Startups: cómo no morir en el intento
Hernán Petitti Technology Architect y Business Development de Ingenia
Hernán Petitti Technology Architect y Business Development de Ingenia
Es una realidad, más del 50% de las startups fracasan en sus primeros cuatro años. Sin embargo, esta estadística del BID nos ofrece un dato menos alentador: solo 1 de cada 10 startups sobreviven al tercer año.
A pesar del riesgo y la adversidad estadística, los fondos de inversión, ansiosos por detectar ideas de negocio disruptivas y con alto potencial de crecimiento, lograron en los últimos años convertir a nuestro país en uno de los principales “criaderos” de unicornios, como también de startups inminentes con gran futuro.
Existen varias empresas jóvenes con potentes inyecciones de capital, y un largo trayecto por recorrer, que necesitan ser certeras a la hora de dar sus próximos pasos, para poder capitalizar la confianza invertida en ellas.
Sin embargo, el gran desafío y el más difícil es la implementación. La mayoría de los emprendedores poseen poca experiencia y no cuentan con conocimientos previos y, muchas veces, a la hora de pensar un posible negocio, se enfocan en encontrar un “problema para una gran solución” en lugar de resolver un problema frecuentemente insatisfecho aportando valor.
Esto se suma a la falta de sensibilidad técnica, ya que es común que se cree una startup con una idea sobresaliente y disruptiva desde la perspectiva del negocio, pero dejando fuera de foco una arista principal del emprendimiento, al no tomar en cuenta las implicaciones y complejidades de armar un equipo con conocimiento, expertise y compromiso técnico para materializar la solución/servicio.
El tropiezo más crítico en las startups argentinas radica en la falta de capacidad de adaptación al cambio. Apostar por una cultura del error positiva/constructiva, aprender del fracaso y compartir los errores rápidamente es parte importante del éxito, aunque también es indispensable buscar la satisfacción del cliente y reunir un equipo 100% comprometido con el proyecto.
Es importante contar con perfiles idóneos que conformen el “dream team” que una startup requiere: el “Cráneo Tecno", alguien que sepa de tecnología y sea capaz llevar la agenda técnica del equipo; el “Owner del Circo", con experiencia y criterio para la toma de decisiones; el "Veterano de Guerra”, alguien en el equipo con muchas cicatrices en el mercado, entendiendo necesidades y tendencias; el “Optimista del Gol", que no solo sabe de tecnología, sino que hace de la venta consultiva un arte y es indispensable para mostrar el valor de nuestro producto al cliente y materializar los contratos. Además de otras figuras, como el “Yoda", la persona que funcionará como speaker en conferencias y meetings de la industria; el “Numerólogo", que opere como director financiero; y los “Nerds Apasionados” que puedan estar 100% comprometidos comercial, técnica y filosóficamente con la idea / misión del emprendimiento.
Más allá de los aspectos a mejorar, un punto sobresaliente de las startups argentinas es el capital humano: somos expertos en salir adelante en escenarios de adversidad. Las complicaciones en la realidad económica de Argentina son variadas y casi todas relacionadas con la burocracia, tanto legal y laboral, como financiera. Las reglamentaciones muchas veces son obsoletas y hay que encontrar formas de adecuarse a las “reglas del pasado” con productos que no encajan en ninguna categoría.
En un entorno cambiante e incierto como el que estamos viviendo, es necesario que las empresas cuenten con recursos que les permitan adaptarse de forma rápida a las novedades. En este sentido, son cada vez más las organizaciones que utilizan el método Agile en sus procedimientos internos, lo que les permite desarrollar sus proyectos con más rapidez y flexibilidad de la que podría esperarse de una multinacional o gran empresa. Para que una startup salga adelante hay tres aspectos que son clave: mejorar constantemente la satisfacción del cliente, potenciar la motivación del equipo e innovar eficaz y eficientemente (tiempo y costos).
*La columna fue escrita por Hernán Petitti, Technology Architect y Business Development de Ingenia