Una copa de vino en Buenos Aires: cuáles son las propuestas enoturísticas en suelo bonaerense
La provincia bonaerense tiene cada vez más opciones para visitar bodegas. Cuatro opciones para aprovechar.

Una copa de buen vino en la mano y un viñedo como horizonte: así se dibuja el paraíso para muchos. Claro que, hasta hace poco, ese escenario se alzaba como recompensa después de un viaje largo en auto o de alguna turbulencia en el aire, pero ahora se puede disfrutar casi en el mismo abrir y cerrar de ojos que demanda imaginarlo, ya que los viñedos se integraron al paisaje citadino bonaerense.

Las olas, el viento y el vino: Costa & Pampa, Chapadmalal

Visitar un viñedo con las ojotas puestas no es aconsejable pero sí posible, ya que solo 6 kilómetros de distancia separan una cerveza en la playa de una caminata entre vides. La posibilidad existe en tierras bonaerenses desde que Costa & Pampa se instaló en Chapadmalal para crear una bodega experimental, dado que en ese entonces no había proyectos similares en el país. Desembarcaron en 2009, pero hubo que esperar hasta 2014 para la primera cosecha y un año más para la apertura de las propuestas enoturísticas. 

El bosque, un clásico en las postales de la costa atlántica argentina, se impone, lo que le da una impronta muy diferente al paisaje vitivinícola; desde el viñedo se observan los árboles frondosos que forman un manto de sombra para disfrutar de picnics regados de buen vino durante la temporada primavera verano. Y si tirarse en una lona al mejor estilo campiña francesa suena a desafío corporal más que a premio, la propuesta gastronómica también se puede disfrutar en una de las mesas o livings que hay en el predio.

 

Claro que visitar una bodega siempre tiene un carácter formativo, pero Costa & Pampa ofrece una oportunidad única en este sentido: la de explorar el concepto de vinos oceánicos, algo muy común en otras latitudes vitivinícolas e inusual por estos pagos. De hecho, la influencia del mar ya se deja ver en la elección de los cepajes que trabajan, con el Albariño como su vino más famoso. "El día que, junto a Daniel Pi y a Marcelo Belmonte, definimos qué variedades traer a Chapadmalal, pensamos en el Albariño para poder acompañar los pescados locales, como hacen en Galicia, y esa fue una de las decisiones vitícolas más acertadas que hemos tomado", señala Ezequiel Ortego, enólogo de Costa & Pampa. En esa línea de vinos amigos del clima oceánico, están haciendo ensayos con la Mencía, variedad tinta de la zona de Galicia, que tendrá su primera cosecha chapadmalense en 2026.

Las actividades turísticas se completan con visitas guiadas a la bodega, recorridas por el viñedo y degustaciones. Dato de color: la visita tiene un plus para quienes vienen desde el centro de Mar del Plata, porque en el camino que conduce a la bodega hay una plantación de girasoles que pide bajarse y tirar fotos para las redes sociales.

Enoturismo en autopista: Bodega Gamboa, Cardales

Bodega Gamboa lleva al extremo el concepto de viñedo bonaerense, ya que se alza a pocos metros de uno de los símbolos de la zona norte del Gran Buenos Aires: la Autopista Panamericana. A la altura del km 65.5 de esa arteria, hay que tomar la salida y hacer unos 2.000 metros hasta encontrarse con un paisaje que descoloca: 6 hectáreas de viñedos en la localidad de Campana.

Para admirar esa visual, nada mejor que visitar el restaurant de la bodega y elegir una de sus mesas exteriores, en la galería, a pasos de las vides. El chef Edward Holloway -responsable también de la propuesta gastronómica de varias bodegas mendocinas, como Casa Agostino y Alfa Crux, entre otras- diseñó un menú maridado estilo banquete: cuatro tiempos con platos pensados para compartir.

 

Para los interesados en adentrarse en el mundo de la elaboración, ofrecen una visita guiada con degustación; la propuesta está disponible de jueves a domingos en tres horarios: de 11 a 12.30, de 14 a 15.30 y de 16 a 17.30. Claro que se puede combinar con el almuerzo y hacen un plan de todo el día.

Con la llegada de Bodega Gamboa, Buenos Aires se reencontró con parte de su historia, ya que, según informa el Censo Nacional de Viñedos realizado en agosto de 1936, la provincia tenía 2.149 mil hectáreas plantadas con vides. Luego, la ley nacional de vinos obligó a los productores a levantarlas para concentrar la industria vitivinícola en la zona de Cuyo.

 

La iniciativa de Gamboa logró revivir esta tradición y su espíritu innovador cosecha reconocimientos: su Pinot Noir 2022 acaba de ser reconocido con 94 puntos por parte del Master of Wine británico Tim Atkin. Otro motivo para ir a brindar.

Un vino en las sierras: Cordón Blanco, Tandil

Matías, Valeria y Mariano Lucas soñaban con armar un proyecto vitivinícola en Tandil, la tierra que había visto crecer a estos hermanos. Pero lo cierto es que no había antecedentes de viñedos en esa localidad. Su sueño se alimentaba con los análisis de suelo y de clima, que confirmaban que las condiciones eran similares a las de otras zonas vitivinícolas del mundo. La disyuntiva era seguir los datos y probar suerte o quedarse con la duda, así que se animaron y en 2008 plantaron el primer viñedo e inauguraron Cordón Blanco.

Al poco tiempo, turistas y vecinos empezaron a interesarse por el proyecto, y entonces abrieron el área de enoturismo, donde hoy ofrecen visitas grupales una o dos veces por semana. "La visita tiene bastante trascendencia no por la infraestructura, ya que la bodega es pequeña, sino por la calidad humana: atendemos nosotros, los propios dueños, y eso hace que le dediquemos tiempo a cada persona que viene", asegura Matías.

 

En época de vendimia invitan a la comunidad a participar, ya que faltan manos para levantar la uva y un día más en la planta puede alterar el resultado de la cosecha. Los interesados en participar deben estar atentos sobre todo a partir de febrero, cuando las vides entran en tiempo de descuento.

Por ahora no tienen restaurant, pero con el nutrido mapa gastronómico que ofrece Tandil bien vale pasar por la tienda de la bodega, comprar un vino y descorcharlo en alguna de las preciadas mesas de esa ciudad.

Visita, copa en mano, a una de las mejores villas turísticas del mundo: Bodega Saldungaray, Saldungaray

Saldungaray se la cree y tiene con qué: esta localidad, perteneciente al Sistema Serrano de Ventanía, acaba de postularse en la competencia anual de la Organización Mundial del Turismo (OMT) para obtener el título a la mejor Villa Turística del mundo. Buena razón para recorrer los 574 kilómetros que la separan de CABA.

El pueblo conjuga perlas arquitectónicas, como la estación de tren de estilo Tudor o el cementerio Art Decó, con paisajes naturales, y también tiene una bodega del mismo nombre. Se trata de un proyecto familiar que vio la luz a poco de comenzar el nuevo siglo. "Mis padres, ambos ingenieros agrónomos, encontraron rápidamente la conexión entre las características del Sistema Serrano de Ventania y muchas otras zonas del mundo donde se hace vitivinicultura. Esto disparó estudiar mejor el lugar y nos propusieron a nosotros, sus hijos, el desarrollo del proyecto", cuenta Manuela Parra, una de las fundadoras.

 

Ofrecen visitas guiadas de jueves a domingos, y también los feriados. Allí se recorre la bodega y luego se pasa a un salón vidriado, la sala de cata, desde donde se puede observar el viñedo y sus particularidades (sistema de riego, sistema de conducción). Los viernes y domingos se realizan catas dirigidas por una sommelier, se degustan tres vinos -actualmente hay siete en el portfolio- y se ponen a prueba los sentidos con ejercicios de maridaje.

La bodega está en pleno centro, a solo 700 metros de la estación de ferrocarril, y a diez minutos en auto desde la vecina Sierra de la Ventana.