Que la solución de hoy no tape los problemas del largo plazo
Marina Dal Poggetto Economista y directora ejecutiva de Eco Go Consultores
Marina Dal Poggetto Economista y directora ejecutiva de Eco Go Consultores
El ingreso de Massa al Ministerio implicó un ordenamiento de la coalición de gobierno que, sin escalas, pasó de cascotear el acuerdo con el FMI –mientras el giro de las lapiceras entre Cristina y Alberto volteaba ministros y la implosión del mercado de deuda en pesos del 8 de junio disparaba la brecha cambiaria– a convalidar sin decirlo un ajuste fiscal y monetario.
Sin embargo, lo que en agosto de 2020 –con una brecha cambiaria en 70%, un dólar oficial $35/40 más alto que el de hoy en términos reales, un rezago tarifario significativamente menor al actual y una tasa de interés de la deuda en dólares recién reestructurada sin holdouts en 11% (en vez del 35% actual)– hubiera generado euforia hoy no alcanza para estabilizar. Entendiendo por esto:
a) Frenar una inflación que hoy se mueve al 6/7% mensual.
b) Una consolidación fiscal que no dependa de la aceleración inflacionaria frente a la mitad del gasto indexado al pasado.
c) Acotar el riesgo de transición de la deuda en pesos y suavizar la pared de vencimientos previa a las elecciones de 2023.
d) Limitar la emisión de pesos endógena de las LELIQ.
e) Conseguir dólares genuinos para mejorar el balance del BCRA más allá de los mecanismos que se conocieron para adelantar liquidación de stocks de exportaciones y/o postergar pagos de importaciones.
Por lo pronto, mientras la inflación hace el trabajo sucio y el BCRA persiste con un crawling peg cada día más elevado, Massa lanzó un Programa de Incremento Exportador para poder apuntalar las reservas internacionales, tras las fallidas ideas del Fondo de Qatar, el repo con bancos y el esquema creado a través de la instrumentación de una letra en dólares a una tasa de 7,5% (SOFR+500 pbs) para que las cerealeras tomen prefinanciación de exportaciones en bancos del exterior y compren esta letra.
Finalmente, la opción recayó en lo tradicional, donde con una depreciación transitoria y encubierta a la soja se liquidarían US$ 5.000 millones, a lo que se suma que se hayan destrabado los desembolsos del BID por US$ 1.200 millones. Partiendo de reservas netas en US$ 3.000 millones después de 8 días de compras por US$ 2.000 millones, volviendo a frenar los pagos de importaciones, y contabilizando los desembolsos del BID y los desembolsos netos del FMI, las reservas alcanzarían a fin de septiembre los US$ 5.000 millones, cerca de los US$ 6.425 millones comprometidos.
No obstante, la solución encontrada solo es de corto plazo (las divisas que sobran hoy faltarán en el último trimestre del año) y no cambia la brecha (o impacta solo en el corto plazo), con lo cual los incentivos a seguir liquidando dólares van a seguir siendo negativos. El 1° de octubre la dinámica nos encontrará con más reservas, pero también con más deuda comercial en dólares y más pesos emitidos.
A esto se suma que en 2023 las necesidades de dólares seguirán siendo elevadas. La nación tiene que cancelar US$ 8.000 millones netos de los desembolsos del FMI. Número que podría reducirse a US$ 3.500 millones si efectivamente se concretan en tiempo los anuncios de desembolsos de organismos por programas y un nuevo aporte del FMI por el fondo de resiliencia.
Con un horizonte del gobierno más corto y una nominalidad cada vez más alta (paradójicamente necesaria para que las variables no se terminen de desanclar), las chances para estabilizar y tener efectos reales antes de la elección no están. Manteniendo el statu quo actual, difícilmente la inflación cierre en 2022 abajo del 100% (tomando el 56% de inflación hasta agosto y nuestra medición de 6,3% en septiembre, se requiere que se estabilice en 6% mensual para alcanzar ese número).
Con la indexación de contratos achicándose y todas las variables corriendo más rápido (dólar, tarifas, combustibles), difícilmente la inflación se ubique debajo de la de este año en 2023. Cuánto más alta va a depender del esquema que busque el gobierno para ir administrando la escasez de dólares.
Por el contrario, la economía crecerá algo más en 2022 con importaciones que siguen sin frenarse. Aunque con un arrastre neutro para el próximo año y la necesidad de reducir la absorción doméstica para conseguir los dólares que permitan hacer frente a los vencimientos, el margen para crecer en 2023 está limitado.
Del lado de la demanda, dependerá de cómo los salarios y otros ingresos (jubilaciones y planes) corran detrás de una inflación que se acelera en una economía a la que le sobran cada vez más pesos, no acumula reservas genuinas y hay dudas sobre el respeto de los contratos de pesos en una futura gestión que son los que brindarían la cobertura y podrían descomprimir la brecha como ocurrió en 2015.