Esta semana, el ministro de Economía, Luis Caputo, confirmó una reducción del impuesto PAIS del 17,5 al 7,5% y aclaró que es para "bienes y fletes". Es decir, que el dólar "importador" bajará de los $1.116 a $1.021, lo que reducirá el precio de los productos importados (aunque no incluye la compra de pasajes aéreos ni servicios turísticos).
Pero ¿realmente baja el impuesto PAIS? Como dice una canción, "de según cómo se mire, todo depende," y en este caso, todo depende de cómo miremos el asunto y con qué lo comparemos.
Intentemos aclararlo:
Si bien se va a reducir el impuesto PAIS en comparación con el que ha venido rigiendo después del aumento que implementó este gobierno al asumir, la baja será solo parcial (no aplicará, por ejemplo, a las compras efectuadas con tarjetas de crédito) y tampoco se verá una disminución respecto a la alícuota y al alcance que este impuesto tenía en los tiempos del kirchnerismo.
En otras palabras, el impuesto PAÍS será un poco más bajo a partir de septiembre. ¿Es una buena noticia? Si, siempre que se reduce un impuesto, es una buena noticia para celebrar, pero no dejemos que eso nos nuble la visión. Si profundizamos un poco más y analizamos algunos datos, la realidad indica que este impuesto seguirá siendo, en promedio, mayor al que existía en el momento en el que terminó el gobierno de Alberto Fernández (o de Massa) y asumió la presidencia Javier.
Las cosas por su nombre, muchachos.
Siempre he dicho, y seguiré diciendo, que las decisiones de bajar impuestos son, en su mayoría, muy buenas noticias. Especialmente en un país como Argentina, uno de los infiernos fiscales más grandes del mundo. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Nunca estaré de acuerdo ni avalaré ningún intento de confundir al sufrido contribuyente argentino, que lleva mucho tiempo sin ver la luz al final del túnel. Bastante esfuerzo hace y bastante aguante tiene el pagador de impuestos en este país para que el gobierno actual desarrolle su plan económico. Pero verdades a medias, no.
Veo con cierta tristeza y frustración que algunas personas se alinean con el Estado o con el ciudadano común, dependiendo de quién gobierne. Y la cosa, al menos para mí, nunca ha sido ni será así.
Al pan, pan, y al vino, vino.