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Dietas cognitivas en tiempos de IA: y vos, ¿cómo aprendés mejor?

Melina Masnatta

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15 Noviembre de 2024 09.54

En la era digital, las redes sociales e inteligencias artificiales han transformado nuestra manera de relacionarnos con la información y aprender. Sin embargo, este nuevo entorno plantea desafíos importantes: ¿Cómo educarnos de manera significativa cuando estamos expuestos a una avalancha constante de estímulos? Aquí es donde surge la dieta cognitiva como una estrategia esencial para filtrar información y recuperar la capacidad de aprendizaje profundo.

La dieta cognitiva nació como un newsletter que hoy cuenta con más de 6.000 suscriptores y una comunidad de 20.000 seguidores en LinkedIn. Se presenta como un menú que activa la curiosidad, fomenta el liderazgo, despierta la creatividad y potencia el intra/emprendimiento. 

Esta dieta invita a consumir información de manera consciente y reflexiva, seleccionando estímulos mentales que se alineen con nuestras necesidades de aprendizaje. Al igual que una dieta alimenticia busca el equilibrio en lo que comemos, esta dieta se enfoca en cómo estructuramos nuestra interacción con contenidos digitales para optimizar el aprendizaje, considerando nuestras preferencias de aprendizaje, poniéndonos en el centro de la experiencia, en definitiva empoderandonos dándole propósito a los usos de las pantallas.  

Las inteligencias artificiales (IA) tienen un papel crucial en este proceso. Los algoritmos facilitan la personalización del contenido que consumimos, pero también corren el riesgo de fomentar un consumo superficial y sesgado, atrapandonos en burbujas de información. Por eso, aprender a manejar estos recursos de forma crítica es imprescindible para evitar los sesgos, la saturación y el pensamiento fragmentado.

La IA redefine la educación al ofrecer nuevos formatos de aprendizaje, desde videos personalizados hasta asistentes virtuales que facilitan la adquisición de conocimiento según las preferencias de aprendizaje, no todas las personas aprendemos del mismo modo. Sin embargo, Nicholas Carr, en The Shallows (2010), advierte que las plataformas digitales, al fomentar la gratificación instantánea, están erosionando nuestra capacidad de concentración y pensamiento profundo. La rapidez con la que consumimos información, de manera fast food, va en detrimento del aprendizaje significativo, que requiere tiempo, reflexión y esfuerzo sostenido.

La clave está en utilizar las IA no solo para recibir información, sino también para aplicarla en la vida real, promoviendo el lifelong learning: un proceso de aprendizaje continuo, donde la reflexión crítica y la creatividad juegan un papel fundamental.

Aunque las IA facilitan la personalización del aprendizaje, también presentan riesgos ya que están diseñadas para maximizar nuestra participación, exponiéndonos a contenidos emocionalmente estimulantes o polarizantes que de alguna forma nos ¨atrae o atrapa¨. La dieta cognitiva propone un uso consciente de la tecnología, orientado a fomentar el aprendizaje enfocado en lo que cada persona necesita, pero para eso debe poder conocer ¿cómo aprendemos mejor? ¿y cómo lo hacemos con las pantallas?.

Adoptar una dieta digital saludable implica: seleccionar activamente la información que consumimos, evitando el exceso de estímulos rápidos; equilibrar el uso de redes sociales con actividades fuera del entorno digital, como la lectura en soportes no digitales, la actividad física o la creación artística con materialidades físicas; y utilizar las IA para optimizar el tiempo y filtrar contenido relevante, sin dejarnos llevar por la búsqueda de gratificación inmediata.

Como planteo en Educar en tiempos sintéticos, no se trata de comenzar de cero, sino de integrar lo que ha funcionado en el pasado con las nuevas posibilidades que ofrecen la tecnología y en especial la IA. La educación del futuro deberá encontrar un punto de equilibrio entre automatización y humanización, donde las IA potencien la autonomía y el pensamiento crítico, en lugar de reemplazar la capacidad humana de aprender con propósito.

 

*La columna fue escrita por Melina Masnatta, emprendedora y doctoranda en tecnología educativa, autora del libro Educar en tiempos sintéticos (Galerna 2024),

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