El último miércoles 12 durante su discurso en ExpoEfi 2024 en el predio de La Rural, el presidente Javier Milei enfatizó en cinco oportunidades que la Argentina es un país muy raro. Las referencias tuvieron que ver con realidades de la economía alejadas de lo que ocurre en otros países, al menos según la óptica del Gobierno.
No hizo mención a la coyuntura del sector textil e indumentaria, una cadena de valor que en conjunto emplea en forma directa a cerca de un millón de trabajadores y trabajadoras y que en lo que va del año convive con una fuerte caída de la actividad, ventas que en el canal comercial minorista se desplomaron un 35% y precios que se dispararon por las nubes.
Ya es un lugar común decir que la ropa en Argentina es muy cara, en ocasiones con precios más altos que en las grandes capitales europeas o en Estados Unidos.
¿Qué es lo que ocurre entonces? Estudios de la Fundación Pro Tejer, que reúne a la cadena de valor agro-industrial textil y de confecciones de todo el país, indican que, del precio de una prenda de marca premium en un shopping, la industria textil e indumentaria sólo representa 8,5%, incluidos los insumos para fabricarlos, el diseño y la rentabilidad.
Como en otros sectores productivos, la carga tributaria es muy representativa, al punto que en este sector llega al 50,3% del valor final. Allí hay que considerar impuestos nacionales (IVA, Ganancias, débitos y créditos bancarios, aportes previsionales, etc); provinciales, en especial Ingresos Brutos y tasas municipales (publicidad, Sellos, etc).
De esta manera, el Estado en sus tres niveles se queda con la mitad del precio de la prenda. El caso de Ingresos Brutos no es menor teniendo en cuenta que de la fibra a la prenda final los productos cruzan varias jurisdicciones aportando al famoso impuesto en cascada.
Luego están la financiación de compras con tarjeta de crédito (12,2%), el alquiler del local (12,7%), logística y comercialización (9%), publicidad y diseño (2,5%) y 4,8% rentabilidad de la marca. Estos guarismos se mantienen más o menos estables desde 2017, cuando hicieron el primer estudio de la estructura de costos.
Desplome de actividad
La recesión empezó a partir de octubre pasado, pero de diciembre para acá se derrumbó, a partir del cambio del escenario económico, aseguró Luciano Galfione, presidente de Fundación ProTejer y empresario dedicado a hilandería y tejeduría, los dos primeros eslabones de la cadena.
Para Galfione están golpeando fuerte los problemas de la macro y afirmó que el mercado se contrajo un 40%. Lo que se cayó a pedazos es el mostrador -la venta minorista- y a los dos minutos se cae toda la cadena para atrás.
La mirada coincide con la de Claudio Drescher, presidente de la Cámara Industrial Argentina de Indumentaria (CIAI), quien calificó como muy profunda y abrupta la caída de ventas en lo que va del año.
La cámara reúne a unas 1000 marcas, diseñadores y empresas de moda, a las que hay que sumar otro millar de confeccionistas, algunos de los cuales hacen sólo confecciones para terceros y otros tienen integrado los segmentos de confección, moda y diseño.
La caída fue muy abrupta hasta abril, con un promedio de 35% en ventas en unidades, explicó Drescher, apelando al latiguillo de no hay plata por las subas muy fuertes de tarifas, combustibles, transportes, colegios y prepagas. En el segmento informal del negocio las caídas pueden llegar hasta el 50%.
Una reciente encuesta de la Fundación Pro Tejer indica que en el segundo bimestre del año se profundizó la caída de la actividad sectorial respecto del primer bimestre de 2024, mientras que hay signos de alerta de afectación al empleo y posible cierre de establecimientos productivos en caso de mantenerse los altos niveles de capacidad ociosa.
El 86% de los encuestados lo atribuyó a la pérdida del poder adquisitivo de la población. Otras causas son las expectativas macroeconómicas y el cambio del clima de negocios respecto al futuro, la variación de costos de materias primas e insumos, la mayor participación de bienes importados en el consumo, la apreciación cambiaria y el cambio de políticas sectoriales para la industria.
Precios y algo más
Una buena noticia, aunque claramente no alcanza, es que en mayo las ventas dejaron de caer, sostiene Drescher. Para eso fue clave la continuidad de las compras en 12 cuotas, ahora bajo el formato Cuota Simple, que decidió el Gobierno hace unos meses y era un reclamo del sector.
La estrategia de impulsar ventas incluye cuotas, promociones y descuentos. En el sector son casi todas pymes, algunas medianas, y una pyme no puede financiar la temporada de verano si no vendiste en el invierno, no hay capital de trabajo para eso, explicó el empresario.
Consultado sobre los elevados precios que se ven en las vidrieras, Drescher admitió que los precios de la indumentaria son altos, pero aclaró que la paradoja es que los márgenes son chicos.
También mencionó el peso de los impuestos en el precio final de las prendas y sobre la comparación con precios del exterior, consideró que la economía debe estar inteligentemente abierta y tiene que haber un dólar correcto, algo que ahora parece estar acumulando un atraso.
En relación a los precios, Luciano Galfione consideró que a la economía argentina le falta competitividad sistémica y defendió a la producción nacional, al decir que el textil es uno de los sectores más competitivos. Tenés jeans de $10.000 que se venden en la calle Avellaneda y otros de primera marca de $100.000 en un shopping.
Es la historia argentina, en el local estás pagando todo menos el producto, el 50% es impuesto y se lo lleva el Estado, apuntó Galfione. En ese sentido, dijo que los empresarios locales están compitiendo en una cancha muy inclinada en un escenario muy complejo.
Pese a eso, el sector movilizó inversiones por 1.400 millones de dólares en los últimos tres años, y los empresarios insisten en que el sector está en la frontera tecnológica, hay know how y gente capacitada. Si ordenás la macro y bajás los impuestos, vamos a ver si no podemos competir, desafió Galfione.