Las empresas son parte del sistema. Los emprendedores quieren cambiar el sistema. Las empresas explotan a la gente, los emprendedores dan oportunidades. Las empresas solo se comprometen con la plata; los emprendedores, con las personas. Un empresario es un burgués que está cómodo, y un emprendedor es un soñador que quiere cambiar el mundo. Los empresarios usan traje y zapatos, los emprendedores usan remera y zapatillas.
¿Un pago para todos?
Siempre me llamó la atención por qué los empresarios tienen tanta mala fama. Se los describe como gente fría, calculadora, que solo les interesa el dinero, que no cuidan el medioambiente y no tienen sensibilidad social. Claramente este es un estereotipo, pero, como todo estereotipo, refleja una historia. Los emprendedores, por otro lado, están bien vistos, incluso los que llegan a armar grandes empresas; aunque lleguen a ser CEO de grandes empresas multina-cionales, se los sigue presentando como emprendedores.
Entonces, parecería que una cosa es ser empresario y otra ser emprendedor. Pero un emprendedor ¿no sueña con armar una gran empresa, no sueña con ser empresario? Muchos emprendedores tienen como parámetro de éxito ser comprados por una gran empresa. Entonces, ¿por qué, si hay una delgada línea en la distinción, es tan gruesa para la sociedad, para el público que mira desde afuera?
Las frases del comienzo de esta nota son algunas de las que me han contestado personas (de 11 a 75 años) cuando les pregunté la diferencia entre un empresario y un emprendedor. Si nos fijamos en estas descripciones simples, en esas palabras, podríamos pensar a dónde nos llevan, qué emociones nos generan esas frases, con cuáles nos identificamos más. Necesitamos categorías para pensar, pero esas categorías tienen raíces emocionalesy cognitivas profundas que construyen a su vez la realidad.
Para decirlo en términos más abstractos, las categorías tienen poderes causales, son performativas. O, para decirlo en términos más llanos, hazte fama y échate a dormir; o podríamos también decir: construye modelos mentales y se autoreproducirán (también mientras dormís). Como las categorías no nacen de un repollo, y hay causalidades históricas, podríamos pensar qué hace (y ha hecho) un empresario y qué hace (y ha hecho) un emprendedor para ganarse ese lugar. Sumemos a la conversación a los nuevos modelos de organización (híbridos por naturaleza, liderados por emprendedores sociales): empresas B, empresas de triple resultado, empresas con propósito, organizaciones de innovación de impacto.
Todas estas realidades son dimensiones que giran alrededor de un mismo fenómeno. El fenómeno de crear valor, de hacer algo que alguien está dispuesto a comprar o consumir, de hacer algo donde la gente pueda trabajar y desarrollarse, de hacer algo que pague impuestos, de hacer algo que mejore la vida de los demás, de hacer algo cuidando el medioambiente. De hacer algo. De generar comienzos.
Un estudio publicado por el INSEAD concluyó que hay distintos dominios de una actividad económica (ver cuadro) de acuerdo a si crean valor o si se apropian de él. De acuerdo a si abren nuevos comienzos, a si dan posibilidades o las cierran. No toda la realidad se divide en cuatro cajas, hay múltiples gradientes que recorren ambas coordenadas del la figura. Retomando, con estos nuevos lentes, nuestro hilo anterior, podríamos pensar que la mala fama del empresario es porque se lo percibe como alguien que crea poco valor y que se apropia de mucho valor, aunque también podría ser visto como alguien que crea mucho valor, pero se quiere apropiar de todo el valor que crea.
Esta podría ser una de las razones para cobrar altos impuestos a los que crean valor, suponiendo que se lo van a apropiar todo si no se lo saco a tiempo. Pero, si elevamos la mirada, podríamos ver cómo las empresas que crean mucho valor lo van distribuyendo en el proceso. La ganancia final, medida en términos monetarios, es solo una pequeña parte, una consecuencia de un proceso más largo y complejo.
Solo pensemos por la negativa lo que sucede cuando una empresa cierra, la cantidad de bienes que dejan de percibir diversos actores sociales en toda la cadena, y la plata que deja de ganar la empresa es solo uno de esos bienes. Entender sistémicamente lo que hace una empresa en la sociedad es poder entender todos los bienes que produce y distribuye con el solo hecho de ser empresa. De hacer algo, de crear algo.
Según este modelo, un emprendedor social, que pone el foco más en crear valor que en apropiárselo, podría ser la otra punta del modelo. Como dijimos antes, los modelos híbridos están intentando romper con estas cajas, proponiendo modelos de alta creación de valor y baja apropiación, o proponiendo modelos de alta creación y alta apropiación, pero con mucho derrame de valor en el proceso. Claramente esto cambia el foco de cómo mido el éxito de mi organización: ¿lo mido al final, cuando hago los números y tengo que distribuir ganancias o dividendos, o lo hago en el proceso de creación y distribución de valor?
Generar una organización que da trabajo a personas en contextos de vulnerabilidad, o que da oportunidades de trabajo a personas con discapacidad, pero que también da un excelente servicio al cliente y paga a tiempo a sus proveedores: cómo mide su creación de valor. La realidad de una organización es suficientemente rica y compleja como para solo medirla por la dimensión económica. Se queda corta.
En estos días, veo muchas organizaciones esperando la nueva normalidad, viendo cuándo todo esto va a pasar, intentando entender qué va a cambiar. Me gustaría ver más organizaciones creando la nueva normalidad, poniendo bases para aprovechar oportunidades, pensando cómo crear y distribuir más valor con modelos sustentables. Cuánto nos estamos animando a realmente innovar en nuestros modelos de negocios, a pensar como emprendedores a nuestra organización. No sé si el mundo se va a resetear, si todo va a cambiar, pero claramente hay una oportunidad, hay nuevos hábitos, nuevas ideas, nuevas tecnologías que abren nuevos mundos, nuevos comienzos.
Los empresarios (y emprendedores) tienen que ser conscientes de todo el valor que crean en sus procesos (siendo autocríticos de todo el valor que han destruido a lo largo de los años por no mirar las externalidades negativas) para poder sumarse a la nueva normalidad con nuevas categorías que les permitan posicionarse en otro lugar: el de los que crean nuevos comienzos, nuevas oportunidades.