender la economía no es chiste
Diana Mondino Economista de la Universidad CEMA
Diana Mondino Economista de la Universidad CEMA
En Kilkenny, Irlanda se lleva a cabo el Festival de Kilkenomics, que se autodenomina el primer festival (agrego: y único) de economía y comedia. Será entre el 4 y 7 de noviembre de 2021 y es un encuentro cómico con economistas, o de economistas que hacen bromas o de cómicos que hacen bromas sobre economía.
Se reúnen allí grandes economistas, analistas financieros y excelentes comediantes. Las bromas las hacen todos, a expensas de sí mismos y de la economía. Grandes figuras y no tanto discuten, analizan, proponen, y en definitiva se divierten.
Irlanda tiene una tradición de logros encontrando oportunidades. Además de organizar Festivales en temas insólitos, otro ejemplo es la simple idea de mantener bajos impuestos a las ganancias de las empresas que cumplan ciertos requisitos muy específicos. De esa manera atraen empresas y talento y generan empleos. Fue una de las claves para salir de la tremenda crisis que sufrieron en 2008. Entienden cómo funciona la economía.
Otra forma de entender la economía y que, aunque parezca serio no deja de ser una broma, circula por internet y es atribuida a un alto funcionario de un banco europeo. No sé si es verdad la cita o no, pero sirve para mostrar cómo el humor puede ayudar a entender la economía.
Esta es la cita completa: "Un ciclista es un desastre para la economía del país: no compra un automóvil y no toma un préstamo para un automóvil, no compra un seguro de automóvil, no compra combustible, No envía su automóvil para servicio y reparaciones No usa estacionamiento pagado. No causa accidentes graves. No requiere autopistas de varios carriles. No se vuelve obeso. Sí, ¡y bueno, maldición! Las personas sanas no son necesarias para la economía. No compran drogas. No van a hospitales y médicos. No agregan nada al PIB del país. Por el contrario, cada nueva tienda McDonald crea al menos 30 empleos: 10 cardiólogos, 10 dentistas, 10 expertos en pérdida de peso, aparte de las personas que trabajan en McDonald. Elija sabiamente: ¿un ciclista o un McDonald? Vale la pena pensar. Caminar es aún peor. Ni siquiera compran una bicicleta”.
Estoy segura que usted estimado lector, se ha dado cuenta de la falacia y que es un razonamiento incorrecto. O una broma. Sabemos que la economía es la ciencia que estudia el intercambio de las personas y cómo lograr los objetivos con el menor uso de recursos escasos.
Si nadie intercambia nada, estaríamos en la Edad de Piedra. El ciclista del cuento sólo puede comprar pocas cosas cada vez, y cerca de su casa. Su tiempo vale poco porque tarda mucho en llegar a todos lados y puede hacer pocas actividades, por lo que sus ingresos son muy bajos. Asimismo, hasta él pueden llegar pocos bienes y servicios, todo tiene que estar cerca y nadie puede especializarse porque tiene pocos clientes cercanos potenciales.
Por el contrario, el comentario sobre la hamburguesería es una exageración que implica que con simplemente los clientes de un local hay suficiente trabajo para múltiples especialistas y no menciona a los que proveen la carne, el pan o los uniformes.
Si todos dependemos sólo de nuestros esfuerzos o el de nuestra comunidad cercana, difícilmente podamos tener acceso a muchas oportunidades. Aunque más no sea por cuestiones climáticas, no habrá alimentos todo el tiempo. No puede haber especialización ni eficiencia. Es por eso que el crecimiento del comercio exterior con otros países es vital para el desarrollo.
De los intercambios entre personas surge la posibilidad de mejorar nuestra calidad de vida. Puede haber científicos y artistas y comerciantes y muchas actividades más, todas especializadas en lograr un cierto objetivo, que intercambiarán con otras personas. Así se genera un muy complejo tejido social con resultados económicos positivos.
Esa es la forma de entender la economía. Por eso es importante que haya la menor cantidad de restricciones a las actividades. En un extremo, no tiene sentido obligar a un violinista a ser agricultor o a coser sus propios zapatos.
Sin embargo, es lo que ocurre cuando se propone comprar sólo elementos hechos en Argentina ya que no tenemos de todo, o no permitimos vender lo que sí tenemos. Si se excede un ámbito legal razonable y se restringe cuando y en qué y a qué precio se puede o no trabajar o comerciar, lo único que hace es quitar oportunidades y calidad de vida a todos, no sólo a quien debe obedecer la regulación. Eso demuestra que no se entiende la economía.
Estamos acostumbrados a escuchar ministros que trabajan intensamente para contener el dólar o la inflación, sin al mismo tiempo permitir que la gente pueda trabajar libremente. Si hay menos producción u oportunidades de intercambio, la oferta está restringida.
Así, los precios suben. El esfuerzo que hay que hacer para comprar lo poco disponible se manifiesta en precios más altos. Obligar a precios o cantidades bajas es lo mismo que restringir la Oferta.
Al fin y al cabo, eso son los “Precios Cuidados” o las prohibiciones de exportaciones o cupos a importaciones u horarios y días de poder atender un restaurante. Por supuesto que puede haber muy buenas razones para esas decisiones y regulaciones, pero el resultado es inexorable: menos oferta.
Es indispensable entender las consecuencias económicas de las decisiones políticas.
Pensemos siempre cuales son las consecuencias económicas de las decisiones a nivel país y en cada familia y empresa. Por más que se planteen grandes objetivos y se diga que toda nueva medida tiene un loable fin, tenemos que ver si no tendrá efectos colaterales negativos.
Los que toman decisiones simplemente hablan, pero los que ejecutamos, realizamos y asumimos las consecuencias somos todos. Hablar es gratis, ya que la oferta excede a la demanda. Ese es un típico chiste de economistas. Para conducir un país, hay que dejar los chistes para el Festival de Kilkenomics y trabajar en serio.