¿Es la naturaleza un bien gratuito?
Diego Hoter co-founder y CEO de ucrop.it
Diego Hoter co-founder y CEO de ucrop.it
Tras participar de la reciente NYC Climate Week, surge una reflexión incómoda: ¿por qué justificamos el valor de un apartamento en Manhattan en millones de dólares debido a la demanda y la escasez, mientras que tratamos la naturaleza —nuestra base de soporte vital— como un bien gratuito? Es evidente que la naturaleza no es infinita ni inagotable, pero nuestro sistema económico parece ignorar esta realidad.
El aire que respiramos, el agua que bebemos y los ecosistemas que sostienen la vida no tienen precio en el mercado, y eso, paradójicamente, los convierte en algo "sin valor" en términos económicos. Sin embargo, las señales de alarma son claras: más desiertos, menos glaciares, océanos más ácidos y fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes. Estos cambios acelerados están degradando la naturaleza a un ritmo que no podemos sostener.
La creencia de que la naturaleza es "gratuita" es una ilusión que, en realidad, nos sale muy cara. Al no valorar adecuadamente los servicios ecosistémicos, estamos imponiendo un "impuesto invisible" a nuestro entorno, cuyos costos recaen en forma de crisis climáticas, pérdida de biodiversidad y un futuro incierto. No es un tema lejano ni abstracto; afecta la comida que consumimos, el aire que respiramos y el agua que necesitamos para vivir.
En nuestro sistema económico, el comportamiento se dirige en gran medida por precios e incentivos. Sin embargo, hasta ahora, esos precios rara vez reflejan el impacto ambiental. ¿Por qué no cambiar esto? Implementar, por ejemplo, un sistema en el que se incentiven económicamente las prácticas agrícolas responsables que regeneren ecosistemas. Esto no es una utopía: algunas iniciativas ya lo están haciendo realidad.
Existen agricultores y empresas que están transformando sus cadenas de valor para alinearse con un enfoque positivo para la naturaleza. Estas prácticas merecen ser recompensadas, y como consumidores tenemos un papel fundamental. ¿Por qué no valoramos el impacto ambiental como valoramos el diseño, la calidad o el rendimiento de un producto? Al priorizar decisiones de compra que beneficien al medio ambiente, estaríamos incluyendo a la naturaleza como un motor de valor agregado, algo que hoy damos por sentado.
La gran pregunta es si queremos que la naturaleza se convierta en un lujo, accesible solo para unos pocos. Si seguimos ignorando su valor, corremos el riesgo de hacerla aún más escasa. La solución no es simplemente "ponerle precio", sino integrar su cuidado en las decisiones económicas y de consumo de manera urgente.
La transición hacia una economía positiva para la naturaleza no solo es posible, sino necesaria. Requiere colaboración entre empresas, gobiernos y consumidores para redefinir lo que realmente importa. Porque, al final, no podemos comer dinero ni respirar riqueza material.
El momento de actuar es ahora. Y las herramientas para hacerlo ya están a nuestro alcance