Por qué la industria del oil & gas enfrenta la paradoja de disfrutar un buen presente que, a su vez, le impide planificar un futuro mejor
El sector necesita replantearse hacia dónde va el consumidor y cuáles son las tendencias energéticas si no quiere correr el riesgo de sufrir una disrupción por parte de algún outsider, como ya ocurrió en la industria automotriz.

La paradoja: el futuro de la industria energética está cada vez más lejos del petróleo y el gas y, al mismo tiempo, el petróleo y el gas continúan siendo la razón por la cual las empresas del sector están viviendo un excelente presente. Un botón de muestra: Guyana, un pequeño estado sudamericano que rara vez tiene lugar en las noticias internacionales, registró el año pasado el crecimiento más grande no sólo de todo el mundo, sino de toda la historia desde que se tienen métricas: 48%. ¿La razón? El descubrimiento de yacimientos petrolíferos en su territorio.

Sin embargo, este auge no durará para siempre. Las estimaciones indican que el consumo de combustibles fósiles continúa en niveles altos, pero también que ya alcanzó su tope, por lo que la tendencia, irreversible, es comenzar el camino de la declinación. Los consumidores empiezan a elegir nuevos caminos, alineados con el estilo de vida digital y la creciente preocupación por el medio ambiente: la autogeneración, las energías renovables y, los modelos de prestación "como servicio".

A esto se suma que las nuevas tecnologías de exploración y extracción extendieron el horizonte de las reservas. Dicho de otra manera: si hay más reservas y se consume menos, habrá disponibilidad (e incluso abundancia) durante más años, lo que probablemente llevará a una disminución en los precios. Y, como consecuencia de lo anterior, desaparecerán los incentivos para invertir en tecnologías tradicionales que promuevan el concepto de "más de lo mismo".

Llegó el momento de entender que el futuro de la industria no será monopólico, sino competitivo, y que la estrategia no puede centrarse en aumentar la producción de un producto que los consumidores elegirán cada vez menos y que, eventualmente, podría llegar a tener un valor nulo.
 

Transformarse para evitar la disrupción

Aparece en este recorrido un elemento clave que la industria debe poner en el centro: el cliente. Hoy, el sector está acostumbrado a que el consumidor compre lo que se le ofrece. Incluso, las compañías que producen nafta, por ejemplo, hasta tienen tercerizado el contacto con el cliente: el surtidor es la parte menos interesante del negocio. Sin embargo, la experiencia acumulada y las lecciones aprendidas, nos permiten ver que la centricidad del cliente es una de las piezas esenciales que aplican todas las industrias que, efectivamente, se transforman de cara al futuro.

Es hora de repensar la tecnología, no solo como una herramienta para producir más y mejor en formaciones que antes no eran rentables económicamente, sino como un habilitador de este cambio cultural. Tecnologías que permitan implementar modelos distribuidos de generación y distribución de energía, que lleven la producción hasta la casa del cliente, que aceleren la investigación de nuevas alternativas renovables, que ayuden a proponer nuevos modelos de entrega en grandes centros urbanos.

Aquí aparece una segunda paradoja. Las empresas del sector cuentan con los recursos para reinventarse. Pero, para lograrlo, necesitan dar estos pasos que implican, sobre todo, una enorme valentía. Adherirse a esta nueva agenda y cambiar el mindset más allá del petróleo y el gas propiamente dichos podría, incluso, entrar en contradicción con los objetivos del corto plazo. 

Pero no hacerlo es dejar la mesa servida para que, como ya ocurrió en otras industrias, un outsider produzca una disrupción y deje a todos los incumbentes lamentándose por no haber ganado la partida cuando todavía tenían las mejores cartas a su favor.