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Miguel De Luca: "Milei defiende al borde del área chica, siempre está al límite"

Uno de los politólogos argentinos más prestigiosos y director de la carrera de grado en la UBA, admite que no vieron venir el fenómeno Milei. Qué le reconoce al gobierno y cuáles son sus mayores riesgos.

Miguel De Luca es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Florencia y en septiembre fue electo como nuevo director de la carrera de grado en la Universidad de Buenos Aires. Fue presidente de la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP) e investigador del Conicet. En diálogo con Forbes, analiza los logros del Gobierno que lo sorprendieron y advierte sobre los riesgos de una estrategia que, hasta ahora, fue exitosa, aunque puede encontrar límites.

Miguel De Luca
Miguel De Luca, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Florencia y en septiembre fue electo como nuevo director de la carrera de grado en la Universidad de Buenos Aires. 

¿Qué balance hacés del Gobierno?
El experimento Milei muestra que todo lo que conocíamos o lo que creíamos conocer desde el punto de vista de la Ciencia Política no era tan así. Empezando desde la propia elección: que un outsider con una plataforma muy alejada del votante del medio, sin aparato, sin fiscales, desde la oposición, sin haber ganado en ninguna provincia, pudiera derrotar a los partidos tradicionales. Todos los indicadores políticos mostraban que eso era muy improbable. Pero en el gobierno también hay lecciones que dan vuelta varios manuales de Ciencia Política. Primero, un presidente híper minoritario se esperaba que no pudiera sacar leyes. Pero, gracias a decretos y vetos, avanzó. Esto montado sobre un alto índice de popularidad, es cierto. Pero al mismo tiempo mostró muñeca para articular una coalición reactiva con herramientas mínimas. Finalmente, es una política de ajuste que no tiene un alto nivel de conflicto. Por ahora, si tomamos en cuenta la dimensión del ajuste, los niveles de conflicto y represión son comparativamente bajos.

En el mismo sentido, no se registra una pérdida de popularidad significativa.

Claro, no le va tan mal si lo comparamos con los anteriores presidentes a esta altura del mandato o con otros mandatarios de América Latina. Milei tiene dos umbrales: los que lo votaron en primera vuelta y los que lo hicieron en la segunda. Se podría haber esperado que perdiera esa segunda capa, pero eso no ocurrió de manera significativa. 

Sacando las promesas de campaña que puede hacer cualquier político (en este caso, que el ajuste lo pagaría la casta, por ejemplo), ¿es posible creerle en sus concepciones más filosóficas? Por ejemplo, cuando plantea que el Estado es el enemigo y que él es el topo que lo quiere destruir. 

Sí, es posible. Se diferencia de otros políticos, que juegan con propuestas de compromiso o tiran globos de ensayo. O miden hasta dónde pueden hacer o no según las condiciones, se plantean si no es mejor esperar a una elección posterior para estar en otra posición. Todos esos cálculos no están en Milei. En todo caso, puede cambiar algo dentro de su estrategia de confrontación permanente. En ese esquema, que parece sincero, no hay plan de creación o construcción. Eso es un problema. Los liderazgos políticos siempre apuntan a construir algún capital, porque si llega a haber un tropiezo tiene que existir un colchón. Alfonsín lo llamó el tercer movimiento histórico, Menem con la Plaza del Sí y la confluencia con la Ucedé, Néstor con la transversalidad, Macri algo similar. 

Acá no hay plan y en cada nueva ronda sube la apuesta. Hasta ahora ha sido exitosa la estrategia, porque muestra convicción y eso es importante para un liderazgo político. Pero es distinto de lo que estábamos acostumbrados: un político está conforme si de 100 movidas gana 51. No parece ser este el caso y le puede implicar costos. Porque en las elecciones de 2025 tal vez no puede replicar el armado o puede encontrarse en una situación de debilidad en un tema que le interese mucho en el Congreso. Es el dilema de los outsiders: muestran como un activo no tener partido, pero una vez que están en el gobierno necesitan algo así para coordinar una agenda legislativa. 

Miguel De Luca
 

Por ahora sigue mostrando desinterés en eso. 

Él sí, pero algunos en su entorno no. Algunos outsiders, como (Hugo) Chávez, (Juan) Perón o (Rafael) Correa, lograron construir un partido y de esa forma organizaciones políticas que los trascendieron. En cambio, los que no quieren hacerlo o fracasan en construirlo terminan eyectados. Un ejemplo subnacional: Aníbal Ibarra. No quiso construir, se declaró prescindente en las elecciones y cuando sucedió lo de Cromañón no tenía contención. Hay algo de fortuna, pero también virtud. En este sentido, es crucial la relación con el Pro. 

Es un dilema para ambas partes qué hacer con el vínculo...  

Totalmente. El Pro está en un dilema: el crecimiento del apoyo a una propuesta de este tipo es buena para el espacio, pero a expensas del partido. Y Milei tiene todo para ganar en las legislativas, porque se renueva lo de 2021, casi nada para él. El tema es a expensas de quién: porque si ingresan diputados de LLA pero salen del Pro que ya estaban adentro, no tiene mucha ganancia. 

Te llevo al terreno de la filosofía política. En EE.UU., desde hace más de medio siglo existen corrientes libertarias, pero son marginales y no obtienen apoyo popular. ¿Se puede vincular a Milei con ese tipo de expresiones? 

Tiene algo de eso, pero es otra cosa. Dentro del mundo libertario hay gente muy distinta. Algunos son progres, otros conservadores. En este caso es un libertarianismo anarquista. El anarquismo puede estar vinculado a la izquierda, pero en este caso no. Pero hay otro componente: su vice. Victoria Villarruel está en sus antípodas. Es nacionalista, cree en un Estado fuerte, en las Fuerzas Armadas, la Iglesia, la tradición. Históricamente, los proyectos políticos de la derecha en Argentina tuvieron dos perfiles. Uno vinculado a lo militar, como (Pedro) Aramburu, (Antonio) Bussi o (Aldo) Rico. Y la derecha más económica, como (Álvaro) Alsogaray, (Ricardo) López Murphy, (Domingo) Cavallo. En la fórmula de LLA se amalgaman las dos versiones anteriores. 

¿Y comparado con experiencias de afuera? En el fondo, aunque se establecieron puntos de contacto, Milei es distinto a Trump y Bolsonaro, por ejemplo.

Sí, claramente. El resto son más parecidos a Villarruel que a Milei, son más proteccionistas. Lo que es cierto es que Milei tiene una gran capacidad de imponer agenda todos los días. Después hay que ver en qué se traduce eso, pero mantiene entretenida a la oposición. 

Los politólogos que estudiaron las crisis presidenciales en América Latina mostraron que si un presidente no llega al escudo legislativo (es decir, lo necesario para esquivar un juicio político, que en Argentina es un tercio de los diputados), tiene problemas económicos y no cuenta con apoyo popular, la probabilidad de que no termine el mandato es alta. ¿Es para prestar atención? 

Eso es cierto. Y en Milei todo eso está al borde. Logró llegar al tercio de diputados, pero no le sobran 10. Defiende ahí, al borde del área, siempre está al límite. Si se da una combinación de malos números económicos, se suma algún escándalo de corrupción, algún hecho de represión que esperemos que no exista... todo eso encuentra una caldera y no se sale más. Una de las pruebas será si hay cortes de luz en el verano. Si lo combinás con un tarifazo, Argentina se puede poner complicada en diciembre. Es jugar al límite. Pero no me llama la atención, porque si bien los políticos las evitan, Milei juega a eso. 

¿Cómo analizás el conflicto universitario? ¿Qué hay de cierto y qué no de los planteos que realizó el Gobierno? 

No es una discusión económica, es una confrontación política. El Presidente, dentro de lo que se llama la batalla cultural, entiende que los sectores universitarios jamás lo votarán, jamás lo apoyarán y los identifica como un sector donde le es redituable confrontar. Porque continuamente el argumento cambia. Primero era que ya tenían bastante dinero, después auditorías, después privilegios, extranjeros. Todo el tiempo cambia el argumento de por qué la universidad debería recibir menos dinero. Entonces tiene que ver más con un tema de confrontación y de que le es redituable a la hora de galvanizar su apoyo.

¿Que el Gobierno no pierda apoyo también se explica por los problemas que hay en los espacios opositores? 

Así como los politólogos estamos tratando de entender lo que no vimos venir, la oposición también. Muchos no saben cómo pararse ante el fenómeno, si apoyar o no. También están discutiendo los liderazgos y eso cobra una mayor importancia. Pasa en todos los espacios. En el radicalismo obviamente por su tradición internista. Pero en el Pro también, cosa que antes no pasaba, por cómo se fue estructurando la relación con Milei. Será un problema con las listas de 2025. Y el peronismo, cuando no está en el poder, también tiene internas. Así y todo, logró mantener una cohesión que está por encima del comportamiento histórico. Con Alfonsín, De la Rúa y Macri hubo divisiones que sellaron el futuro inmediato del partido. 

Pero en esos tres casos el peronismo logró una oposición dura que complicó a esos gobiernos. 

Sí, pero recién hacia el final, cuando olieron sangre. Antes no habían logrado ordenarse y hubo algunos sectores que se acercaron al gobierno. Como Massa al principio del gobierno de Macri, por ejemplo.

¿Cómo imaginás el post-Milei? Te pongo tres escenarios base: larga vida a los libertarios, una expresión de izquierda contraria o un triunfo de una opción moderada. 

El fenómeno de la derecha fuerte llegó para quedarse. Hay que ver cómo se capitaliza, una cosa es que se resuelva dentro de LLA y otra cosa es que sea con el Pro. Veo algo generacional, demográfico y laboral. Argentina dejó de ser un país en el que la población trabajadora está formalizada. El cuentapropismo tiene otro tipo de experiencia y no se encolumna dentro del peronismo. Después, para que exista 2027 para LLA hay que ver qué pasa en 2025, donde el Gobierno se juega muchísimo. En Diputados hay que ver si es un cambio de monedas con el Pro. En el Senado es más interesante: el grupo de provincias que renueva no es el más consolidado del peronismo. Milei tiene campo para crecer. Tiene un problema porque a su fuerza le fue bien en la elección presidencial, pero no en las provincias. Y se suma el tema de la boleta única: una cosa es ir con la cara del candidato y arrastrar senadores, y otra es un loguito. Ahí los gobernadores van a jugar fuerte, porque tienen que tener su reaseguro. Hay que ver si las provincias deciden utilizar el mismo sistema o si se realizan elecciones desdobladas o concurrentes. Además, dos provincias eligen gobernador, Corrientes y Santiago del Estero. 

¿A veces no les damos demasiada importancia a las elecciones intermedias? Macri ganó la intermedia y después le fue mal. A Milei tanto no le va a cambiar la ecuación... 

Sí, coincido. El tema es que si pierde un presidente peronista la intermedia no pasa nada. Alberto (Fernández) la perdió, tenía una interna a cielo abierto y no pasó nada, terminó su mandato. Pero De la Rúa la perdió en 2001 y ya sabemos qué pasó... En este caso es un presidente que juega en el borde del área chica, como hablamos. En los grandes números, al ser una elección parcial, no cambia tanto. Pero no es un presidente normal. 

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