A medida que los países de América Latina y el Caribe dejan atrás la pandemia, cada vez hay más evidencia de que una de las maneras más efectivas de acelerar el crecimiento es empoderar a las mujeres. Los gobiernos están haciendo lo correcto al ayudar a millones de mujeres que se quedaron sin empleo durante la crisis y ahora necesitan adquirir nuevas destrezas para reintegrarse al mercado laboral. Pero también pueden dinamizar la reactivación si atienden las necesidades de un pequeño, pero muy estratégico, segmento de mujeres que nunca dejó de trabajar: las dueñas y gerentas de 1,3 millones de pequeñas y medianas empresas en la región.
Para ponerlo de otra manera, estas líderes operan un tercio de las pymes en nuestros países, por lo cual su éxito nos incumbe a todos. Sus empresas enfrentaban todo tipo de obstáculos incluso antes de la pandemia. El mayor siempre ha sido la falta de acceso al crédito debido a los prejuicios de género.
Muchos estudios muestran que las empresarias sufren más problemas para conseguir préstamos bancarios, a pesar de que son más propensas a repagarlos que sus pares masculinos. El financiamiento es especialmente vital para las emprendedoras en el campo de la tecnología. Antes de 2020, esta industria venía creciendo rápidamente en la región.
Según una encuesta realizada el año pasado por BID Lab, el laboratorio de innovación del Banco Interamericano de Desarrollo, entre 405 startups lideradas por mujeres, más del 80% de ellas habían sido creadas en los últimos cinco años y casi 70% habían contratado al menos dos empleados.
Casi dos tercios de las encuestadas dijeron que las dificultades para conseguir capital habían limitado sus oportunidades para crear y desarrollar sus negocios. Un 44% obtuvo financiamiento de fuentes muy cercanas como ahorros personales, familiares o amigos. Un porcentaje similar consiguió recursos de ángeles inversionistas, aceleradoras o incubadoras de empresas, incluyendo aquellas de origen estatal.
Aunque la disponibilidad de este último tipo de capital de riesgo ha estado creciendo lentamente, aún resulta demasiado escaso para las necesidades de la región. En el caso de las pymes lideradas por mujeres, la brecha de financiamiento se calcula en unos US$ 93.000 millones, según la Corporación Financiera Internacional.
La buena noticia es que muchas emprendedoras han sorteado estas dificultades con creatividad y empeño. Por su pasión por sumar clientes y abrirse paso en nuevos mercados, éstas representan precisamente el tipo de empresas generadoras de ingresos y empleos que desesperadamente necesitan nuestros países.
Ayudar a estas emprendedoras nos beneficiaría a todos, no sólo a las mujeres. Los réditos de empoderar a las empresarias --así como de darles empleo a más mujeres-- son enormes. Tan sólo equiparar los ingresos de hombres y mujeres en la fuerza laboral podría aumentar el PIB regional en 23%, sumando más de US$ 1 billón al ingreso regional para 2025.
No conozco otra medida de política económica capaz de ofrecer una tasa de retorno sobre la inversión tan impactante.
Es por ello que empoderar a las mujeres es fundamental para el futuro de la región. Para lograrlo a gran escala se necesitará un esfuerzo mancomunado de los sectores público y privado. Afortunadamente, no faltan oportunidades para lograr buenos resultados.
Durante los últimos años, el BID aprobó dos programas en Argentina que representan grandes esfuerzos para ayudar a cerrar la brecha de financiamiento a empresas de mujeres. El primero está enfocado en la recuperación y reactivación económica en un escenario post-COVID, el cual destina recursos financieros específicos a empresas lideradas por mujeres.
En el segundo, se incluyen recursos financieros y no financieros de apoyo al desarrollo empresarial de empresas de mujeres en la provincia de San Juan. Esta operación es un buen ejemplo para que otras provincias del país puedan también contemplar temas de género y de diversidad.
El BID también está ampliando su apoyo financiero y técnico a este tipo de iniciativas como parte de la Visión 2025, una hoja de ruta para alcanzar una recuperación sostenible e inclusiva. Colaborando con los sectores público y privado, podemos impulsar dramáticamente el emprendimiento femenino, creando empleos de calidad que beneficiarán a la región por décadas. Sólo necesitamos más aliados. Juntos podemos lograrlo.
*La columna fue escrita por Mauricio Claver-Carone, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Ha dirigido la respuesta sin precedentes del Banco ante el COVID-19, y la creación y la implementación de la estrategia Visión 2025, que prioriza la integración y el nearshoring; la digitalización; las pequeñas empresas; la igualdad de género, y el cambio climático para impulsar la recuperación y el crecimiento pospandemia. Abogado de profesión, fue asistente adjunto del presidente de EE.UU. y director senior de Asuntos del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU.. Anteriormente, fue director ejecutivo de EE.UU. ante el FMI. Como asesor senior de Asuntos Internacionales en el Departamento del Tesoro, ayudó a desarrollar la legislación para crear la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de los Estados Unidos.