Todo lo que hacemos en una ciudad, deja una huella. Escribimos en Google Maps una dirección a la que queremos llegar; entramos a la oficina por un molinete con datos biométricos; apoyamos la SUBE en el lector del colectivo. Y cada movimiento que hacemos, cada dato que generamos, es tierra fértil para su lectura e interpretación con Inteligencia Artificial (IA).
Las ciudades son ámbitos fundamentales para la aplicación de la IA, ya que toman decisiones cotidianas sobre su uso y su impacto en la vida de las personas. Su avance está estrechamente ligado a las ciudades y a su progreso, en especial a las llamadas "ciudades inteligentes", que recopilan datos para ofrecer servicios de manera más eficiente. Todo lo que hace un ciudadano sirve para proporcionar datos, que, interpretados de la manera correcta, ayudan a aprender sobre el entorno para presentar soluciones lógicas y certeras sobre la vida urbana. Cómo caminamos por una plaza o manejamos en la calle entrena a los vehículos autónomos, al delineado de los espacios verdes y al funcionamiento de los semáforos.
Las ciudades son el lienzo ideal para la aplicación de la IA, pero su rápida proliferación en los entornos urbanos plantea desafíos significativos y suscita preocupaciones sobre la falta de supervisión.
El despliegue de tecnologías de IA sin un marco adecuado de gobernanza y sin tener en cuenta los derechos humanos puede tener consecuencias adversas, incluso desastrosas. Un informe de ONU-Hábitat, en colaboración con Mila (Instituto de Inteligencia Artificial de Quebec) explora las posibles aplicaciones de la IA en las ciudades, examina los riesgos asociados e insta a las autoridades locales a implementar una transformación digital centrada en las personas en sus ciudades y asentamientos.
En este reporte, publicado en el 2022, se advierte que la transformación de las ciudades a través de la tecnología y la innovación debe reflejar las necesidades de los ciudadanos y, siempre que sea posible, ser utilizada como una herramienta para promover una prosperidad y sostenibilidad más equitativas.
"Cuando empezamos a hablar de inteligencia artificial, hay un montón de cosas que no se ven. En una ciudad, la gente genera datos todo el tiempo, que se utilizan de diferentes maneras y con propósitos diversos, lo que marca una nueva forma de diseñar y de pensar las ciudades", explica a Forbes Argentina Lucía Bellocchio, fundadora de Trend Smart Cities y autora de "Ciudades del futuro".
Con la IA, tenemos datos. Quizás demasiados. Sabemos que por una calle determinada pasan tantas personas en tal horario. Hay cámaras, sensores, radares, imágenes satelitales… pero lo importante es cómo se interpretan para planificar mejor las ciudades. "Poder tener más datos de lo que sucede en la ciudad hace que después, a la hora de tomar decisiones, se reduzca la discrecionalidad en las políticas públicas. En base a esa evidencia, no cambio la parada del colectivo de este lugar sólo porque me parece que va a funcionar mejor en otro lugar, sino porque tengo datos concretos que me dicen de que sería más conveniente en otro lugar", afirma Bellochio.
Habla de los "gemelos digitales", una réplica virtual de la ciudad en la que se testea con los datos recopilados antes de aplicarlos en el mundo real. "Se usa antes de 'meter mano' en el mundo real".
Aprender y predecir a partir de datos. Las ciudades han estado utilizando la IA hace años, pero nunca ha avanzado a un ritmo más vertiginoso que ahora. El uso de aprendizaje automático y grandes clusters de datos han alimentado la gestión del tráfico o la iluminación inteligente.
En el 2018, Ámsterdam, Barcelona y Nueva York comenzaron la Coalición de Ciudades por los Derechos Digitales (CCDR, por sus siglas en inglés), en la que ahora participan más de 70 ciudades con más de 200 iniciativas. Su objetivo es "promover y proteger los derechos digitales" y no se limita únicamente a la inteligencia artificial; aborda cuestiones políticas relacionadas con la privacidad de los datos, la vigilancia y la transparencia algorítmica.
Los esfuerzos individuales de muchas de las ciudades se reflejan en el Atlas de la Inteligencia Artificial Urbana. Por ejemplo, Ámsterdam, una de las que tiene más iniciativas, desarrolló los mapas de 'nubes de puntos' en 3D con IA, un conjunto de puntos de datos en el espacio que brindan una representación 3D del entorno. Para recopilar estos datos se utilizan escáneres LiDar en vehículos como coches, barcos o bicicletas. Esta tecnología les permite detectar la ubicación exacta de los objetos y capturar su ancho, profundidad y altura. Estos datos, que se pueden extraer mediante IA, brindan información valiosa sobre las calles de Ámsterdam.
Por su parte, Barcelona aplicó un monitoreo de capacidad de playa con IA. Durante los meses de verano de la pandemia de COVID-19, la ciudad instaló cámaras térmicas para monitorizar los niveles de ocupación de las playas a través del análisis de la superficie de arena aún libre. Aún en uso, el sistema garantiza la privacidad de los datos personales borrando las partes no anónimas de las imágenes. El número de personas se estima procesando imágenes y utilizando el aprendizaje automático para comparar la misma imagen cuando está vacía y llena. Estos sistemas están conectados a la gestión del sistema y a la web municipal, donde el público también puede consultar en tiempo real el aforo restante de cada playa.
"Hay un montón de casos exitosos", remarca Bellochio, "no sólo en Europa sino también en Latinoamérica. Hay ciudades como Bogotá, que tiene una semaforización inteligente. Esto no soluciona los grandes problemas de tránsito que tienen las grandes ciudades, pero sí lo optimiza.
Pero muchos se preguntan, y con razón, si es prudente involucrar la IA tan intrínsecamente en el funcionamiento de las ciudades. En noviembre de 2021, la UNESCO adoptó el primer instrumento sobre la ética de la IA, que está firmemente basado en el reconocimiento de la importancia de promover y proteger los derechos humanos; en marzo de este año, legisladores de la UE respaldaron un acuerdo provisional para la IA, lo que hace que el bloque esté más cerca de adoptar las primeras reglas de inteligencia artificial del mundo.
El campo de la inteligencia artificial está creciendo a un ritmo imparable. Cada vez más vemos sistemas de IA abandonando entornos de investigación para ser implementados en casi todas las esferas de la actividad humana: Como resultado, la IA tiene el potencial de transformar profundamente la forma en que operan nuestras sociedades, incluido el apoyo a los esfuerzos en cuestiones críticas como la crisis climática, la salud pública, la educación y más allá. Sin embargo, advierte el informe de UN-Hábitat, esta transformación societal en curso conlleva riesgos que deben ser abordados: "Existe una necesidad urgente de desarrollar una gobernanza y prácticas de IA responsables en todos los niveles de escala de las organizaciones administrativas y políticas, tanto en el sector público como en el privado".
"Todas estas herramientas tecnológicas que usan inteligencia artificial recopilan muchos más datos de lo que algunas veces nos gustaría", reconoce Bellochio. Y creo que ahí es desde donde entra el tema regulatorio. Si no hay también una regulación, un límite que te diga hasta dónde se puede y hasta dónde no, la cancha queda muy muy libre.