Hay en estos días un saludable debate sobre las tarifas de electricidad en la Argentina. Proliferan los casos individuales que exhiben azorados el salto que encontraron en la factura eléctrica de sus hogares, comercios o industrias. La cuestión energética una vez más, llega a las portadas de noticias. ¡Bienvenida! Esto ayuda a mirar la realidad y tomar decisiones más informados.
¿Cuál es el costo de la electricidad? Hay tres grandes ítems que lo componen: el precio de generación ($GEN) que debe abonarse a los productores; el de transportarla hasta los centros de consumo ($TTE) que debe pagarse a los Transportistas y el de distribuirla al usuario final ($VAD) que debe recibir cada Distribuidora.
Normalmente, los Usuarios pagan a la Distribuidora montos suficientes para afrontar los tres costos. La infografía ilustra como la Distribuidora retiene su $VAD y envía a CAMMESA los $TTE y los $GEN, que ésta abona a los Transportistas y Generadores.
En los últimos años en Argentina rompimos esa normalidad. Todo el sistema fue desvirtuado. Como muestra el gráfico de abajo: los usuarios por debajo de la línea roja de guiones (la enorme mayoría) pagaba por su electricidad una suma inferior al costo real. El costo existía, pero no lo pagaba el que consumía ¿lo pagaba Dios?
No, los montos faltantes los pagaba también la ciudadanía. La cadena de pagos quedó rota, y se ataba con alambre volcando miles de millones de dólares de subsidios masivos e indiscriminados. El consumidor no se enteraba del costo, pero todos lo pagábamos.
Esta política de ocultar la realidad generó vicios adicionales. Como el Estado ponía la que falte para cubrir los costos, muchos desatendieron sus obligaciones. Usuarios que no pagaban facturas, distribuidoras que no pagaban la energía a CAMMESA (algunas llegando a extremos insólitos de adeudar más de 20 meses), desfinanciamiento del sector, necesidad de acudir a soluciones de corto plazo caras e ineficientes, el Estado interviniendo en todo y sofocando al sector privado, entre otros. Todo contribuía para que el Estado desembolsara más y más recursos públicos para cubrir las rotas cadenas de pagos del sector eléctrico. El destrozo de las cuentas públicas, el impacto en el déficit, en la emisión y en la inflación que ha generado esta política ha sido brutal.
Nótese en el gráfico de líneas que el costo eléctrico (línea roja doble) no se incrementó. Lo que ocurrió es que los usuarios (salvo hogares de recursos bajos y medios) comienzan a recibir en sus facturas montos más parecidos al costo real. Porque no existe el paga Dios. El importe de electricidad que no paga un usuario, lo pagaba la ciudadanía en su conjunto. Es comprensible que este darse cuenta genere debate y resistencia al cambio. Pero entendámoslo: aquello que como usuarios (hogar, comercio, industria, municipio, provincia) consumimos y no queremos abonar, no es que no se paga o lo paga Dios. Lo pagará otro en mi lugar.
En un país con casi la mitad de sus ciudadanos bajo la línea de pobreza, no parece razonable ni posible que el Estado subsidie la electricidad a hogares de ingresos medios o altos, comercios, industrias, municipios, provincias. Es importante y urgente recomponer la cadena de pagos del sector, decirnos verdad sin esconder los costos bajo la alfombra. Dejar atrás la idea de que la energía es un problema y transformarla en fuente de trabajo, desarrollo, valor agregado y divisas para Argentina.