Desde que se conoció la crisis de Carrefour por su presentación ante el Ministerio de Trabajo, la cadena de supermercados se convirtió en el emblema de lo difícil que puede ser hacer negocios en la Argentina. Alta presión impositiva y tasa de evasión, costos logísticos elevados, clásica tensión gremial y un contexto económico cambiante que permite sobrevivir sólo a los más aptos. El margen de error se achica y la falta de reflejos o una mala decisión empresarial ?de inversión, comercialización e incluso de marketing- puede resultar de tropezón en caída letal. Como se suele decir de Brasil, la Argentina tampoco es para principiantes.
Lo cierto es que la crisis de Carrefour no es solo local. Mejor dicho, Carrefour también tiene una crisis global, en el marco de la cual promueve una fuerte reestructuración de su modelo de negocios, que implicará un enorme recorte de puestos de trabajo en Europa y que no deja espacio para que, desde un país en la otra punta del mundo se reporten fuertes pérdidas económicas. No está tan claro, sin embargo, que las situaciones de crisis de acá y de allá estén vinculadas más allá del cambio de hábito de los consumidores, que se alejan de los hipermercados y se vuelcan al negocio de la vuelta de la esquina o, mejor aún, del escritorio donde está la computadora. En todo caso, el escenario que vive la cadena en su lugar de origen es mucho más preocupante y complejo que el de un ajuste por una caída del consumo. Más temprano que tarde, también en la Argentina, no sólo Carrefour sino toda la economía, se irá enfrentando a dilemas similares que ponen en jaque el nivel de empleo.
El de la cadena francesa es un caso que lo expone claramente: el 23 de enero, su titular Alex Bompard, anunció en Francia el nuevo norte de la compañía: el e-commerce. Tras meses de rumores de que Amazon compraría Carrefour para entrar a Europa, la compañía de supermercados presentó su plan imitar el modelo de negocios del gigante de Jeff Bezos con Whole Foods. La meta es sextuplicar las ventas online en los próximos 5 años e implicará una inversión cercana a los US$ 2.500 millones en tecnología. La contrapartida será un ahorro en al menos 2.800 puestos de trabajo. Y eso que el plan por ahora no incluye el formato de pago virtual estilo AmazonGo.
Decisiones de este tipo, basadas en definitiva en el impacto de las nuevas tecnologías, explican en parte el alto nivel de desempleo que registran muchos países europeos (Francia con 9%, Italia con 11% o España con 16%), que no pueden terminar de digerir el impacto de la crisis hipotecaria de 2008 en la medida que las habilidades que ahora se requieren son muy diferentes a las necesarias en los viejos empleos. Desde este extremo del planeta, la pregunta no es nueva pero sigue siendo acuciante: ¿podrá la Argentina bajar realmente su tasa de desempleo cuando es cada vez mayor el nivel de calificación necesario o, como mínimo, muy diferente para ingresar al mercado laboral? La búsqueda de respuesta genera angustia porque, en definitiva, logarlo no depende sólo del crecimiento económico sino también de la educación. En un país en el que menos de la mitad de los adolescentes que estudian logra terminar la secundaria, mantener el ritmo del avance tecnológico sin generar cada vez más excluidos se asoma como un desafío inconmensurable.