Las PASO serán el primer termómetro político luego de un año dramático a nivel sanitario, económico y social. La pandemia afectó
a todos los países, pero Argentina se encuentra en el peor cuadrante en todas las categorías. Sin embargo, el avance de la vacunación y la brutal inyección de pesos prevista por el gobierno nacional, podrían tener un peso relevante en la elección en la Provincia de Buenos Aires, la madre de todas las batallas, como la llaman a ambos lados de la grieta.
¿Qué sucederá con las decenas de miles de pymes que cerraron? ¿Cuánto influirá en el electorado más volátil el vacunatorio vip, la demora del acuerdo con Pfizer o las visitas innecesarias a Olivos en plena pandemia? Imposible predecirlo. La vara cayó tanto que la sociedad argentina parece naturalizar los escándalos con un dejo de resignación y costumbre: nada sorprende.
No es extraño que surjan en este contexto los outsiders como Javier Milei, con un discurso anti política sin los tintes militares que justificaron la mitad de los golpes del siglo pasado, pero sí con la utopía libertaria que seduce a un electorado juvenil. Los abusos del gasto público requieren reformas urgentes.
El gran dilema, es cuáles, cuándo, en qué orden, qué tan profundas y cómo se protege a los sectores más vulnerables. Y cada vez son más quienes necesitan o dicen necesitar ayuda del Estado y cada vez menos los aportantes. ¿Cómo avanzar entonces hacia un capitalismo inclusivo?
El kirchnerismo esgrime que las reformas deben hacerse con todos los argentinos adentro a la vez que reivindica el rol cada vez más presente del Estado. Y acusa a la coalición Juntos, de cierta insensibilidad, como si estuvieran dispuestos a hacer el ajuste a cualquier costo. La superioridad moral se podría resumir en la ceocracia a la que no les importa los pobres y desprecian
la meritocracia porque, según su interpretación, minimiza la desigualdad de oportunidades, el desparejo punto de partida.
Juntos responde con la misma vehemencia.
La superioridad moral se centra en el honestismo y en el se robaron todo. A esta acusación centrada en CFK, se suman las críticas específicas a la gestión actual: de las vacunas vip o Pfizer al cierre de escuelas record y el agudo deterioro de la economía.
¿A quién elegirá, esta vez, ese tercio volátil que en el pasado votó tanto a unos como a otros? Y acaso lo más relevante: ¿cuánto impactará realmente en la economía el resultado de la elección?
Pese a las variables alarmantes (pobreza, desempleo, inflación), el problema de Argentina es principalmente político y no económico. Incluso Guzmán, le dedicó al FMI un superávit mínimo en 2019, como si el mensaje fuera: si queremos, podemos. ¿Un gobierno no peronista podría haber triturado las jubilaciones y aplastar el salario sin pagar los costos?
Es muy probable que, pase lo que pase en las elecciones, el gobierno cierre con el FMI y postergue los pagos para más adelante: otra bomba para el 2023. Si algo confirmó el macrismo, es que los acuerdo con el Fondo o la fe en la lluvia de inversiones son condiciones necesarias pero no suficientes. Valentía y consensos para las reformas pese a las resistencias, refinanciación de deuda, shock de confianza.
¿Quién podrá conseguirlo? ¿Cuándo? Ni siquiera
Messi, que todo lo sabe, tiene la respuesta.