El 79% de las corporaciones en todo el mundo tienen como prioridad sobrevivir a un revulsivo clima de guerras regionales, comerciales, alineamientos en bloques, desigualdad social, crisis humanitarias, cambio climático, adaptación a cambiantes tensiones y asegurar rentabilidad a los accionistas.
El dato lo proporcionó el año pasado el Boston Consulting Group (BCG) y remarca que, mientras los clientes demandan innovación y resiliencia para adaptarse a la revolución digital, batallan con lo más difícil: encontrar quién lidere esa transformación.
A las cualidades tradicionales como la experiencia y solidez profesional ahora se suman otras más subjetivas, capaces de ejecutar una conducción "híbrida" que alinee la estructura interna de la organización con el crecimiento y los permanentes cambios externos.
No es fácil en un contexto signado por la fragilidad, la no linealidad, la ansiedad y la incertidumbre. Un estudio de McKinsey ubica en un 70% la tasa de fracasos por una gestión del cambio a nuevas tecnologías, mercados y desafíos que no ha sido la adecuada.
Así decanta como conclusión la necesidad de un nuevo tipo de liderazgo, en el cual la escucha, la empatía y la flexibilidad sean aplicadas como hábito. Sólo por esta vía sería posible desarrollar la resiliencia que el mundo actual.
Ya antes de la pandemia del Covid-19, el tablero internacional convulsionaba con la guerra comercial y sobre todo tecnológica entre las dos grandes potencias, Estados Unidos y China, los focos de conflicto bélico en varias regiones, como Medio Oriente, Asia, África, el éxodo desde las antiguas colonias a Europa, la presión de las corrientes migratorias latinoamericanas, en especial de México, sobre la frontera estadounidense, todo lo cual obligaba a cambiar el mapa estratégico de las corporaciones.
Jamais Casio, un californiano futurista e investigador, desarrolló un modelo conocido como BANI, que por sus siglas en inglés, define al mundo como frágil, ansioso, no lineal e incomprensible. Una taxonomía del caos, según su propio autor.
Un líder debe percibir el punto en el que la fragilidad se va a transformar en ruptura, imperceptible para el común de los mortales. Necesita absorber ansiedades para que no minen la confianza del equipo mientras se toman las decisiones y evitar la desinformación. "El caos ansioso es confuso, engañoso y emocionalmente doloroso", sostiene Casio en sus conferencias.
Otra clave es la "no linealidad". En BANI, no lineal se refiere a sistemas que ven cambios que no coinciden con las expectativas basadas en la realidad familiar.
La última letra quiere decir incomprensible. En los sistemas de aprendizaje automático es difícil explicar cómo llega a conclusiones. Suceden cosas en los países, ciudades, empresas, que exceden la comprensión racional.
BANI permite visualizar las fallas de un sistema global, para resistir el caos, pero no revela nuevas estrategias de liderazgo o modelo de negocios.
El caos que identifica tampoco proviene de cambios en un sistema geofísico o algo así, sino de una incapacidad humana para comprender completamente qué hacer cuando la búsqueda de patrones y las explicaciones familiares ya no funcionan.
La fórmula es combinar comportamientos humanos como la resiliencia, la empatía, la improvisación y la intuición.
De manera que el líder ya no sea únicamente quien marca el rumbo (como se decía hace unos años), ni quien genera influencia en el equipo, sino quien escucha, acompaña y con agilidad genera las adaptaciones necesarias para que el equipo alcance los objetivos propuestos.
¿Dónde buscar entonces a quien reúna las habilidades de líder y entienda las cuatro características que requieren los difíciles tiempos que vivimos?
Casio concibe el futurismo como una historia anticipada, que contextualiza con el BANI. En las sociedades primitivas, mujeres y hombres se repartían las tareas en forma igualitaria, se complementaban y compartían metas como la conservación de la especie trabajando en equipo.
En la Edad Antigua y sobre todo en la Media hubo cambios en los roles porque se trazó una línea entre sexo fuerte y débil, división a partir de la cual se creó y exacerbó la desigualdad de género.
Pero la mujer siguió sosteniendo los pilares del hogar y las bases para el desarrollo de las futuras generaciones. Nos entrenamos antropológicamente para empatizar y generar valor en contextos adversos. La supuesta inferioridad de fuerza física y las obligaciones maternales fueron los clichés para un relegamiento social, que con los años se empezó a nivelar. Al punto que hoy llegamos a representar el 40% de la fuerza laboral a nivel mundial y se empieza a notar una presencia ascendente de directoras en las empresas donde se ofrece la flexibilidad como una característica permanente de la modalidad de trabajo.
Por qué no considerar, en consecuencia, a aquellas que estén en condiciones de entender las cuatro características del mundo caótico en que vivimos, las cuatro habilidades que necesita desarrollar un líder en tales contextos BANI y plantear la integración de mujeres a los cargos directivos del equipo. La facilidad natural que traemos de origen potencia la formación profesional y genera valor.
*La columna fue escrita por Gabriela Olivan, presidente de WINN