Elizabeth Misa, directora de frigorífico Las Moras: "El país debería brindar un soporte más sólido al pequeño productor"
La referente de la industria cárnica dio sus impresiones sobre el negocio y adelantó que en 2025 habrá mayor demanda de carne; aunque Uruguay debe abordar los problemas de la industria para poder estar a la altura.

Estudió periodismo, pero inició su carrera empresarial en el mundo de la carne atendiendo una carnicería familiar, que luego se amplió a un supermercado, hasta que en 2014 su padre, "un inmigrante polizón español que vino con un bolsito", le pasó la posta para que dirigiera el frigorífico Las Moras. En entrevista con Forbes Uruguay, la directora del frigorífico Las Moras, Elizabeth Misa, se mostró preocupada por el impacto que genera en la cadena el envío de tantos animales en pie al exterior y relató algunas situaciones particulares que le toca vivir a diario por ser una líder mujer en un ambiente minado de hombres. 

En tu rubro cuesta encontrar mujeres que estén al frente de una empresa familiar como un frigorífico. ¿Cómo fue tu camino para llegar a ser hoy la directora de Las Moras?

Mi historia empieza con mi padre, que fue un inmigrante español. Vino con un bolsito y como polizón en un barco. Desde que nací, en mi hogar todos teníamos que colaborar en algo, así que me sentía parte de una estructura y tenía un rol importante en la familia. Empecé trabajando en las carnicerías que mi padre abrió, y cuando llegaron las grandes superficies, tuvimos que reacomodarnos. Así fue como las carnicerías se convirtieron en un supermercado, y yo terminé quedándome a cargo de ese negocio. Recuerdo que en pleno 2000 mi padre me dijo: "Bueno, manejate, yo no voy a levantar ningún muerto". Así fue donde empecé y donde estuve unos 15 años a cargo del supermercado. 

¿Y cómo fue el desembarco en el frigorífico?

Soy la mayor de tres hermanos y siempre fui la que mejor se entendía con mi padre. Desde pequeña le decía que en algún momento tendría que aprender sobre el frigorífico porque si hoy era su presente, en el futuro sería mi responsabilidad. Mi padre era muy omnipotente, creía que podía hacerlo todo. Dormía sólo tres o cuatro horas al día, trabajando en el frigorífico y en el campo. Un día tuvo un accidente, y a partir de ahí dijo: "Bueno, llegó la hora". Fue entonces cuando empecé a involucrarme, aunque al principio con bastante miedo y dudas. Afortunadamente, tuve un equipo de personas que me apoyaron desde el primer día. El gerente comercial, en particular, me enseñó todos los recovecos del negocio, porque, aunque uno podría pensar que habiendo nacido en una carnicería el frigorífico sería más o menos lo mismo, en realidad es algo totalmente diferente. Siempre he tenido contacto con la carne: la conozco, la toco, la manipulo, pero enfrentarse a un frigorífico es un mundo completamente distinto. Como siempre, me pasó que soy bastante testaruda y no le hago asco a nada. Dije: "Bueno, es el frigorífico". Tampoco me gustaba el supermercado y trabajaba en el supermercado. Estudié para otra cosa, estudié para ser periodista, y aquí estoy ahora. 

Tenés a cargo a cientos de trabajadores, la mayoría hombres, en un negocio donde también predomina el género masculino. ¿Tuviste algún revés que te llevara a replantearte seguir a cargo del frigorífico?

Sí, hay situaciones que duelen o que no se entienden, especialmente cuando uno tiene una política o una forma de ser directa y transparente. Por ser mujer sí me he sentido segregada muchas veces. Me cuesta, en algún momento, que un colega me llame; no es fácil. Por ejemplo, que te llamen a las 8 de la noche ante una situación y digan "¿quién te está llamando?" y respondan "fulanita del frigorífico". Es como raro. Supongo que ya me conocen, saben que existo y eso no debería generar un problema, pero sí te limita en cuanto a tener una conversación neutra, por decir algo. Si fuera una mujer, podría hablar de cosas de la casa, pero con un hombre ya te limitas. En mi casa son dos varones, así que hablamos de fútbol y cosas así. Pero no tengo esa llegada para sentarme con un colega y conversar de cualquier cosa. Eso a veces te frena por la mirada del otro, y más en nuestro país, que en ese sentido es bastante estructurado. Es una barrera, esa sensación de que entre colegas hombres se llaman más habitualmente y yo no. Si yo llamo, es porque está pasando algo para que lo haga.

Elizabeth Misa, directora del frigorífico Las Moras. FOTOS: Nicolás Garrido.

¿Qué balance hacés del 2024 para tu industria en particular? Es un negocio que no cierra un 31 de diciembre e inmediatamente arranca un año nuevo. 

Mi padre siempre decía que esta es una industria que te atrapa. El día que entras es difícil salir, y es cíclica. Y decía también que por más que te esté yendo mal, en algún momento te irá bien. Y yo creo que todos los industriales estamos en esa mentalidad: cuando nos está yendo mal, pensamos que en algún momento nos irá bien, y cuando nos va bien, sabemos que debemos tener cuidado porque en algún momento nos irá mal. Esa perspectiva te hace difícil disfrutar del presente o de las situaciones particulares. Este año fue especialmente duro para la empresa y para toda la industria nacional. Cuando parecía que las cosas empezaban a acomodarse, enfrentamos nuevos golpes (N.R por la conflictividad laboral) cuando ya no teníamos mucha fuerza. Respecto al negocio en sí y a la necesidad de carne en el mundo, uno siempre sigue trabajando. Nosotros apostamos por cumplir con todos los estándares internacionales y los requerimientos en cuanto a sustentabilidad y regeneración. Creemos y estamos convencidos de que ese es el camino. No cerramos la puerta a ningún negocio; tratamos de tener un pie en todas las rutas posibles, lo que nos da un poco más de margen de acción.

¿Cómo los afectó la pandemia? ¿Fue un antes y un después para el negocio?

Nosotros lo pasamos muy mal en 2019 cuando arrancó la pandemia. Fue una situación muy compleja y, hoy en día, miro hacia atrás y pienso: "No puedo creer cómo salí adelante ante esa situación". Me ayudó mucha gente, incluyendo mis trabajadores, pero básicamente tuve que salir adelante por mi instinto y por lo que creía que iba a estar bien o mal. Hay veces que desde afuera no se puede ver la magnitud de los desafíos. En la pandemia nos llamaron y dijeron que no apagáramos los motores, y eso a mi empresa le salió US$ 3,5 millones. Tuvimos que mantener la actividad, seguir trabajando, seguir produciendo, y buscar la manera de sobrevivir. Muchos contenedores no llegaron a destino porque con la pandemia quedaron varados sin frío y  expuestos a que se pudriera toda la mercadería. También hubo un desvío de fondos por un hacker cuando implementamos el home office. Ni Uruguay ni nosotros como empresa estábamos preparados para esa apertura y, como resultado, nos pasó de todo. A veces recurríamos a las autoridades pensando que podían ayudar, pero te das cuenta de que estás solo y que debes ayudarte a ti mismo porque nadie más vendrá a hacerlo.

¿Se les hace difícil competir como industria nacional con multinacionales (Minerva, Marfrig) que tienen otra espalda para operar en el negocio antes situaciones complejas?

Uruguay es un país pequeño, no tanto como a veces creemos, pero sigue siendo pequeño. Hay muchas industrias y creo que tenemos la capacidad de sostenerlas, pero debemos trabajar para eso. En ese contexto, no importa tanto si hay empresas extranjeras o nacionales; deberíamos poder sostenernos todos en este escenario. Pensando en la agroindustria, que como todo el mundo dice, es el motor del país y da de comer a miles de uruguayos, ¿por qué no empezamos a trabajar y pensar en proteger esa industria? Es una de las pocas que van quedando, y creo que a nivel del Estado se podrían hacer más cosas para protegerla. 

¿Qué acciones se pueden tomar para preservar la industria?

No se trata de impedir la llegada de empresas extranjeras, porque ellas tienen su negocio y, si les sirve, trabajarán aquí, y si no les sirve, no lo harán. Nosotros, en cambio, somos cautivos de este país, vamos a estar siempre acá y no tenemos un plan B. Obviamente, es un mercado libre, y está bien que así sea. Te digo esto y no tengo una respuesta clara de qué hacer, qué medidas tomar. Solo te menciono cosas que veo y que me gustaría que el próximo gobierno tuviera en cuenta. 

Elizabeth Misa, directora del frigorífico Las Moras. FOTOS: Nicolás Garrido.

Hay deberes para hacer entonces ... 

Todo el mundo cree que nosotros podemos resolver todo y que no tenemos problemas, pero no es así. Los problemas existen, y los mismos que puede tener una industria nacional, también los tienen las empresas extranjeras. El país, a mi entender, debería brindar un soporte más sólido, especialmente al pequeño productor. Es él quien genera la materia prima que sustenta toda esta industria. Creo que necesitamos empezar a trabajar desde allí, porque eso es lo que falta. 

¿Qué nivel de actividad se puede tener en este 2025?

En cuanto a la capacidad de abastecer la industria, veo un escenario complicado. Si observamos los números, creo que no tendremos la capacidad para abastecer la demanda global de carne en 2025, porque habrá falta de ganado en Uruguay. Muchos animales se están yendo en pie, y aunque entiendo que las soluciones que se están planteando son buenas para los productores, en algunos casos creo que no está claro cómo esto afectará la disponibilidad de materia prima a largo plazo. Entiendo que los productores, al estar en una situación compleja, buscan soluciones inmediatas, como vender el ganado para no depender de factores como el clima o las pasturas. Esto les da el flujo de efectivo que necesitan, pero a la vez, puede generar dificultades en la cadena de suministro a futuro. Si queremos que el productor criador logre ascender en la cadena de valor y que, de esa manera, toda la cadena derrame beneficios en la sociedad, no podemos permitir que se sigan enviando tantos animales en pie, como está ocurriendo ahora. Además, Uruguay depende mucho del bienestar animal, y enviar animales en pie va en contra de ese principio. Estamos borrando con el codo lo que escribimos con la mano. Este es un tema que ha generado repercusiones y seguimos explorando cómo manejarlo de manera responsable. Lo que me preocupa es que, en 2025, veremos una mayor demanda de carne, y no creo que podamos seguir siendo los principales abastecedores si no abordamos estos problemas. Esto va a afectar no solo la capacidad de abastecer, sino también la calidad y la sostenibilidad de la industria a largo plazo.