El costo oculto del efectivo
Agustín Parodi Business Chief Officer de Geopagos
Agustín Parodi Business Chief Officer de Geopagos
El encargado de un negocio de venta de gas envasado en un pequeño pueblo tiene una rutina bastante regular a lo largo del año. Gestionar y recibir el gas; registrar y entregar los pedidos a domicilio; vender en el local; llevar la administración general. Esto responde cuando se le pregunta a qué dedica su tiempo. Además, por supuesto, del tiempo que demanda la atención personalizada a sus fieles clientes.
Pero cuando se le pregunta por la administración del efectivo, la conversación cambia. Hay algo más. Los pagos se guardan en una caja, que él revisa cada tarde antes de terminar la jornada, cuando realiza el recuento diario. Con suerte, al terminar la semana no habrá diferencias que puedan despertar alguna discusión con los empleados. Para pagar a sus proveedores, tiene dos opciones. Puede introducir efectivo en una caja de seguridad incorporada al camión que le lleva el gas (donde suele haber “diferencias” con su proveedor). O puede dirigirse al banco dos o tres veces por semana con bolsos cargados de billetes para realizar, previo recuento, una transferencia bancaria.
Como vive en Argentina, la elevada inflación agrava el cuadro, ya que el número de billetes sube casi todas las semanas. El mayor problema, sin embargo, es la inseguridad. Afortunadamente, nunca ha sufrido -grandes- inconvenientes. Pero el estrés, aún en ese pequeño pueblo, siempre pasa su factura.
Esta misma historia se repite todos los días en miles de ciudades en toda América Latina, con comercios que deben dedicar muchísimo tiempo y recursos solamente a administrar efectivo. A medida que aumenta el volumen, crecen también los costos: almacenamiento, seguridad privada, transporte de caudales, máquinas de conteo, detectores de billetes falsos, más personal, etcétera.
A nivel macro, la ecuación es todavía más compleja. Al costo de imprimir papel moneda que soportan los bancos centrales, se suma la logística, el mantenimiento, los seguros y demás gastos asociados, que según McKinsey varía entre un 5 y un 10% de los costos operativos de los bancos. Costos que de un modo u otro llegarán a los consumidores.
El costo del efectivo es uno de los mayores desafíos para cualquier comercio. Un costo oculto, naturalizado de tanto andar, pero que una vez descubierto revela la dimensión de los problemas que encierra.
De acuerdo a un estudio de Mastercard, el efectivo está perdiendo terreno en América Latina; el número de personas que utilizan solo efectivo se redujo de 45% a 21% entre 2020 y 2023. Estas personas adoptaron nuevos medios de pago como tarjetas o billeteras virtuales mientras del otro lado del mostrador los pequeños comercios comenzaron a ofrecer cada vez más soluciones de pago. Las transferencias en un caso, el código QR en otros, los mPos, Smartpos y otras modalidades innovadoras simplifican el día a día de millones de personas y hacen que las transacciones sean más transparentes y más seguras.
Con el surgimiento de las criptomonedas y la casi total digitalización implementada en países como China o Suecia, las instituciones financieras se preguntan con cada vez más frecuencia si estamos frente a la muerte del efectivo.
Según el Deutsche Bank, el cash está lejos de desaparecer. La informalidad en mercados emergentes como el de América Latina sigue siendo muy alta y allí, el efectivo manda. Para el común de los ciudadanos en países europeos o de Norteamérica, los billetes no son sinónimo de ahorro o acumulación sino de cambio, pocket money, change, dinerillo. En 2023, por ejemplo, India eliminó su billete de mayor denominación, de 2.000 rupias. Y se estima que dos tercios de los billetes de 100 dólares permanecen fuera de Estados Unidos.
Pese a estar todavía algunos pasos atrás, América Latina ha dado pasos firmes hacia una economía cada vez menos determinada por el efectivo. En especial, los avances en transferencias inmediatas, uno de los principales drivers para reemplazar a los billetes en las transacciones cotidianas. Pix en Brasil, Transferencias 2.0 en Argentina o el Sistema de Pagos Inmediatos (SPI) en Colombia han generado un impacto positivo junto al vibrante despliegue del ecosistema Fintech regional.
Una economía con menos efectivo es una mejor economía. Pero sobre todo, una mejora en la vida cotidiana de las personas.
*La columna fue escrita por Agustin Parodi, Business Chief Officer de Geopagos