¿Pueden el mundo de las finanzas y el de la sustentabilidad convivir en armonía? Aunque hace no muchos años esto parecía una utopía, lo cierto es que en la actualidad son cada vez más los canales de acercamiento.
¿Presencialidad o virtualidad? Cómo hacerlo bien
Es por ello que podemos hablar de finanzas verdes o sostenibles, término que incluye un espectro amplio de actividades financieras cuya implementación mejora los resultados ambientales y sociales de la actividad económica privada y pública. Dentro de este universo encontramos sistemas de análisis del riesgo financiero del cambio climático, instrumentos reguladores en el sector bancario, de inversiones y asegurador, políticas corporativas de sostenibilidad e instrumentos de crédito como los ya famosos bonos verdes o las novedosas Green Coins o criptomonedas con base en la naturaleza.
Fue Naciones Unidas la que introdujo el concepto de una nueva generación de monedas ancladas al capital natural, que permiten cuantificar el valor de los recursos naturales y su impacto en la economía mundial.
Los bienes que en pasado se creían súper abundantes -como el agua y el aire- hoy ya pasaron a ser escasos, o están en proceso de serlo, por lo que deben ser considerados como tales para ser administrados. Ese es un trabajo importante que se puede realizar a través de las finanzas verdes y que debe ser prioritario a futuro.
Aclarando términos
Es muy frecuente que hoy en día se confundan dos términos: bonos verdes con bonos de carbono muchas veces se usan como sinónimos pero tienen distintos significados. El bono verde es un título de deuda, en la Argentina sería una obligación negociable que se emite en el Mercado de Valores y que tiene como objetivo que la aplicación de esos fondos se utilice para proyectos verdes. Y ese bono hay que pagarlo. Se realiza para seducir al inversor responsable, preocupado por el medio ambiente, que apoya proyectos sustentables con su compra.
El bono de carbono es una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero certificada y verificada que permite ser intercambiada para que otro pueda compensar su huella de carbono.
El auge de las criptomonedas
Los criptoactivos crecen a pasos agigantados y sorprenden con novedades todo el tiempo. Una de las noticias que captó la atención de la sociedad y que puede convertirse en una fuente de financiamiento sostenible son las criptomonedas ecológicas, que pueden compensar la captura de carbono para el cambio climático y la conservación de la biodiversidad, al tener un subyacente en la naturaleza.
Se trata de activos que en vez de ser minados a través de cálculos matemáticos que insumen mucha energía, lo hacen a través de reducciones de emisiones u otra actividad como la restauración de la biodiversidad o los ecosistemas.
En este sentido, son varias las propuestas en las que se está trabajando. Desde Fundación EcoConciencia y Cifal Argentina, estamos desarrollando una Green Coin, con base en la naturaleza y con el respaldo de un fondo de Inversión de Luxemburgo. Esta criptomoneda se mina con la protección de una reserva natural en Panamá, y con el consumo de un combustible de transición energética que -gracias a la nanotecnología- reduce las emisiones de gases efecto invernadero, mejorando la eficiencia de los combustibles fósiles y la combustión de los motores. Por otra parte, estamos trabajando en un proyecto de generadores de energía sin combustible y uno de captadores de CO2 del aire para convertirlo en grafeno u otros materiales.
En este mismo sentido, se orienta el proyecto de GBM Coin, desarrollado por argentinos, en el que cada usuario que adquiera un token podrá colaborar con la preservación de un m2 de biosfera nativa, de un total de un millón de hectáreas en 10 países del mundo. La primera emisión de esta moneda estuvo asociada a la selva paranaense en Misiones.
También sorprendió la noticia de que la startup argentina Pachama, fundada por el tucumano Diego Sáez Gil y dedicada al desarrollo de tecnología para cuidar al medio ambiente, fuera elegida por Bill Gates entre varias empresas del rubro que recibirán una millonaria inversión para impulsar el trabajo que vienen realizando. Pachama es una aplicación que permite a empresas comprar créditos de carbono para compensar el daño que producen en el ambiente. La startup utiliza imágenes satelitales e inteligencia artificial para validar el trabajo que hacen los restauradores de bosques y así ofrecer una lista de proyectos forestales de calidad.
Un punto a tener en cuenta al hablar de las criptomonedas ecológicas, es que son mucho más eficientes energéticamente que las tradicionales, ya que se queman de otra manera, utilizan otro proceso de minado que no es la solución de complejas ecuaciones matemáticas que exigen gran cantidad de energía, sino la reducción de emisiones de gases efecto invernadero, y no contaminan el medio ambiente.
Estamos ante el nacimiento de una nueva forma de comercializar que apela a las ganas de apoyar el tema natural por un lado -al generar un mercado que utilice a la criptomoneda como moneda de cambio- y por otro se fomentan los acuerdos entre compañías que la van a comprar para mitigar su huella de carbono. Una ecuación en la que todos ganan.
*El autor es Rodolfo Tarraubella, presidente de Fundación EcoConciencia y Director Ejecutivo de CIFAL Argentina, entidad del sistema de Naciones Unidas.