La obsesión por la productividad: un mal negocio para las empresas argentinas

¿Cómo se puede transformar la típica obsesión corporativa por la productividad en una oportunidad para el desarrollo humano y económico? Esta pregunta invita a una reflexión profunda sobre cómo países como Argentina pueden reorientar sus políticas y prácticas hacia un modelo que priorice el bienestar de sus ciudadanos, similar a cómo algunas de las principales compañías del mundo priorizan el desarrollo de sus empleados para lograr una mayor productividad y sostenibilidad a largo plazo. Sin dudas, nuestro país tiene la oportunidad de aprender de estas lecciones y transformar su enfoque hacia un desarrollo integral que beneficie tanto a la economía como a la sociedad en su conjunto.

En el dinámico mundo corporativo, la productividad es una prioridad indiscutible. Las compañías se construyen alrededor de oportunidades de negocio que, bien aprovechadas, permiten generar ingresos. La optimización de costos y la maximización de márgenes son metas legítimas que incentivan a las empresas a asumir riesgos y ofrecer bienes y servicios de calidad que benefician a la sociedad.

Sin embargo, una búsqueda obsesiva de la productividad puede resultar contraproducente. Enfocarse exclusivamente en esto puede llevar a tratar a los empleados como meros engranajes en un sistema, maximizando su rendimiento hasta el punto del desgaste y la desmotivación. Esta visión despersonalizada, a menudo reflejada en slogans como "Impossible is Nothing" o "Just do it", ignora la naturaleza humana del empleado, quien posee una combinación única de dones y talentos.

Esta perspectiva puede ser fatal para las empresas. Según un informe de Gallup, sólo el 15% de los empleados a nivel mundial se siente comprometido con su trabajo. Un ambiente laboral que no reconoce la humanidad de sus empleados provoca altas tasas de rotación y una caída en la productividad. ¿Quién puede realmente florecer en un lugar donde se siente despersonalizado?

La solución es clara: es necesario renovar la visión sobre el rol del empleado y la importancia del trabajo en su desarrollo integral. Esto significa poner a la persona en el centro de la escena empresarial, viendo el trabajo no solo como un medio de producción, sino como una oportunidad para el desarrollo personal. Las personas deben tener la oportunidad de conocerse mejor, desarrollar vínculos de calidad y desplegar todo su potencial, poniendo al servicio de los demás sus dones y talentos.

Cada vez más empresas están adoptando esta transformación, priorizando el bienestar y el desarrollo humano de sus empleados. Curiosamente, estos cambios no significan una renuncia a la eficiencia. Al contrario, investigaciones demuestran que cuando se prioriza el bienestar de los empleados, la productividad aumenta. Según un estudio de la Universidad de Warwick, los empleados felices son un 12% más eficaces. Hacer del ámbito laboral un lugar más humano, donde los empleados se sientan valorados y reconocidos, potencia la productividad de la empresa.

En este contexto es que Argentina tiene la posibilidad de liderar esta transformación en América Latina, estableciendo políticas que promuevan el bienestar integral y un desarrollo económico sostenible.En última instancia, la productividad es un fruto del desarrollo humano que surge sólo cuando el trabajo se convierte en un medio para la realización personal y la consecución de la felicidad.

 

*El autor de la columna es Julián Ignacio López, Dr. en Filosofía por la UCA.