l año pasado el diario New York Times destacaba que aún después del criptoinvierno, los argentinos seguían sintiendo que las criptomonedas eran una apuesta segura. Incluso un economista citado por el medio graficaba: El dinero aquí es como un helado. Si se mantiene por mucho tiempo, se derrite en términos de cuánto puedes comprar con él.
La inflación y la desconfianza en el sistema monetario propio son inversamente proporcionales al criptoentusiasmo y el fenómeno se verifica no sólo en Argentina sino en países como Turquía o Líbano. El caso argentino, sin embargo, dio una nueva vuelta de página días atrás cuando la demanda del llamado dólar cripto superó a la del blue, como se conoce a la cotización no oficial (pero de referencia) de la moneda estadounidense en Argentina.
El dato mostró que se acentuó la carrera de los argentinos para evitar que sus pesos se derritan pero también que la naturaleza de esa carrera está modificándose. Quienes quieren salvar sus ahorros ya no sólo acuden a las casas de cambio físicas sino que empiezan a ver en las plataformas de exchange de sus teléfonos nuevas opciones para contrarrestar la inflación.
Más allá de la volatilidad
Si Bitcoin en particular, y las criptodivisas en general, se erigen cada vez más como instrumentos anti-inflacionarios es porque cumplen con una de las cualidades fundamentales de toda moneda: la de funcionar como reserva de valor. En la larga historia del dinero este aspecto no es menor porque pone la lupa sobre las sombras del dinero fiat mientras arroja luz sobre una de las virtudes de las criptomonedas.
A pesar de eso, la pregunta pendiente en la transición hacia el futuro del dinero es si todas las criptomonedas efectivamente pueden cumplir la función de almacenar valor o si algunas pueden hacerlo mejor que otras. Se trata de un interrogante relevante mientras la cantidad de divisas digitales supera las 23 mil y se torna urgente trazar un quién es quién del ecosistema.
La volatilidad de Bitcoin, como se puede inferir, es de doble filo: refugiarse en ella como receta contra la inflación no es una mala idea pero conlleva limitaciones y riesgos. Quizás pueda ser idónea para los llamados inversores ballenas y para aquellos capaces de sostener una inversión cripto en el largo plazo (los denominados diamond hands) pero a quienes buscan salvar momentáneamente su dinero de la garras de la inflación podría depararles, al menos en el corto plazo, algunas decepciones.En este sentido, creo que las criptomonedas de nueva generación están mejor preparadas para hacerle frente a la devaluación de las monedas.
La receta de las cripto contra la inflación es una alternativa inteligente pero insuficiente porque requiere de un ingrediente más estable que pueda impulsar la democratización de las inversiones. La volatilidad de las criptomonedas de primera generación no es inevitable y el futuro del dinero está pidiendo un tipo de divisa digital que no sólo sea accesible para los grandes inversores sino también para los ciudadanos de economías cada vez más castigadas por los signos de agotamiento que muestra el dinero fiat.