Estamos transitando un cambio de época en todos los aspectos de la vida humana. La nueva economía digital es algo absolutamente disruptivo para los negocios, tanto sea en los países centrales desarrollados como también en la periferia del mundo con economías subdesarrolladas, tal el caso de la Argentina. Se trata de una profunda transformación cultural, de actitud y de entender a los negocios desde un lugar totalmente distinto al que estábamos acostumbrado hace más de un siglo.
En los últimos tres años vemos como este proceso de aceleró y no tiene vuelta atrás. Cambió el consumidor y el usuario, cambió el proveedor, cambió el soporte logístico, cambió el sistema de pago y de distribución. En esta nueva realidad el éxito de los negocios depende más de entender estas transformaciones profundas y asumirlas como propias, que quedarse solo con tener un buen resultado financiero en la empresa. Eso puede ser una trampa. El cambio es tan vertiginoso que hoy se puede ser exitoso y en meses dejar de serlo, desaparecer del mercado.
Por eso, una empresa debe estar siempre innovando, es decir adelantándose a los cambios aplicando soluciones adaptadas a las necesidades y a los desafíos actuales, ya sea de la propia organización como de sus clientes y usuarios. Es común que se hable mucho de innovación como un término relacionado a la tecnología, a la transformación digital, y está bien porque en mayor o menor medida todas las empresas están en un proceso de transformación digital. Pero innovar es mucho más que eso, va más allá de laboratorios o centros de investigación, por poner ejemplos.
Cada día surgen nuevas ideas y enfoques desde los propios equipos donde trabajamos, independientemente de los roles, posición o sector. Y su implementación obliga a hacerla en colaboración con toda la red de vínculos de la empresa como clientes, proveedores, compañías de soporte tecnológico y también con la comunidad. Es una herramienta para potenciar el talento humano.
En cada época de las grandes transformaciones que hicieron historia se planteó el mismo temor de que lo nuevo venía a reemplazar a lo viejo. No necesariamente fue y es así. En realidad, lo nuevo se sumó a lo que estaba y fue palanca de transformación. Sin embargo, trabajos o funciones operativas, mecánicas o automáticas, realizadas por personas están siendo reemplazadas por la Inteligencia Artificial y eso es beneficioso porque librera capacidad humana para otras tareas de mayor responsabilidad o más creativas. El problema que se plantea es que las personas que no se adapten y se capaciten para saber utilizar las nuevas tecnologías como es el caso de la IA, tendrán problemas para mantenerse o mejorar su posición en el mercado laboral.
Precisamente, en este tema de la confianza en la IA, KPMG encuestó a nivel mundial a más de 17 mil personas de 17 países. Un dato llamativo es que algunos de los resultados indican que la confianza depende de cada país. Por ejemplo, de las opiniones recibidas surge que en naciones occidentales, Japón, Corea del Sur e Israel, suelen expresar menor confianza que las sociedades de economías emergentes, en países del BRICS y, en cierta medida, en Singapur. Entre los BRICS expresan más consciencia ante potenciales riesgos como son los casos de Brasil y Sudáfrica (junto con Corea del Sur) donde se califica como de alto el riesgo a la IA en comparación con otros países.
Pensado en el futuro de una empresa ya no hay dudas de que asumir el desafío de transformarse es algo irreversibles. Eso implica invertir, capacitar a sus equipos, formarse para otra cultura de negocios, y apoyar el cambio generacional. Siempre hay empresas que les cueste o se resistan a hacerlo, pero la que no lo haga y no se adapte, difícilmente sobrevivirá a la competencia y a las exigencias de los mercados globalizados. Porque no se trata de un tema de moda.
Hoy el cambio es una necesidad para poder seguir existiendo en el mundo de los negocios sabiendo interpretar las nuevas formas de competencia y las exigencias de los distintos públicos. Los negocios implicaron siempre asumir riesgos. Y ese principio está ahora más vigente que nunca.
* Por Diego Bleger Socio líder de Advisory de KPMG Argentina