A menudo me consultan sobre las decisiones fiscales y económicas que toman Javier Milei y su equipo de gobierno. Me identifico como liberal y, por supuesto, mis opiniones reflejan esa perspectiva. Sin embargo, hoy quiero expresar mi preocupación y sorpresa ante la tendencia -o la necesidad- de muchos de mis amigos y colegas liberales de posicionarse a favor o en contra de Javier Milei de manera absoluta, pasional e irracional.
Les recuerdo a todos ellos que no se puede ser liberal y al mismo tiempo ser pro Milei o anti Milei. Una cosa no tiene que ver con otra, no hay una relación necesaria.
No está bien -y no tiene sentido- intentar congraciarse con el gobierno, el liberalismo, o la derecha en general adulando al presidente de forma descarada y sin criterio, como hacen muchos. No está bien y demuestra una falta en la profundidad de análisis. ¿Es fácil? Sí, pero no es lo correcto y no es el rol que debe tener el liberalismo ante los gobiernos.
Por supuesto, tampoco está bien criticar cada acción que realiza Milei y cada decisión que toma él o su equipo de gobierno, simplemente por tratarse de Javier Milei y porque ser hipercríticos con él también es funcional a nivel de marketing y prensa.
Ni una, ni la otra. Ni muy muy, ni tan tan, como dicen por ahí.
Personalmente, y buscando hacer mi propio análisis, sin plegarme a comentarios ajenos y dejando de lado simpatías o antipatías, debo decirles que hay aspectos del gobierno de Javier que no me agradan. Los he remarcado mil veces y lo seguiré haciendo. Pero también hay muchos otros aspectos que sí me gustan, y con los que estoy de acuerdo. Por el momento, prefiero quedarme con estos últimos y poner allí el foco.
Por lo pronto, continuaré respaldando al gobierno de Milei de la misma manera que apoyaría cualquier administración que nos aleje de la izquierda empobrecedora y promueva un mercado lo más libre posible. Al menos hasta que Lijo llegue a la Corte Suprema, ya que la seguridad jurídica del país y la lucha contra la corrupción no deberían ser cuestiones negociables.
Sin perjuicio de lo anterior, seguiré siendo crítico con aquellos aspectos que no me gusten (entre ellos, el no levantamiento del cepo, la suba de impuestos y la promoción de un blanqueo mal estructurado en un momento en el cual la coyuntura no lo justifica), por más que eso me haya excluido -al menos por ahora- de la famosa tabula rasa del presidente y expuesto a alguna crítica pública de su parte.
Públicamente he manifestado mis posiciones sobre distintos temas. El blanqueo es uno de ellos. Siempre he dicho que es mejor organizar un blanqueo o amnistía después de aprobada una reforma tributaria que, en el caso de Argentina, debería eliminar impuestos al patrimonio y a las transacciones, simplificar el régimen tributario y contribuir a una reducción sustancial del esfuerzo fiscal que hacen a diario todos los pagadores de impuestos argentinos.
Claramente, desde el gobierno no piensan lo mismo. No dejaré de decir lo que opino de temas que me competen y en los que he trabajado durante tanto tiempo. No dejaré de ponerme a disposición, de forma desinteresada, para colaborar en todo aquello en lo que pueda contribuir.
Aquí siempre encontrarán apoyo, coherencia, independencia e incluso colaboración, nunca fanatismo ni muchísimo menos sumisión.