Nació en el medio de la puna salteña en un salar que hoy es propiedad de una de las mayores mineras del mundo. De niño, escuchaba a los caciques de su comunidad hablar constantemente en contra de la minería, pero cansado de la falta de oportunidades, decidió empezar un emprendimiento para meterse en la cadena de proveedores de esta pujante industria.
"Quería romper con los esquemas y soñar. Me cansé de vender cualquier cosa en el Tren de las Nubes o que los turistas me saquen una foto con una llama y me den una propina de lástima", recuerda Luis Vacazur en una entrevista con Forbes.
Luego de casi 30 años en el rubro de logística minera y tras comenzar con una sola combi, el empresario que se reconoce como originario y de origen colla logró consolidar una compañía con una flota de 80 vehículos que factura unos 10 millones de dólares al año.
¿Cómo empieza tu historia?
Yo nací en San Antonio de los Cobres y crecí como parte de la etnia Colla. Naturalmente, el originario o el nativo tiende a tener una confrontación con las empresas mineras que llegan a la región, pero por una cuestión de idiosincrasia y por falta de información. Nuestros caciques a nosotros nos decían que las mineras llegan, se llevan todo y no dejan nada, el típico discurso del lugareño o del nativo. Al principio, los admirábamos. Pero un día, al ver pasar camión, al ver que crecía la minería, decidimos arrancar con un emprendimiento de transporte de logística en la región. Dijimos, vamos a romper los esquemas, vamos a ser soñadores. Y allí empecé a viajar un poco a Calama, en Chile, y no podía creer la magnitud del movimiento logístico.
¿A qué te dedicabas hasta ese momento?
Yo siempre fui vendedor. En general, le vendía rocas volcánicas o pedazos de sal a los turistas que iban a visitar el Tren de las Nubes. Lógicamente, también teníamos llamas, teníamos cabras y el turista venía, te sacaba una foto al lado de la llama y te daba una propina.
¿A qué edad decidiste apostar por tu emprendimiento logístico?
Yo los 20 años dejé la calle y me fui a trabajar con mi primo que tenía un transporte de carga. Con muchos préstamos de amigos, de padrinos y de mi hermano mayor, me logré comprar mi primera combi. Llevaba desde músicos, equipos de futbol, iba a las paradas de las terminales de micros y cuando se llenaba el colectivo le ofrecía lugar a la gente que quedaba afuera.
¿Y cómo te metiste como proveedor minero?
Lo recuerdo perfectamente. El 18 de octubre de 1999 hice mi primer servicio de transporte de pasajeros mineros. Yo tenía 22 años y fui el contratista más joven de Argentina de la empresa Río Tinto. Hace rato que quería meterme en la minería y les insistía todas las semanas. Ellos no me prestaban atención porque ya tenían el servicio contratado, pero un día se les rompe la combi y se acuerdan de ese pesado que les tocaba la puerta una vez por semana. 'Vení, te vamos a hacer una prueba', me dijeron. A la gente le encantó porque, como yo también era canillita, les regalaba los diarios de ese día. Así que probamos un mes, después probamos un año y así seguimos hasta hoy. Ya pasaron 25 años.
¿Cómo te pudiste expandir?
Esa fue la parte más difícil. Primero, debía mucha plata y gastaba más de lo que me ingresaba. Estaba fundido, casi me quitan la combi cuando me agarró la crisis del 2001. Ese año me volví a endeudar para comprarme una segunda combi que, por la devaluación del 2002, la terminé pagando 3 o 4 veces más cara. Imaginate que éramos una empresa que no tenía solvencia, no tenía acceso a crédito, no teníamos formación académica ni financiera. Entonces nos tocaba vender cheques y pagar los vehículos caros con intereses caros. Por suerte nos pudimos recuperar y cada año fuimos aprendiendo más.
¿Cuándo fue el punto bisagra de crecimiento?
En el 2010 ya teníamos ocho vehículos de pasajeros y decidimos crear la división cargas. Ya, en 2013, más acomodados, decidimos armar la primera cámara pyme de los pueblos originarios. Porque ya empezábamos a entender un poquito de las finanzas, de los bancos, del desarrollo propio de los proveedores.
¿Cuál era el objetivo de la cámara?
Queríamos que haya un desarrollo socioeconómico en la región, que la gente también pueda emprender, armar su catering, su lavandería, alquilar camionetas, educar a sus hijos para que sean profesionales. Esta cámara que nos ha permitido sentarnos con presidentes como Mauricio Macri, con secretario de Minería de la Nación, con ministros de diferentes gobiernos. Entendimos que para que haya desarrollo, tenemos que integrar a todos los eslabones y promover el compre local con proveedores de la región. Para eso, en el 2016 planteamos la primera ley del compre local que hasta hoy generó más de 600 proveedores.
¿Cuántos socios tienen?
Hoy tenemos 72 socios, todos de pueblos originarios. De los que arrancamos primero, ninguno tiene menos de 100 empleados.
¿Cómo está tu empresa hoy?
Muy bien, GVH tiene una flota de unos 80 vehículos y una facturación de aproximadamente 10 millones de dólares al año. Nuestra actividad principal es logística en alta montaña. Hacemos cargas, guía escoltas, transporte de pasajeros y nos especializamos en manejos de emergencias químicas. También contamos con ambulancias para brindar un servicio de soporte medico en movimiento para servicios logísticos, tenemos equipos para brindar asistencia en accidentes en ruta, equipos de prevención de incendios, servicios de cargas frágiles y hasta chárters aéreos.
¿Qué pensás sobre los cuestionamientos ambientales que se le achacan a la minería?
Vos te imaginarás que no es común escuchar una cámara pyme de pueblos originarios que apoye a la minería. Eso, naturalmente, nos ha llevado a tener muchos conflictos con algunos caciques, con muchas personas. Yo lo relaciono con falta de formación, falta de conocimiento, falta de visión y falta de compromiso. Cuando hablan de si la minería le hace bien a nuestro pueblo o no la respuesta es muy simple. Sin minería, ¿de dónde íbamos a sacar los empleos de todos los emprendedores y los trabajadores de la puna? Hoy en la Cámara empleamos a más del 15% de la población de San Antonio de los Cobres. Antes, los que terminaban el secundario se iban a las grandes ciudades, lavaban copas en las grandes ciudades o eran repartidores de pizza. Hoy nos da gusto contar que esas familias están volviendo porque gracias a la minería hoy hay oportunidades de desarrollo, hay oportunidad de trabajo, hay oportunidad de crecimiento. Antes, los chicos de mi pueblo querían ser maestros, gendarmes, policías o bomberos. Hoy, los chicos juegan a ser empresarios. Hoy muchos chicos quieren ser Luis Vacazur.