Jeffrey Epstein, como muchos saben, fue un multimillonario estadounidense, que terminó condenado por una red de tráfico de menores en el mundo de élite. En estos días, el renombrado Epstein volvió a ser noticia porque se dio a conocer un listado de personas vinculadas a él en documentos judiciales. De acuerdo con la información oficial que ha trascendido, en la lista hay hombres y mujeres de distintas edades, preferencias sexuales y nacionalidades. Hay personas pertenecientes a diferentes industrias y actividades que, a priori, parecen tener poco en común, pero hay dos características que los unen: 1) su orientación ideológica de izquierda 2) sus grandes patrimonios.
En otras palabras, se trata de los famosos millonarios con culpa que, de una u otra manera, respaldan constantemente los aumentos de impuestos. Es común verlos en eventos reservados para gente de su fortuna (Davos, la gala del Met, etc) con carteles o remeras que tienen inscripciones ridículas como Tax the rich o In tax we trust. Aclaro, por si hiciera falta, que no hay nada de malo en ser millonario, pero sí lo hay en sentir culpa por ello y en alentar entonces la suba de impuestos. Sucede que estos millonarios con culpa han ido muy lejos con sus quejas y la realidad es que no sería para nada bueno para el mundo en general -y especialmente para los más pobres- que tuvieran éxito en su cruzada. Hay muchos argumentos, de diversa índole, para rebatir sus ridículos pedidos y, el objetivo de esta columna es, justamente, ponerlos en relieve. En pocas palabras, los argumentos que utilizan los millonarios con culpa se pueden rebatir así:
1. El sistema capitalista es el mejor sistema económico que ha visto la historia de la humanidad. Si bien genera cierta desigualdad entre clases sociales, es el que ha sacado un mayor número de gente de la pobreza, por lejos. Por lo tanto, no sería bueno para nadie, pero especialmente para los pobres, que son quienes más dependen del crecimiento de la economía, reemplazar este sistema por otro que busque mayor igualdad o una diferente, y por ende forzada, redistribución de la riqueza. Si algo muestran los números, es que en los últimos treinta o cuarenta años ha crecido el número de billonarios y se ha desplomado el número de pobres. Estadísticas del Banco Mundial dan cuenta, por ejemplo, de que en 1987 el 35% de la humanidad vivía en estado de pobreza, en tanto que muy pocos billonarios. En el año 2000, la pobreza había bajado al 25%, y el número de billonarios se ubicaba alrededor de los 1.000. Si miramos esos mismos números para 2019, veremos que menos del 10% de los habitantes del mundo viven en la pobreza y que existen más de 2.000 billonarios. En definitiva, es falso que haya más pobres en el mundo porque hay más ricos. De hecho, no es cierto en absoluto que haya más pobres en el mundo. La riqueza, como todos sabemos, se crea, no se redistribuye. Cuando más riqueza exista, mejor para todos.
2. También es absolutamente falso que los ricos no paguen su justa parte. De acuerdo con información del propio IRS, en los Estados Unidos el 50% más pobre, que solo recibe el 12% del total de los ingresos que se generan en dicho país, paga solo el 3% de los ingresos fiscales del mismo. Del otro lado, el 1% más rico, es decir "los malos de la película", reciben el 21% de los ingresos totales generados en el país, pero son responsables del 40% de los impuestos que se recaudan.
3. Por otro lado, muchos de estos millonarios llegaron a serlo precisamente porque el sistema tributario impidió que otros jugadores entraran en el mercado que ellos dominaban. El caso de Bill Gates es más grosero todavía, ya que Microsoft ha sido condenado por conductas monopólicas en diferentes países del mundo.
4. Finalmente, ¿quieren estos millonarios culposos contribuir más con el país? Maravilloso, que donen más dinero o aporten más dinero al Estado. ¿No saben cómo hacerlo? En Estados Unidos es muy sencillo: basta con enviar un cheque con el dinero que quieran aportar a una cuenta bancaria que está abierta y operativa desde 1843, incluso antes de que existiera el impuesto a las ganancias en los Estados Unidos. El dinero depositado allí entra al presupuesto general del gobierno federal y se puede utilizar para cualquier necesidad que el mismo tenga.