Una de las ¿pocas? buenas noticias que nos dejó la pandemia fue el mayor involucramiento de los varones en la educación de sus hijos y en las tareas de cuidado. Tantos días encerrados en casa les permitió repensar sus prioridades, fortalecer los vínculos y compartir más momentos con sus seres queridos. Pudieron dimensionar el tiempo y los esfuerzos que suponen las tareas domésticas que históricamente se han asociado a la mujer pero que, con la experiencia vivida, se han transformado en una responsabilidad compartida. Sin duda, esta situación los ha llevado a (re) descubrir el enriquecimiento entre trabajo y familia y en más de un caso a replantearse su rol como padres.
Cuando los académicos comenzaron a estudiar la relación entre trabajo y familia lo hicieron a partir de la teoría del conflicto porque es verdad que estas dos dimensiones compiten en tiempo, energías y recursos y que muchas veces se dan tensiones entre ellos. Sin embargo, conforme se avanzó en la investigación se descubrió que puede darse entre ellos una contribución de un ámbito en el otro, de manera recíproca, bidireccional y en términos de desarrollo de competencias.
El enriquecimiento entre estos dos espacios cobra vigencia día a día a nivel global, hace referencia a la manera en que el trabajo y la familia se benefician entre sí poniendo de manifiesto que la experiencia adquirida a través de un rol mejora la calidad de vida del otro.
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El alcance de este impacto positivo se pudo medir en el estudio Paternidad & Empresas, una investigación pionera en el país impulsada desde el Centro Conciliación Familia y Empresa del IAE Business School y la Facultad de Comunicación, ambos de la Universidad Austral con el apoyo de Intermedia y la Universidad Internacional de Cataluña.
Precisamente, una de las conclusiones de este relevamiento, arroja que el 74% de los encuestados afirma que participar en actividades familiares les permite adquirir habilidades que lo llevan a ser mejor trabajador. El estudio muestra que la vida familiar ofrece oportunidades de aprendizaje, transferencia de conocimientos y desarrollo de habilidades, así como la generación de capital social que el padre vuelca después en su trabajo. Por este camino del enriquecimiento se descubre que los roles laborales y los familiares no son enemigos, sino que pueden ser aliados y que la armónica integración de ellos es un bien no solo para los papás sino también para los hijos y toda la familia.
La investigación buscó entender los dilemas visibles y las recompensas invisibles que afrontan los varones, padres de hijos menores de 12 años, para asumir plenamente su paternidad haciendo compatible su trabajo con la dedicación a las tareas de cuidado. Para eso se indagó sobre la relevancia que tiene la familia como fuente de realización: mientras para el 51% de los encuestados sus mayores satisfacciones provienen de sus familias, solo el 2.1% afirma lo mismo respecto al trabajo.
El enriquecimiento se produce tanto del trabajo a la familia como en sentido inverso (de la familia al ámbito laboral) y se concreta en habilidades interpersonales (hablar, escuchar, comprender, empatizar) y también en competencias como negociación, planificación y organización. A su vez las actividades laborales ofrecen no solo conocimientos específicos sino también la posibilidad de crecer en competencias como la empatía y la toma de decisiones, que son claves para las relaciones interpersonales en las familias y en la relación de pareja.
Si repasamos cualquier libro de management se puede encontrar una serie de habilidades y competencias que se desarrollan en el trabajo y que son requeridas en cualquier puesto laboral: automotivación, autodisciplina, confianza mutua, eficiencia en la comunicación, flexibilidad, gestión del tiempo, proactividad, resiliencia, trabajo en equipo, etc. La lista podría incluir muchas más. Si volvemos a leer estas competencias pensando en algún rol familiar nos daremos cuenta que los conocimientos, habilidades y destrezas aprendidas trabajando son las mismas que se ponen en juego en los roles familiares, es decir, que lo que se desarrolla en casa puede ser útil para el trabajo y, viceversa, lo que se aprende en el ámbito laboral es aplicable en el entorno familiar. Esto es así porque es la misma persona la que trabaja, la que vive en el hogar, la que asume responsabilidades laborales y familiares. Esto muestra cómo trabajo y familia no son contrarios ni contrapuestos, sino que se enriquecen y potencian entre sí.
Otros hallazgos del estudio muestran que el nivel de enriquecimiento varía en función del estado civil, la manera de organizarse con la pareja y la prioridad que se le da a las tareas del hogar y del trabajo. Así, uno de los resultados revela que cuando el hogar es prioritario tanto para el varón como para la mujer, se reduce el conflicto y a su vez, cuando los dos están muy involucrados tanto en el trabajo como en casa, aumenta el enriquecimiento.
El nuevo mundo que se abrió post pandemia nos invita a capitalizar las experiencias vividas y a descubrir las sinergias que se dan a partir de la integración de roles. Indagar sobre lo que los padres aprenden en el trabajo y en la familia, identificando las repercusiones positivas en el otro ámbito, permite crear puentes entre ambos mundos y re descubrir las infinitas posibilidades que se abren para asumir una nueva paternidad y para alcanzar entre todos, un proyecto común que nos haga mejores personas en casa y en el trabajo.
*Por la Dra. Patricia Debeljuh, Directora de Centro Conciliación Familia y Empresa, IAE Business School, Universidad Austral