Legado, tradición, calidad y experiencia son algunos de los atributos de Sastrería González (GNZ), un negocio casi centenario que, a contramano de lo que sucede con muchas marcas en Argentina, vivió un renacer en los últimos años, de la mano de Nicolás y Alejandro Pernas, quienes hoy están al frente de la empresa. Coco y Nito González fueron los fundadores originales de esta marca, que tuvo su época dorada en los 60 y 70. Su slogan, en ese entonces, era "la etiqueta que identifica".
Los clientes de la sastrería eran también habitúes del recordado Petit Café. Alejandro y su padre fueron quienes, en 1999, la compraron. La conocían en profundidad, ya que tenían experiencia en la industria textil y, de hecho, eran proveedores de la empresa. El padre de Alejandro era vendedor de Modart, una tienda departamental, y esa experiencia lo motivó a abrir su propio local, donde su esposa se encargaba de las composturas. Alejandro, que estaba cursando la carrera de Ingeniería Electromecánica, se sumó al negocio familiar y nunca más lo abandonó. Emprendedor nato, aprendió del oficio trabajando: de hecho, compraba telas y hacía las molderías.
Con el tiempo, el negocio familiar se fue expandiendo y hoy, entre todos los miembros que participan, se destaca Nicolás, de 27 años, quien se desempeña como director ejecutivo. En un sector tan competitivo y complejo como el de la moda, GNZ apuesta a seguir creciendo. Algunos de sus diferenciales son, a través de la experiencia de compra, destacarse en la calidad de la materia prima, el diseño, la investigación, la inspiración y la impronta propia.
El de la sastrería es un negocio cuyo modelo varió en los últimos años, impulsado por los cambios en los usos y costumbres. Así, por ejemplo, según gráfica Nicolás, las mismas 5.000 prendas que antes se consumían entre cuatro locales hoy se distribuyen en 14. Esto fue, de hecho, lo que llevó a los primeros fundadores de González a desprenderse de la marca. "Era sastrería y camisas, nosotros después le sumamos el desarrollo de la línea Sport".
Tienen una fábrica de tres pisos en Parque Chacabuco, en la que Alejandro siempre reinvirtió en máquinas y tecnología, con la industria italiana como ejemplo a seguir. "Me saco el sombrero porque después de recorrer fábricas en Italia me di cuenta de que no tenemos nada que envidiarles en cuanto a tecnología y confección", dice Nicolás. En la fábrica, hacen pantalones, sacos, camisas y cazadoras o camperas. También están sumando la producción de remeras, con foco en cantidades más limitadas de tela. GNZ produce 160 sacos y 120 pantalones por día en su fábrica. Y postpandemia incorporó camisas: empezó haciendo 17 por día y hoy son 70.
Hoy, GNZ tiene dos puntos de venta en Rosario, uno en Santiago del Estero, y varios en Buenos Aires, como Cabildo, Asamblea, Colegiales, Unicenter, Galerías Pacífico, Patio Bullrich y las últimas dos aperturas, que fueron en Nordelta y Alcorta Shopping. En este último, de hecho, aprovecharon para presentar la nueva imagen de la compañía. "Seguimos apostando a pesar de la recesión", dice Nicolás.
Dentro de las novedades implementadas en los últimos años, hace dos temporadas y media, GNZ sumó una línea femenina, que incluye sastrería, camperas de cuero, sobretodos de cashmere, camisas y vestidos, por ejemplo, de lino. "La idea surgió de escuchar a nuestros clientes. Venía el hombre a probarse, acompañado de la mujer, que muchas veces se terminaba probando y llevándose un saco de hombre. Empezamos con una cápsula chica de verano que se agotó y este invierno los sobretodos de cashmere fueron furor. Se vendieron todos y tuvimos que hacer más a pedido", cuenta Nicolás.
"Nos basamos en el hombre y la mujer italianos, que es lo que marca la moda hoy. En la última feria, Petti Uomo, hicimos una alianza con Tombolini para traer sus productos a la Argentina con la etiqueta Tombolini for GNZ", explica Nicolás. Y agrega: "Somos, además, la única industria que produce en Argentina a gran escala, Loro Piana, al igual que Zegna".
La clave, dice, es que el cliente pueda customizar su producto de principio a fin. "El equipo adapta lo que quiere a su estilo de vida, su forma, y le recomienda qué elegir en base a eso. Por ejemplo, telas que no se arrugan si es una persona que viaja mucho". Así, GNZ tiene dos muestrarios: uno con las telas en stock (200.000 metros), que suele demorar una semana, y otro para hacer a pedido, que demora dos o tres meses. En el proceso de producción de un traje, puede haber involucradas hasta 120 personas, y se combinan técnicas artesanales con tecnología de última generación.
Dentro de las tendencias, si bien la sastrería clásica siempre está a la orden del día, hay nuevas prendas que empiezan a cobrar relevancia o reemplazan al tradicional saco, como las sobrecamisas, que se usan con pantalones de vestir o gabardina, o incluso jeans. "Otra tendencia es el monocromático, en especial en beige, visón y arena. Eso es algo distintivo, porque antes quizá se hacía todo en azul o negro", agrega Nicolás.
La industria textil argentina suele ser criticada por sus precios, ya que suele resultar más accesible comprar los mismos productos en el exterior, a precios menores. "Pero es importante destacar que eso sucede en el segmento masivo. En lujo esto no sucede", aclara Nicolás, quien destaca que los turistas son grandes compradores de GNZ justamente por lo competitivo que resulta frente a los precios del exterior. "En este rubro, hay muchos empresarios que dejan la vida para que funcione. A veces el rumbo de la industria no es el que quisiéramos", añade.
Nicolás, que estudió Administración de Empresas, cuenta que, después de reflexionar, decidió continuar con el legado familiar en la empresa. "Más adelante, seguramente aproveche para irme unos meses a Italia y seguir adquiriendo conocimientos", concluye.