La velocidad con la que está cambiando el mundo y cómo esto impacta en cada institución, industria, trabajo y, por ende, en la economía mundial es innegable. La tecnología y el cambio climático continúan reformando radicalmente nuestra realidad, y lo único cierto es que las habilidades que necesitamos para el futuro se deben adaptar para afrontar el gran desafío que tenemos por delante.
Además del cambio climático, hoy el planeta resiste ante muchas otras numerosas amenazas ambientales, aunque, claro, todas están interrelacionadas y, a su vez, interconectadas con otros sistemas.
Desde el cambio climático, la contaminación en todas sus formas, la pérdida de biodiversidad, la destrucción de diversos ecosistemas, la deforestación, la degradación del suelo… y la lista continúa. El denominador común es que la humanidad perdió su vínculo intrínseco con la naturaleza.
Durante décadas, los patrones de comportamiento del consumo crearon la ilusión de un planeta ilimitado, con recursos interminables, bajo un paradigma extractivista. Hoy la realidad -y la percepción de esa realidad- es otra. Nos entendemos parte de un todo, donde lo que afecta a cada uno repercute en todos.
Los hechos no mienten. Al momento de escribir este artículo, 10% del territorio correntino arde en llamas. Vertemos 10 gigatoneladas de carbono en nuestra atmósfera, producimos 300 millones de toneladas de plásticos y vertemos 12 millones de ellas en nuestros océanos cada año. Alrededor del 98% de los productos de plástico de un solo uso se producen a partir de combustibles fósiles o materia prima virgen. Se prevé que el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero asociadas con la producción, el uso y la eliminación de plásticos convencionales basados en combustibles fósiles aumente hasta el 19% del presupuesto mundial de carbono para 2040. Solo una muestra de lo dicho anteriormente: todo está interconectado.
Si nos remontamos al infame 2020, año que dio comienzo a la pandemia del Covid-19, la incertidumbre del contexto obligó a muchas organizaciones y compañías a repensar cómo miden y evalúan su impacto y éxito. Antes de este momento bisagra, la mayoría de las empresas se centraban, en gran medida, en gestionar la rentabilidad y el crecimiento. Lo que esta crisis ha revelado es la importancia de la adaptabilidad, la resiliencia y la sustentabilidad en su sentido más amplio.
Con Naciones Unidas pronunciándose, con la aprobación de un acuerdo histórico para crear el primer tratado global sobre contaminación plástica del mundo -describiéndolo como el acuerdo ambiental más importante desde el acuerdo climático de París de 2015-, o bien anunciando que la ventana para evitar que el cambio climático provoque daños irreversibles se cerrará para el año 2030 -definiendo así a esta como la década de la acción-, el campo de batalla a los desafíos planetarios ya no se circunscribe a movilizaciones en las calles, reclamos vía redes sociales u organismos ambientales que elevan sus preocupaciones.
El ámbito de la filantropía también se suma a responder a una serie de problemas sociales y ambientales complejos. Por ejemplo, en 2018, una alianza global de 29 organizaciones filantrópicas prometió más de US$ 4.000 millones para combatir el cambio climático. Pero ¿qué se necesita? ¿Alcanza lo que se está haciendo? Esta es la última generación que puede hacer algo para impedir el cambio climático. El escenario demanda una revisión urgente de paradigmas: es necesario ubicar a la sustentabilidad en el eje de nuestros comportamientos. Esto impacta en cómo se conciben los negocios, cuál es su propósito, qué impacto quieren lograr.
No hay dudas de que necesitamos actualizar las estructuras económicas para que sean más sustentables y equitativas. Todas las empresas y todas las industrias se verán transformadas por la transición a un mundo carbono cero. Esta será la nueva normalidad, una evolución que no solo beneficiará al planeta, sino también a los negocios. De hecho, aquellos que logren esta transición serán los que atraigan financiación y la atención de los consumidores. Tanto es así que un estudio internacional reciente indica que el 81% de los consumidores dan prioridad a la ética de la marca, lo que anima a más marcas a defender causas importantes.
Por el lado de las inversiones para lograr la meta carbono cero, según el último análisis de McKinsey & Co., la cifra es de US$ 9,2 billones al año, desde ahora hasta 2050. Con respecto al tamaño de la economía global, es un equivalente del 6% al 9% de la producción económica mundial.
Los análisis denotan futuro, pero no lo son. Las acciones frente al cambio climático están ocurriendo ahora. No se trata de un problema del mañana. Ashoka es una organización que está impulsando la innovación social en el campo del planeta y el clima, en el marco de una alianza con HSBC. Lo hace identificando y potenciando a innovadores socioambientales de alto impacto que están generando soluciones a los desafíos más urgentes que presenta el planeta, y acompañando a jóvenes de todo el país con foco en ambiente.
Producto de esa colaboración salió el informe Ideas para pasar a la acción. Planeta & Clima Argentina - 2021, una invitación a ver soluciones y catalizar el potencial transformador de, en definitiva, todas las personas.
En el informe se podrán encontrar a diferentes emprendedores sociales que están innovando para impulsar cambios sistémicos en este caso. Por ejemplo, el caso de Agustina Besada, cofundadora de Unplastify y emprendedora de la red Ashoka, donde desarrollaron una crypto moneda, UPF coin, que genera valor tangible a los procesos de desplastificación haciéndolos visibles y trazables. A la vez, incentiva el cambio para reducir el consumo de plástico.
También existen empresas como Fit Market, ecommerce sustentable, donde desarrollaron el primer programa de trazabilidad utilizando blockchain, para contar la historia detrás de cada producto, facilitando información transparente para empoderar al consumidor, y dando mayor visibilidad a productores locales y agroecológicos.
La innovación social es clave para hacer frente a los problemas sociales y ambientales que preocupan a la humanidad, desde la mirada más humana y también desde la que involucra el éxito y la sustentabilidad de los negocios. Hay una oportunidad única para acelerar esfuerzos, trabajar en conjunto en esas estrategias y construir un futuro más saludable, más resistente y más favorable para la sociedad y las empresas, asegurando más y mejores oportunidades para todos.