¿Quién puede afirmar con certeza que alguien más que Francis Ford Coppola podría hacer de la maravillosa obra de Mario Puzo ese tótem épico que es hoy? ¿Quién podría, del mismo modo, estar realmente seguro de que el propio Puzo, fallecido en Julio de 1999, alguna vez dimensionó el enorme aporte que hizo su obra en campos como el liderazgo, el management, la psicología de grupos y la política (entre otros) toda vez que sus frases y diálogos son citados para ilustrar múltiples fenómenos humanos de una vigencia y permanencia absoluta?
Este es el caso de esta nota que centra su atención en el último intercambio que Vito Corleone, pronto a fallecer, mantiene con su hijo Michael, cuando acercándose a su oído pronuncia la frase que pasaría, desde entonces, a ser uno de los símbolos absolutos de la traición humana: Quien te hable de tener esa entrevista con Barzini, ese es el traidor.
Mucho se ha comentado sobre este fragmento, sin embargo, no muchas veces se dimensiona la profunda lección que aquél que otrora fue el poderoso Padrino en la ficción de Puzo, lega a la posteridad. Y esto, porque en ese consejo sabio de Vito a su hijo, se manifiesta no solo la preocupación de un padre por la supervivencia de su hijo, sino al mismo tiempo, la unción que él, habiendo sido amo y señor absoluto de la famiglia Corleone, hace sobre Michael, sucesor y garante de la permanencia de todo aquello que ha construido.
Desde ya que los casi cuatro minutos que dura ese último intercambio entre padre e hijo tiene otras sutilezas de una riqueza tan grande que podrían inspirar muchas otras reflexiones, sin embargo, la observancia de lo trágico que suele resultar en el ámbito público y privado el problema de la sucesión de poder nos invita a poner especialmente el foco en esta escena y aprender de ella.
Mucho se ha escrito en el ámbito de lo público sobre los impactos que las transiciones de liderazgos tienen sobre la economía, la paz y, por ende, sobre los pueblos. Ya sea en la antigüedad clásica como en la medievalidad e, incluso, en nuestro mundo actual, los vacíos de poder y la lucha por ocuparlos suelen desencadenar efectos imprevisibles que, en el marco de la actual globalización, tienen impacto en prácticamente todas las latitudes.
Quién no lo crea así que observe la atención suscitada, en todo el globo, sobre el Congreso del Partido Comunista Chino, cuando Xi Jinping, haciendo gala de un poder sin igual, hizo retirar frente a cientos de millones de personas, en una escena que quizá ni el propio Puzo se animó a escribir, a su antecesor Hu Jintao, uno de los responsables inequívocos del gran avance de la nación asiática de las últimas décadas.
Sin embargo, pocas veces se habla del impacto que el mismo fenómeno suele tener dentro de las empresas familiares, cuando los fundadores descuidan ese inevitable momento en el que el paso del tiempo hace necesario comenzar a pensar en dar un paso al costado y dejar que se haga cargo de liderar su delfín (terminología derivada del título nobiliario que desde 1350 hasta 1830 fue reservado a los príncipes herederos al trono de Francia que fuesen hijos legítimos del monarca).
Nadie dice, desde ya, que esa decisión lógica y derivada de nuestra propianaturaleza mortal, sea fácil. En la escena entre Vito y Michael puede observarse fácilmente, a través de la maestría de Marlon Brando, como pesa sobre el otrora Padrino no solo la nostalgia de aquello que fue, sino también el arrepentimiento por lo que pudo haber sido y la certeza de aquello que, inevitablemente, será. Sin embargo, justamente por cargar sobre sí toda esa
desgarradora conciencia es que ese consejo para garantizar la vida de su hijo cobra el valor que realmente tiene.
Aun así, tanto monarcas, presidentes, padrinos, empresarios y padres, muchas veces son víctimas de un ego mal trabajado y se aferran a sus puestos de decisión como si con tal acción pudiesen sosegar el inexorable momento de su muerte (física o simbólica). Cuando tal sucede, no solo se producen los conflictos de poder que mencionaba anteriormente, sino que al mismo tiempo se corroen las estructuras de liderazgo producto tanto de las internas de
poder, como del hecho de que en un mundo que avanza a una velocidad vertiginosa, la renovación de dirigentes es casi un mandato absoluto en todos los ámbitos por igual.
Es en esos instantes cuando cobran sentido aquellas enigmáticas lecciones en las que han coincidido, desde sus respectivas cosmovisiones, la Biblia, Freud y Jung, entre otros.
A modo de ejemplo, múltiples son las interpretaciones que a lo largo de las décadas se han hecho del enigmático pasaje bíblico en el que Jesús, símbolo inequívoco de paz y amor, pronuncia: No he venido a traer la paz sino la espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra, y cada uno tendrá como enemigos a los que conviven con él". (Mt 10,34-36)
El desafío, para quién se adentra en los evangelios, es el cómo conciliar la figura del Jesús que promueve, a lo largo de aquellos pocos años que conocemos de su vida, la tolerancia, la apertura del corazón y el alma, con este otro que sin miramiento nos habla de enfrentarnos con aquellos que nos han criado o que convivimos. Sin embargo, desde la perspectiva que inspira esta nota, podríamos interpretar sin esforzarnos mucho, que justamente aquél que vino a traer al mundo este cambio de paradigma que nos rige hasta hoy, era plenamente consciente que la primera resistencia a vencer por esos fieles que
comenzaban a seguirlo estaría dada por los más cercanos a ellos.
Y esto último, no por una cuestión de maldad, sino por una derivación natural y lógica de esa necesidad de estabilidad y permanencia que experimentan los padres, como símbolos de las estructuras tradicionales. Una reflexión similar nos lega Sigmund Freud cuando habla de matar al padre. Expresión que ha causado enorme controversia a lo largo de las últimas décadas, al igual que aquella otra extraída de la Biblia, pero que no hace otra cosa que señalar la imperiosa necesidad psicológica que deben enfrentar los jóvenes al momento de encontrar dentro de sí su esencia individual apartándose de los mandatos y castraciones que sus padres, muchas veces de forma inconsciente, derraman sobre ellos. Ese duro parricidio no es otra cosa que el equivalente a ese enfrentamiento que Vito evade, con profunda sabiduría.
Por último, también el Tarot, en su sexto arcano mayor, los enamorados, representa arquetípicamente esa decisión fundamental de dejar atrás las estructuras tradicionales, especialmente las familiares, para encontrar el verdadero sendero personal y manifestar en lo concreto aquello que cada individuo tiene para aportarle a este mundo. O al menos así lo explicaba Carl Gustav Jung, uno de los discípulos más excéntricos del fundador del psicoanálisis, que se valía de dichas fuentes esotéricas para ilustrar eso mismo que la Biblia y Freud: el poder liderar, no solo pirámides jerárquicas sino incluso a nosotros mismos, muchas veces implica una decisión dolorosa que no puede tomarse con la anuencia de aquellos que, paradójicamente, nos aman o amamos.
Sirvan los ríos de tinta vertidos al respecto, las losas teñidas de sangre durante toda la historia, y la enorme cantidad de emprendimientos humanos arruinados por este fenómeno, para que ese breve intercambio entre Vito y Michael adquiera la dimensión que realmente tiene en nuestro día a día.