Paul Hobbs llegó al país con la expectativa de un monje budista: ninguna. Tenía poco más de 30 años y ya había conseguido forjarse una buena reputación por contribuir al posicionamiento del cabernet sauvignon californiano en el mundo. Con esas credenciales bajo el brazo, desembarcó en Chile invitado por un excompañero de la facultad. Su idea era explorar a fondo la industria vitivinícola chilena que, en ese entonces, a fines de los '80, se mostraba pujante. Aun así, Hobbs se encontró con un panorama que no le movió ni un pelo. Jorge Catena estaba con él y lo invitó a continuar el viaje en Mendoza. La propuesta carecía de atractivo porque todo lo que había escuchado de los vinos argentinos era malo, pero estando tan cerca y con tiempo libre por delante, no encontró excusas para declinar la invitación, así que cruzó la cordillera. Todo lo que pasó después fue una sorpresa…
Ya en el país, Nicolás Catena lo contrató porque quería lograr un chadonnay de clase mundial. Empezaron a trabajar juntos y, en el proceso, Hobbs descubrió el malbec y se encandiló con la variedad, hizo ensayos, los difundió entre la prensa extranjera y la buena recepción los llevó a desarrollar Alamos, el primer malbec exitoso en el mercado norteamericano. En 1997, sintió que era el momento de tener su propia bodega y así se unió a los enólogos Andrea Marchiori y Luis Barraud, y un año más tarde fundaron Viña Cobos, símbolo de vinos argentinos de prestigio internacional.
Estabas trabajando en California y elegiste Argentina para desarrollar su primer proyecto personal. ¿Por qué?
Por varias razones. Vi la oportunidad de hacer algo único, me encontré con una cultura de mentalidad abierta y me sentí muy cómodo, muy conectado a Mendoza, a su gente y a su forma de vida. Cuando empecé con Viña Cobos ya llevaba nueve años trabajando en Argentina (N.deR: Hobbs estaba asesorando en la bodega Catena Zapata), así que conocía bastante bien el país.
¿Tuvo que ver también que acá conociste a tu compañera de vida?
Sí y no, porque la realidad es que nos conocimos en San Rafael, pero después vivimos juntos en Estados Unidos, o sea que podríamos haber elegido vivir en otro lugar. Pero sentí esa conexión con el lugar, con la gente, cómo se comportaban, el arte, la cultura, la música, todo el ambiente, eso es muy importante para mí. Crecí en una granja, vivíamos de manera muy simple y, al llegar acá, me encontré con una cultura latina que me vigorizó y me expandió. Acá la gente tiene una mentalidad más abierta que en Europa, se animan a cosas nuevas, y otra diferencia es que acá se trabaja duro, pero se divierten por igual, pudimos hacer realidad el lema work hard, have fun. Además, quería probar que el malbec funcionaba, habíamos lanzado el malbec en Estados Unidos y era un éxito, pero todavía había mucho por descubrir sobre la uva, sobre su comportamiento en diferentes terroirs, comprobar que era una uva noble.
¿Y cómo se comprueba que una uva es noble?
Es simple, la primera es que refleje el terroir de donde proviene, también que se pueda añejar, eso no lo sabíamos porque en ese entonces no había evidencia, y la misión de Viña Cobos fue probar esos dos factores.
Alamos fue el primer malbec exitoso en el mundo. ¿Por qué triunfó?
Es complicado de explicar, pero básicamente cuando vine a la Argentina el malbec se consideraba una variedad para blendear. Además, era poco productiva, entonces habían levantado muchas plantaciones de malbec porque en ese entonces la cantidad primaba sobre la calidad. Yo dudaba de que todo lo que se decía del malbec fuera cierto, entonces quise explorar qué pasaba si cambiamos ciertas cosas, como la forma de plantar en el viñedo, ver si con ajustes el malbec podría demostrar nobleza, empecé a probar y, en determinado momento, Catena trae a la prensa estadounidense para que conozca nuestros vinos. Yo estaba trabajando con el malbec y les di a probar, a raíz de eso un periodista escribió un artículo titulado Don't Cry for Me Argentina en el que sugería que el próximo gran vino en Argentina sería malbec, entonces se crea Alamos como un vehículo que decía esto es malbec. No salió como Catena, salió con la marca Alamos, porque Nicólas Catena no estaba seguro de que fuera a triunfar, entonces no quería que el malbec se asociara con su nombre en caso de que las cosas salieran mal, creó una marca aparte y me dijo: Es tu trabajo convencer al mercado americano de que el malbec es la próxima gran cosa.
Se habla mucho de la importancia que tuvo la tecnificación de las bodegas en los años '90, pero poco se habla del trabajo en los viñedos. ¿También tuvieron que implementar cambios?
Sí, eso se necesitaba más que nada. Como en cualquier proceso de producción, la materia prima es la base, si no la hubiera encontrado al llegar, me hubiera ido, no se puede hacer nada sin un buen suelo y un clima óptimo, y Argentina tenía muchas condiciones. Esos primeros años me la pasé viajando solo, yendo a zonas que ahora son famosas, como Monasterio, Gualtallary, San Pablo, donde en ese entonces no había nada. Entonces logré convencer a Catena de plantar ahí, los ingenieros agrónomos no querían saber nada, decían que era muy frío, que las vides no iban a sobrevivir, pero Nicolás me escuchó y estuvo dispuesto a correr el riesgo y ver qué pasaba. Era el año 1992 y plantamos en Villa Bastías, la finca Domingo, y 3 o 4 años después él compró el viñedo Adriana.
Con la flexibilización de las importaciones va a entrar vino de afuera. ¿Creés que afectará a la industria?
Vamos a ver a dónde llega. Hay un poco de temor en el mercado, a largo plazo la competencia es positiva porque te exige ser más ágil, más creativo, hace que tengas que adaptarte, rebuscártelas, pero en el corto plazo va a ser dolorParoso.
¿Ves alguna zona de Mendoza con el potencial suficiente para convertirse en el próximo boom como fue Valle de Uco?
No, creo que las regiones principales para hacer grandes vinos ya se han descubierto, cada vez hay una segmentación mejor, más precisa. Cuando yo empecé nadie hablaba de lugares como Gualtallary, Monasterio o Los árboles, pero ahora se volvieron apelaciones. En Napa Valley pasó lo mismo, en 1978 había una sola apelación; hoy hay 16.
¿En qué segmento de precios en dólares Argentina tiene más chances de competir?
Argentina es un buen competidor en la franja de US$ 50. Todavía no podemos vender vinos a precios altos porque tenemos algo de prestigio, pero aún es poco. Afortunadamente, hay marcas, como Viña Cobos, que están generando consciencia y demostrando que podemos crear vinos de prestigio. Cuando la gente viene a la bodega no puede creer la atención que recibe, las instalaciones que hay en Mendoza en general, y entonces cambia la forma de parecer con respecto a lo que pensaba, porque los últimos 20 años fueron dolorosos para la imagen del país a nivel internacional, no por los vinos en sí, pero afuera se escuchaba que la política y la economía eran un desastre, más allá de si era real o una percepción, eso se pensaba y afectó la reputación del país. Ahora estamos viendo un cambio, ojalá se nos dé la oportunidad.
Por eso el enoturismo es clave también…
Sí, el año pasado, para celebrar el 25º aniversario, inauguramos un nuevo edificio de tres pisos, son 900 metros cuadrados y una terraza con una vista espectacular a la cordillera. Ver la bodega terminada, cuando hace más de 20 años fueron bocetos sobre un escritorio, fue la concreción de un gran sueño. La gente que va queda fascinada.
¿Tu nombre ayuda a vender?
Sí, Paul Hobbs le da confianza al consumidor sobre la calidad, por eso ponemos las iniciales en la contraetiqueta, pero eso no es suficiente, se necesitan personas del lugar para vender porque el vino es un negocio de relaciones. Los compradores necesitan que vaya alguien conectado con el proyecto y no un importador a comunicarlo.
Tenés 7 proyectos distribuidos en 5 países: Estados Unidos, España, Armenia, Francia y Argentina. ¿Es básicamente hacer lo mismo en diferentes lugares?
No, es totalmente distinto en cada país. Lo que aprendiste en un lugar no es mecánicamente aplicable en otro, porque el clima es diferente, la cultura es distinta. Incluso uno podría pensar que en España y Argentina es similar, pero no, ellos tienen una mentalidad menos abierta.
El consumo de vino blanco crece en todo el mundo. ¿Con qué variedades creés que la Argentina tiene más chances para competir en el mercado global
Con el chardonnay y el semillón. También podemos hacer buen sauvignon blanc, que a mí me encanta, pero sería complicado porque ya está muy asentado en Chile. En cambio, podemos ganar mercado fácilmente con el chardonnay porque tenemos mejores suelos y clima para esa variedad que ellos. Además, el chardonnay es la variedad blanca más popular y la gente siempre va a lo que reconoce.
¿Soñás con hacer vino en algún otro lugar?
Voy a ir a China con intenciones de abrir una nueva PH Winery, quizás alguien de Viña Cobos pueda acompañarme en el proyecto. Los mercados asiáticos son muy tradicionales, ellos tienen la mirada puesta en Francia, por eso muchas empresas francesas están abriendo compañías en China. Veremos qué pasa, será un gran desafío.