Una carrera brillante arruinada por un amor de oficina. Mauricio Claver-Carone sabe muy bien de eso; abogado de trayectoria intachable, fue elegido presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en octubre de 2020, pero no llegó a terminar su mandato quinquenal: a los dos años lo destituyeron por incumplir las reglas del código de ética del BID. ¿Un soborno? ¿Algún negociado? ¿Trigo sucio? No, nada de eso. Mauricio cometió el error de enamorarse de una integrante clave de su equipo. Y no fue el primero (ni será el último) en pisar el palito: Steve Easterbrook, CEO de McDonald's, tuvo que renunciar a su puesto después de 20 años en la empresa. ¿El motivo? Un affaire con una de sus colaboradoras, aunque luego se comprobó que en verdad, tuvo cuatro affaires y por eso tuvo que devolver más de 50 millones de dólares de su acuerdo de desvinculación.
Lo mismo le ocurrió a Brian Krzanich, CEO de Intel por cinco años, destituido en 2018 por la misma causa. No hace falta mencionar el caso -con diferente final- de Bill Clinton y Mónica Lewinsky para reforzar el punto.
Estos casos citados tienen su correlato en nuestras tierras, en donde la pasión tiene la costumbre de gobernar nuestros actos como un titiritero invisible. En una reconocida consultora internacional se recuerda a un director que hacía dos fiestas de fin de año casi en paralelo: a una (la legal) asistía su esposa; a la otra (la clandestina), su amante.
Un poco más extremo es el caso de una firma de tecnología en la que se descubrió un amorío entre una vicepresidente y un gerente… en un funeral. O una empresa de servicios financieros en la que se enteraron del vínculo amoroso entre dos de sus directivos en un evento deportivo.
Tener un romance en la oficina ha sido desde siempre un tema tabú, una brasa ardiente con la que los directivos prefieren no lidiar o hacer oídos sordos.
Lo cierto es que, si se destapara la gran olla del romance corporativo, ¿cuántos quedarían exentos de haber tenido, al menos, un histeriqueo en su currículum vitae? Sin embargo, en muchos casos, las grandes empresas han sido inflexibles al descubrir un affaire en sus pasillos. La solución fue y sigue siendo terminante: uno de los dos debe abandonar la empresa. Una renuncia, un exilio forzoso para salvar al prójimo. Si Netflix hiciera una serie sobre el tema, tal vez batiría sus récords de audiencia.
Mente fría, corazón caliente
La constatación es matemática: muchos de nosotros pasamos más horas trabajando que en actividades personales: más almuerzos, más cafecitos, más reuniones, más complicidades, más contacto, más risas y más encuentros casuales en los tiempos libres… En definitiva: a veces la oficina tiene más pimienta en esas horas que en lo que ocurre cuando uno traspasa las puertas del hogar. Y, estadísticamente (por la cantidad de tiempo transcurrido), uno tiene más posibilidades de conocer al amor de su vida en la empresa que en un after office o haciendo las compras en el súper.
Compartir tanto tiempo con compañeros de trabajo genera empatía; las afinidades se cruzan, los gustos y estilos se encuentran. Al tratarse de perfiles personales y profesionales similares, las puestas en común decantan por sí solas. La atracción física o intelectual es una frutilla que espera a la vuelta de la esquina (o, en este caso, en la sala de reuniones).
Según una investigación reciente, ni siquiera el trabajo remoto puede impedirlo. La exposición constante genera preferencias, más allá de la ubicación geográfica, lo que puede explicar por qué el romance en la oficina ha sobrevivido en la era de la virtualidad.
También es verdad que las pasiones de oficina se encauzan en formas disímiles: relaciones fugaces que duran un suspiro, a escondidas de todos, o parejas que se consolidan y generan un vínculo duradero, desarrollando familias muy sólidas. En uno u otro caso (el touch and go o la pareja estable), el verdadero morbo consiste en haber iniciado una relación que nació clandestina, un secreto del que nadie puede enterarse, cuyo riesgo es muy concreto: que uno de los dos (o los dos) pierda el trabajo. Esa amenaza, ese peligro, también es un fuego difícil de manejar.
Ser colega de quien te hace feliz
Muchas veces, el peligro del que hablamos abraza algunas ventajas. Numerosos estudios demuestran que ser colega de la persona que te hace feliz genera mayor confianza e incrementa la energía positiva; como consecuencia, la productividad y la efectividad se ven beneficiadas. Pero el tema, que de por sí es apasionante, presenta múltiples aristas para profundizar. Estos son algunos planos susceptibles de análisis:
- Temporal: si el amorío comenzó antes de que ambas personas ingresaran a la empresa; o bien se inició cuando ya estaban trabajando juntas; o cuando ya no pertenecen a dicha organización (uno o los dos integrantes).
- Por el tipo de vínculo: si se trata de una pareja formal o si es una relación extraoficial; y si es permanente o casual. Los vínculos informales y casuales son los que generan mayor cantidad de historias y leyendas urbanas.
- Consentimiento: la otra variable a considerar es si las relaciones son consentidas o forzadas por alguna de las dos partes. Este tema es el más delicado y toca una cuestión sensible: el acoso y el abuso, tanto laboral como sexual.
- Nivel jerárquico: se debe considerar si los involucrados en el romance tienen la misma jerarquía; si pertenecen a áreas diferentes que no tienen conexión; o si se trata de un vínculo de jefe y colaborador. Cuando la atracción libera sus cadenas, puede trascender cualquier nivel jerárquico.
- Por la pertenencia organizacional: la relación amorosa se da dentro de la empresa o con un cliente, proveedor, competidor, organismo de contralor…; o incluso entre un candidato y un selector de talento.
Un ajedrez de cinco variables
Como podemos visualizar, son múltiples las situaciones que pueden darse en la combinatoria de cada una de las cinco variables mencionadas:
- Si el amor comenzó antes de trabajar es importante aclararlo a quienes tienen que tomar la decisión de ingreso. Si se produce cuando ambos integrantes ya son parte del ecosistema, se debe profundizar en cada uno de los aspectos del vínculo. Si se genera cuando ambos abandonaron la empresa, ya no es necesaria la intervención.
- Si el vínculo es formal y permanente, hay que analizar no sólo los conflictos de intereses, sino también las cuestiones legales, impositivas, beneficios, cobertura médica, licencias varias, etc. Por el contrario, lo que genera mayores complejidades son las relaciones extraoficiales y casuales, ya que las consecuencias pueden ser más nocivas y agravarse si existen familias de por medio.
- El consentimiento mutuo debe enfatizarse. Cuando la relación es forzada, es clave poder actuar con velocidad, generando todos los mecanismos de protección de la víctima y sanción al victimario. Estamos ante casos de acoso o abuso sexual, de extrema gravedad, y no pueden ser tolerados bajo ningún punto de vista. Tengamos en cuenta que hay investigaciones que señalan que una de cada cuatro mujeres fue víctima de acoso sexual -o intento- en el trabajo.
- Cuando el vínculo es de un jefe con un colaborador, el riesgo de generar inequidades, favoritismos y situaciones poco felices emerge velozmente, del mismo modo que el manejo de información confidencial. El pertenecer a otras áreas o ser cliente-proveedor u organismo de contralor también puede ser riesgoso porque se puede estar en presencia de incompatibilidades.
Los caminos a recorrer
¿Cómo proceder? ¿Cuáles podrían ser las hojas de ruta?
- Estar enamorado de alguien con quien uno interactúa tanto tiempo requiere de un carácter muy especial y de altos niveles de tolerancia. Hay que pensar que, más allá de la pasión inicial, también se debe convivir con el prójimo durante muchas horas al día.
- Los viajes, las celebraciones y las actividades especiales son momentos muy particulares para esas relaciones ocasionales, que pueden favorecerlas, ya que se genera un ambiente protegido. Ese entorno supuestamente seguro también puede convertirse en una situación de atrapado sin salida, especialmente cuando el consumo de alcohol se incrementa. En ese sentido, las fiestas corporativas de fin de año siempre son un caldo de cultivo ideal para nuevos romances.
- Es muy difícil distinguir el amor genuino del que es sólo para conseguir un favor especial, una posición o una promoción. Hay personas que sólo sacan ventaja de su poder ocasional para sacar provecho.
- El amor prohibido con alguien de la oficina que ya tiene establecida una relación formal es una de las situaciones más riesgosas que podemos barajar. La siguiente anécdota pinta muy bien el peligro al que nos referimos: un ejecutivo de una multinacional de consumo masivo se tomó un taxi para ir al encuentro de su amante (una colega de la oficina). Cuando llegaron a destino y el conductor bajó a abrirle la puerta y pegarle una trompada que lo dejó con un ojo morado durante varias semanas, se enteró que este era… el esposo de su amante.
- Si las reglas son bien claras y se definen mecanismos de regulación, estableciendo de antemano cómo se procederá ante una relación entre dos miembros de la organización, será mucho más simple transitar las situaciones.
- Ser cristalinos desde el principio fomentará la transparencia y la honestidad. En relaciones entre superiores y colaboradores de menor jerarquía, se sugiere una política de tolerancia cero. Si se trata de relaciones entre colegas de un mismo departamento, es recomendable que uno de los dos sea transferido de área o directamente abandone la empresa. La solución suena tajante, pero no son pocas las empresas siguen siendo inflexibles en este punto.
- Pensar en las repercusiones: en el caso de que comience un romance, ¿qué haremos? ¿Cómo procederá la empresa, para asegurar que el trato sea justo y equitativo?
- Siempre mantener el decoro y el profesionalismo.
- Decidir al inicio de la relación cómo se manejaría una eventual ruptura.
En diferentes circunstancias de la vida es importante distinguir los diferentes planos: el íntimo, el privado y el público. Comprender qué es lo correcto y tomar una decisión firme, más allá de que nos estén mirando o no, es fundamental. Somos libres de hacer lo que queremos, porque, como dice aquella frase, a veces el corazón tiene razones que la razón ignora. Sin embargo, siempre hay que tener en el horizonte una máxima ineludible: lo que no podemos evitar son las consecuencias que generamos con nuestros actos. Y esto aplica a la oficina, al hogar y a la vida misma.
* Alejandro Melamed es Doctor en Ciencias Económicas, speaker internacional y consultor disruptivo. Autor de ocho libros, entre ellos El futuro del trabajo ya llegó (2022), Tiempos para valientes (2020), Diseña tu cambio (2019) y El futuro del trabajo y el trabajo del futuro (2017).