Hasta el año 2000, México había sido un estado de partido único durante 71 años. Hubo elecciones, pero los resultados estaban predeterminados. El presidente, que cumpliría un mandato único de seis años, elegiría personalmente a su sucesor. El candidato ungido seguiría las formalidades de una campaña, pero el resultado nunca estuvo en duda. Ganaría por goleada. Este monopolio, a menudo políticamente corrupto, terminó a principios de este siglo cuando una combinación de una clase media en crecimiento y una profunda insatisfacción política llevaron a la oposición a ganar la presidencia.
México desarrolló un sistema político pluralista. Pero el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, conocido popularmente como AMLO, ha trabajado incansablemente para socavar los pilares de la democracia con el fin de aplastar a la oposición y hacer de México nuevamente un país de partido único. Los titulares se centran en que la ganadora de las elecciones presidenciales, Claudia Sheinbaum, será la primera mujer presidenta de México. Ella también es judía, algo sorprendente en un país católico tradicional. En el pasado fue elegida personalmente por el saliente López Obrador, quien ha trabajado asiduamente para socavar las instituciones independientes y sofocar la oposición política genuina. Una agencia crítica se llama Instituto Nacional Electoral (INE).
Este organismo autónomo actúa como árbitro electoral para campañas y elecciones. AMLO lo odia y quiere castrarlo porque, con razón, lo ve como un obstáculo para convertir a su partido, llamado Morena, en el poseedor del monopolio del poder. En estas recientes elecciones no solo Sheinbaum triunfó en un lado terrestre sino que además el partido Morena parece ser uno de los que necesitaban votos en ambas cámaras del Congreso para cambiar la Constitución.
El futuro del INE es ahora sombrío. No podrá detener los intentos del gobierno de asfixiar a la oposición. Los medios también enfrentarán más presión para cooperar, ya que una abrumadora mayoría en el Congreso hizo posible las medidas deseadas por AMLO para socavar la independencia del poder judicial. Como protegida de AMLO, y sabiendo que sigue siendo una potencia popular, Sheinbaum parece dispuesta a aceptar tales medidas antidemocráticas.
Tanto AMLO como Sheinbaum creen en una economía dominada por el gobierno. No son fanáticos de la libre empresa. Quieren el control gubernamental de la electricidad y las telecomunicaciones en violación del acuerdo comercial con nosotros y Canadá. AMLO quiere dejar afuera a nuestros inversores privados en exploración petrolera y generación de electricidad. Dado que el nuevo congreso se inaugura un mes antes que el nuevo presidente, AMLO podría intentar sus medidas dictatoriales mientras aún esté en el cargo. De cualquier manera, socavar la democracia y el libre mercado socavará el futuro de México. Son malas noticias para nosotros.