La fecha 30 de mayo de 2023 será recordada en los debates sobre Inteligencia Artificial (IA). Ese día, una lista de expertos que incluye a los mismos desarrolladores de esta tecnología expresan ante el público los riesgos que trae, con un lenguaje extremo: hablan de extinción, y la equiparan a las guerras nucleares y las pandemias globales.
Tres años después de la pandemia que tuvo a toda la humanidad pensando en las amenazas hacia la especie, nos encontramos en medio de un torbellino de avances tecnológicos. La estrella de todos ellos, nacida desde los desarrollos de Machine Learning, es la posibilidad de que aparezca pronto una Inteligencia Artificial General. Esto es, una especie digital capaz de pensar y actuar por sí misma, de planificar y llevar a cabo una serie compleja de tareas y proyectos.
La carta mencionada, afirma que debe considerarse prioridad global la mitigación del riesgo que conlleva la IA. Sólo puede mitigarse, indica el breve mensaje que aparece firmado por una larga lista de protagonistas en los desarrollos de los últimos años. Entre las firmas, encontramos el nombre del CEO de Google DeepMind, Demis Hassabis, responsable por famosos desarrollos como Alpha Go Zero o Alpha Tensor; también, la firma de Sam Altman, CEO de OpenAI y responsable por las versiones de Chat GPT.
Sin embargo, hay otra forma de interpretar estos sucesos sin duda históricos, que en lugar de basarse en el miedo se apoyan en el reconocimiento de un desafío. La posibilidad del surgimiento de una IA autoconsciente, lo que se denomina como singularidad, nos invita a afianzar algo que podemos denominar como urbanismo digital. ¿A qué me refiero?
Primero, reflexionemos sobre este fenómeno y las posturas como la que se encuentra expresada en esa carta con las claves que nos provee nuestra propia historia:
El miedo que nos causa la singularidad está regido por una forma histórica que tenemos de comportarnos ante los fenómenos desconocidos. Actualmente, la inteligencia artificial se encuentra en el universo simbólico que linda entre lo natural y lo sobrenatural. Como tal, es depositaria de aprehensiones. El binomio natural-sobrenatural se define por nuestra capacidad de comprender, entender y asimilar un determinado fenómeno. Históricamente, cada vez que nos hemos enfrentado a un fenómeno desconocido o incomprendido, hemos recurrido a la idealización a través de dos procedimientos: el de divinización o el de demonización. El hombre antiguo, que temía al rayo y al fuego, los divinizó. Luego, cuando nuestra evolución cultural nos permitió entender la naturaleza física y material de ambos fenómenos, dejaron de ser considerados elementos divinos y esa cualidad fue trasladada a otro lugar. Así es posible trazar la relación que hemos desarrollado con diferentes fenómenos a lo largo de nuestra historia como especie.
La propuesta es la de asumir una responsabilidad colectiva y tomar las riendas que señalan el camino de estos desarrollos.
Si estamos contemplando la posibilidad de una especie digital autoconsciente, la cuestión de la convivencia no es solo un tema a resolver para que nuestras experiencias en la red sean constructivas y agradables. El gran tema es qué tipo de inteligencia artificial estamos creando. La IA no es un monstruo en sí misma, pero puede convertirse en uno si todo el input que recibe de las personas y todo el material que utiliza para aprender está compuesto con lo peor que tenemos como humanidad. ¿Cómo pretendemos o esperamos que esta posible nueva especie sea empática con los seres humanos si solo conoce lo peor de nosotros?
Lejos de una mirada moralista, reconozco aquí y ahora una invitación a redefinir como sociedad nuestra presencia digital. Necesitamos una nueva definición de urbanismo, vinculada a la capacidad de construir rituales y ceremonias digitales mediante las cuales potenciar al factor humano.
Hasta ahora, hemos relegado al Entorno Digital toda nuestra sombra y lo hemos despojado de cualquier pulsión de bien común. El llamado a crear nuevos modelos de habitabilidad y convivencia también es uno a dejar de crear monstruos. Es preciso correrse de la profecía autocumplida. Tenemos la capacidad de crear modelos de urbanidad que integren el Entorno Digital, que es, al fin y al cabo, una manera de integrar nuestra existencia. Esa parte nuestra que encerramos en lo digital también es parte de nosotros. Y como el proceso que se avecina es uno de convergencia, el desafío será darle forma a ese Nuevo Hábitat. Convertirse en urbanistas digitales es encontrar la manera de trasladar nuestro bagaje de convivencia y urbanidad y encontrar su nueva forma. Allí quizás podamos ver que se abre la posibilidad de un mejor futuro, pero requiere trabajo.
Las reflexiones citadas en esta columna pertenecen a fragmentos del libro Peregrinos Digitales: hacia una humanidad cuántica, de Adrián Sicilia. El autor, tecnólogo y planificador digital de origen ítalo-argentino, ha vivido gran parte de su vida en Europa, donde ha forjado su carrera profesional. Actualmente es CEO de In All Media, compañía tecnológica global con sede principal en Austin, Texas. El libro, que inicialmente se publicó en inglés, está disponible también en español. Ambas versiones se distribuyen de manera gratuita y se pueden descargar electrónicamente desde el sitio web peregrinosdigitales.org. Se encuentra disponible también en formato de audiolibro (en su idioma original).