Quienes ya me conocen lo saben bien y no les sorprenderá: me importa poco "ir contra la corriente". Frecuentemente doy a conocer a través de las redes sociales mis "unpopular opinions" que, muchas veces, terminan siendo populares con el tiempo. Hoy no es la excepción. Hoy quiero remarcar una de mis afirmaciones más contundentes y a la vez polémicas, sobre la que me consultan bastante. Una vez más, vengo a hablar de las jurisdicciones de baja o nula tributación. Una vez más, vengo a decirles que no son solo lugares paradisíacos para estructurar eficientemente patrimonios o para disfrutar de vacaciones soñadas. Son mucho más que eso.
Estas jurisdicciones son también lugares donde se puede vivir con mejor calidad de vida que en muchos otros rincones del mundo, aunque algunos prefieran ignorarlo. De hecho, las diferencias con otros países son cada vez más evidentes, y es por eso que los detractores de estas jurisdicciones, poco a poco, se ven obligados a exponer sus propios intereses. La realidad ya no puede ocultarse.
En las Islas Vírgenes Británicas (desde donde escribo estas breves líneas), Dubái, Andorra, Malta, Bahamas y otros destinos similares, no existen problemas tales como la inmigración, el racismo, el antisemitismo, el déficit fiscal o los gobiernos populistas, que son temas candentes tanto en Estados Unidos como en muchos países europeos, ¿verdad?
Aquí, la privacidad, el derecho a la propiedad privada y la seguridad jurídica son aspectos altamente valorados (como debería ser en todo el mundo). Y temas que en Occidente suelen ser tabú, como la generación de riqueza o la preferencia por pagar en efectivo en lugar de permitir un control excesivo por parte del Estado -por citar solo dos- son vistos de manera más positiva.
Esto, naturalmente, colabora con una sociedad más integrada, menos rencorosa y con mejor calidad de vida. Mientras tantos otros países siguen esforzándose por separar a los unos de los otros, por sembrar cizaña y generar odio a quienes más tienen, en lugar de valorar su aporte -sin el cual sería imposible el progreso de cualquier país o sociedad-, en estos destinos, la cosa funciona bien.
En definitiva, se trata de lugares que van a ser cada vez más buscados por personas que simplemente quieren vivir en paz. Más allá de lo linda que pueda ser la escenografía -que sin dudas es bellísima- y de las ventajas impositivas. Es lamentable que cada vez sea más difícil defenderse de los ataques de la OCDE y otras organizaciones supranacionales, que agrupan a países con altos niveles de tributación y que, en muchos aspectos, se encuentran en una clara decadencia. Esto, sin duda, está impulsando a más personas a buscar un cambio. ¡Larga vida a las jurisdicciones offshore! Ojalá hubiera más personas dispuestas a defenderlas, de manera abierta y sin reservas.