Hace un año, nos quedamos en casa. Casi sin casos en todo el país, nos sumergíamos en el segundo mes de una cuarentena estricta, con uno de los mayores
acatamientos del mundo según los índices de movilidad brindados por telefónicas y por Google. Se naturalizaba el encierro a los niños, que pasaron al menos tres meses sin poder salir de sus casas. Y las desinfecciones compulsivas e inútiles con alcohol en gel a ropa o alimentos.
El sistema de salud ya se había reforzado hasta lo posible con la compra de respiradores pero, sobre todo, con la suspensión de toda cirugía que no fuera de extrema urgencia. La subjetividad de ese criterio provocó fallecimientos adicionales en pacientes cuyas patologías no fueron tratadas o descubiertas a tiempo: solo importaba
el COVID. La cuarentena se extendió con severas restricciones hasta que la necesidad económica, psicológica y social provocó su flexibilización de hecho
en la primavera, en el pico de casos.
En la segunda ola, la Ciudad de Buenos Aires, en contraste con la Provincia, adoptó la experiencia europea de privilegiar las escuelas abiertas. El gran problema del gobernador Kicillof e incluso de la Casa Rosada es no haber incorporado, desde el primer día, expertos que aportaran otras miradas en base a la evidencia empírica y científica publicada en todo el mundo.
Es lamentable que la miopía de la grieta haya impedido a ciertos líderes nutrirse no solo de aquellos científicos que comparten su cosmovisión, sino también de quienes podían brindar otras alternativas. Y así se llegó primero a la Corte Suprema y, ante el fallo, al nuevo intento de superpoderes vía el Senado. Algunos de los espejismos en la toma decisiones merecen ser enumerados:
- La curva de casos en CABA y GBA no se modificó pese a que uno mantuvo
la presencialidad y otros la suspendieron. - La suspensión de clases en GBA tampoco disminuyó signficativamente
el tránsito.
En otros aspectos:
- Juan Domingo Biden, como lo bautizó el presidente Fernández, puede
aplicar medidas keynesianas porque es el presidente de los Estados Unidos
de América: cualquier comparación y fantasía de ejecutar las mismas políticas
económicas en un país devastado y sin financiamiento como la Argentina
podría generar consecuencias aún más graves.
- No, el milagro portugués no consistió en un acto de rebeldía frente al
FMI sino en un ajuste fiscal que incluyó un -12,8% de los costos laborales, y
un recorte del gasto público del 10% al 15% del PIB. No fue magia.
Así como recordaba al inicio nuestro status de parálisis a mayo de 2020, resulta inimaginable el escenario a mayo de 2022. Ya habrán pasado las elecciones
de medio término y, posiblemente, la pandemia. Resulta imposible predecir cómo estará la economía, en un escenario tan frágil en el que completar el 2021 con una inflación que no supere el 40% sería un éxito.
Sí es cierto que, para entonces, el Gobierno iniciará su sprint final de año y medio de mandato. El tiempo dirá si el Presidente podrá, querrá o sabrá dejar una huella propia o si solo habrá sido la continuidad más opaca del kirchnerismo.