Los desafíos de la república corporativa

Dentro de un año sabremos quién es el próximo presidente. Quizás antes, si las PASO ofrecen un indicio elocuente. Las preguntas se repiten casi idénticas a las de hace cuatro años atrás. ¿Cómo atravesaremos todo este camino por delante? Sin dólares, con una inflación galopante, ¿cómo se llega hasta ver un resquicio de luz al final del túnel? ¿En qué estado asumirá un nuevo Gobierno? ¿Cuánto tiempo llevará, esta vez, recuperar la confianza internacional? 

En Uruguay, donde se celebró la primera edición del Forbes Summit de ese país, Manuel Antelo admitió que esperaría al menos ocho años antes de volver a invertir en Argentina. Hoy tiene en Europa una operación de logística automotriz que emplea a 7.500 personas, y en Uruguay distintos negocios que emplean a otras 1.500. Muchas de esas empresas, como Decathlon, la tienda de deportes más exitosa del mundo, podría funcionar perfectamente en Argentina si se pudiera importar libremente, si hubiera estabilidad, previsibilidad. En definitiva, si fuera otro país.

 

A diferencia de la ilusión que despertó en parte de la sociedad la victoria de Mauricio Macri en 2015 y a pesar de la visión de un rumbo posible, pasaron cosas y a la esperanza le sobrevino el desencanto. Pero también queda la experiencia. Ya no habrá lluvia de inversiones, ni soluciones mágicas, ni metas de inflación hiperoptimistas. 

Como Antelo, empresarios y fondos extranjeros quizás se tomen no solo un período del nuevo Gobierno sino como mínimo dos mandatos antes de asumir el vértigo argentino. Otros, quizás, con menor aversión al riesgo, vislumbren oportunidades y se atrevan a inyectar capital.

Se repite una y otra vez que no harán falta 100 días, como en el New Deal, sino 100 horas para comunicar a la sociedad el punto de partida y la necesidad de reconstruir el país sin sangre pero con sudor y lágrimas. ¿Dónde identificar las prioridades? ¿A qué velocidad llevar adelante los cambios?

Y, más allá de lo urgente, cómo destrabar lo que el economista Jorge Bustamante describe en su libro La república corporativa como un problema estructural, que “no son los ilícitos, sino los lícitos: los incisos, los acápites, todo el mundo es dueño de una cosita”. O, para decirlo de otro modo, los privilegios de cada sector burocrático, sindical o empresario, que se resiste a una economía y un desarrollo legítimo por fuera de beneficios artificiales e insostenibles.

Sobre estas tensiones y estos desafíos también conversamos en el Forbes Summit Reinventando Argentina, cuya cobertura podrán encontrar en la web. Mientras tanto, a respirar hondo en la fiebre mundialista y a reencontrarnos en diciembre, un mes siempre apacible para cerrar el año.