Fundó Reef, logró que el surf se convierta en deporte olímpico y ahora planea una "comunidad oceánica" en Chapadmalal
Florencia Radici Forbes Staff
Florencia Radici Forbes Staff
Fernando Aguerre se define como un "idealista práctico", porque siente que la palabra "empresario" no encaja con él. Tampoco la de "abogado", carrera que estudió y que aprovechó para sus emprendimientos, a pesar de no haberla ejercido como tal. De hecho, la tarjeta del emprendimiento más importante que tuvo decía: "CEO & Dreamer". "Me gustan esos dos roles, un poco el ying y el yang", asegura Aguerre, co-fundador de la marca Reef, impulsor del ingreso del surf a los deportes olímpicos y, ahora, enfocado en un desarrollo en Chapadmalal en el que asegura "pedirle permiso" a la naturaleza para avanzar.
"Para entendernos a mi hermano y a mí, hay que entender a Mar del Plata. Nací en un lugar que tiene el mar a 5 minutos de distancia, con una madre a la que le gustaba nadar en aguas abiertas. Pasábamos cuatro meses del año en la playa. Un día, descubrimos las tablas de surf", recuerda Aguerre sobre los inicios de esta pasión. A principios de los '80, los Aguerre se mudaron a California, la cuna del surf mundial y donde nacieron las grandes marcas de este deporte. "Estuvimos en el lugar indicado, en el momento indicado. Y preparados, porque habíamos ido a un colegio bilingüe, algo que agradezco de mis padres, que siempre fueron emprendedores y nos impulsaron a nosotros a serlo también", dice.
En Mar del Plata, con ayuda de su madre, habían abierto un surf shop, que apuntalaba una industria muy incipiente, con trajes de baño, canguros y ojotas. En California, estos hermanos con pie plano se encontraron con que tampoco había ojotas adecuadas para ellos. Entonces, las hicieron. Sin un business plan. "Mi hermano quería seguir viviendo en California. Yo quería estar con él, pero tampoco dejar Argentina del todo. Entonces, necesitaba algo que me hiciera viajar", dice Aguerre. Esos fueron los inicios de Reef (el nombre surgió un día que él pensó: "The waves are hitting the reef so hard"). "A los tres meses de empezar a fabricar las ojotas les pusimos nombre, armamos una red de distribuidores y llegamos a 100 países", recuerda.
En los viajes que hacía a Argentina, con sus primeros ahorros, Aguerre se compró un departamento en Playa Grande. Un día, paseando por Chapadmalal, vieron un cartel en un lote, la única tierra que no era campo ni urbano, sino un bosque de 50 años. Se vendían 100 hectáreas. "Después de surfear pusimos la seña y al mes éramos los dueños. Construimos dos casas, que se convirtieron en nuestro lugar de vacaciones cuando estábamos en Mar del Plata". Todavía no era el momento de avanzar sobre eso, porque lo esperaba California, de donde fue y vino por lo menos cuatro veces al año.
En 2005, cerraron definitivamente el ciclo de Reef con la venta final de la empresa, por una cifra que en el mercado dicen fue de alrededor de US$ 187 millones. En ese momento, los Aguerre tenían el 20%. "Fuimos muy felices en Reef y crecimos muchísimo. Pero llegó un momento en el que el tamaño de la empresa podía convertirse en un problema y eso a su vez traer problemas entre nosotros. Decidimos vender la empresa antes de que rompiera a la familia y fue la mejor decisión que pudimos haber tomado", asegura Aguerre.
El surf siempre fue una parte central de su vida. "Es el deporte que me dio todo, el que entendía. Uno ve cómo levanta económicamente lugares en el mundo. Y sentía que tenía que devolverle algo, si no es como comer el tomate y no plantar la semilla", explica. Aguerre, que en 1994 fue elegido presidente de la Asociación Internacional de Surf (ISA), se dedicó durante su mandato a organizar campeonatos mundiales y promover el deporte en diferentes regiones del mundo. Pero la frutilla del postre, que logró después de años de campañas y negociaciones, fue la inclusión del surf como disciplina olímpica, con su debut en los JJ.OO. de Tokio 2020. "Muchas veces pensé que no lo íbamos a lograr, porque el movimiento olímpico es super cerrado y nadie entendía el surf. Son grupos de poder ultra VIP. Pero ola por ola me fui ganando el apoyo de muchos, que entendieron que faltaban los deportes 'nuevos' o de la gente joven, como el surf, el skate y la escalada deportiva", asegura.
Aguerre, que es papá de una hija de 12 y trillizos de 28, dice que, hace cinco años, cambió "el centro de gravedad". Dejó su casa de California equipada y se volvió a la Argentina, frente a las olas de Playa Grande. Pandemia de por medio, mientras estaba en Mar del Plata, sus amigos empezaron a reclamarle poder ir "al bosque". Y en este nuevo centro de gravedad es que surgió el proyecto de Olas Chapadmalal. "El mundo necesita maneras de vivir más respetuosas con la naturaleza, pidiéndole permiso. Esta 'comunidad oceánica' de 300 lotes está en la tierra más sana de Mar del Plata, donde no hay agroquímicos. En la década del '40 se plantaron árboles y nosotros después plantamos más, son casi 14.000. Por ejemplo, sumamos 300 árboles frutales", presenta el proyecto.
Entre las particularidades de Olas, no hay calles asfaltadas, salvo la perimetral, desde la que salen los peines. El proyecto, dividido en tres etapas, está en la primera, de 150 lotes, que cubren desde cerca del mar hasta cerca del arroyo, un triángulo. En este momento, cuenta, ya está trabajando la empresa que se encarga de las obras de infraestructura. Es que, por ejemplo, la mitad de las calles que estaban trazadas las convirtieron en biosenderos peatonales. Los espacios son amplios: habrá 40 metros de distancia entre las casas. "Era más fácil hacer un barrio de 1.000 lotes, pero no es lo que queríamos", dice Aguerre.
Así, en 9 meses los primeros propietarios tendrán la posesión de sus terrenos para empezar a construir sus casas -por ahora, solo están las dos viviendas originales. "Hay un plan a largo plazo, pero no incluye ni zonas comerciales ni edificios multifamiliares. Para los pioneros que se animan a sumarse en este momento, el ticket de entrada es de US$ 100/m2 -anticipado, si no, es entre 25-30% más, con un porcentaje que se paga en el boleto y después en 36 cuotas en dólares", explica Aguerre sobre el proyecto al que define como "una mezcla virtuosa de naturaleza y civilización".
"Así como en su momento priorizamos la familia y vendimos Reef, acá priorizamos el respeto a la naturaleza. En la vida, uno hace las cosas para que te vaya bien y para hacer el bien. Que tu pisada, por el tiempo que dure tu vida, sea mejoradora de lo que encontraste. Se puede. Mi idealismo práctico hace que pueda llevar adelante negocios exitosos pero, al mismo tiempo, cambiar", concluye.