Dime qué valoras y te diré qué ofreces: una reflexión sobre la interrelación de cultura y gestión
No podemos dar lo que no nos damos a nosotros mismos. Como empresa, no podemos ofrecer (ni ser percibidos) por algo que no somos capaces de ofrecer puertas adentro.

Los incentivos guían los comportamientos. Si deseamos que las personas contribuyan hacia el logro del propósito y de los atributos de valor de nuestra empresa (la denominada “marca”), debe haber un alineamiento entre el funcionamiento interno y lo que se vislumbra en el afuera. La incoherencia se transmite, y la coherencia también, por lo cual alinear propósito, cultura y modelo de negocios es la base sobre la cual tendría que asentarse una empresa. Debiera ser el manto que cubre todo el accionar de la gestión, tanto lo relacionado con los aspectos duros y evidentes como el funcionamiento de los procesos, el diseño de las funciones y la medición de las operaciones, como aquellos no tan evidentes, como la construcción sobre valores compartidos, el desarrollo del talento humano y el diseño de los incentivos organizacionales. Los equipos deben estar alineados con los valores que deseamos promover y el estilo de liderazgo debe incentivar consciente y respetuosamente el rumbo. 

El modelo de negocio alineado con un propósito compartido y basado en atributos que deseamos entregar a nuestros clientes son aspectos cada vez más relevantes en el diseño de las organizaciones e impactan tanto en la determinación de las elecciones de los empleados como en las elecciones de los consumidores. De lo contrario, los colaboradores pierden interés en contribuir y los consumidores (cada vez en mayor medida), pierden interés en comprar. 

Este alineamiento entre decir-hacer, o entre proponer-concretar implica un management más consciente y estar predispuestos a asumir errores y fracasos como parte de un aprendizaje que nunca termina. Supone una interpelación constante: es evidente que no podemos transformar la gestión interna sin transformarnos a nosotros mismos junto con la forma en la que gerenciamos nuestra empresa. Y debemos estar dispuestos a transitar ese camino de una forma genuina, porque lo fingido se transparenta. En todo caso, si en el recorrido se pierde el sentido, quizás es mejor cambiar la promesa. 

En definitiva, las contradicciones afectan la rentabilidad. Es necesario reflexionar sobre qué valoramos y qué deseamos aportar, y ser consistentes en nuestra organización y nuestras acciones con esa entrega.

 

*La columna fue escrita por María Florencia Rizzardi, fundadora en MFR Consultoría & Gestión