Hoy quiero hacerles una pregunta: ¿En qué momento empiezan a ocuparse de su salud? ¿Esperan estar enfermos para hacer un control médico? ¿Se cuidan sólo cuando hay síntomas de que algo no anda bien? Espero que no. Espero que desde niños hagan el seguimiento necesario para mantener, dentro de lo posible, un buen estado de salud.
Este razonamiento, que parece obvio, es el mismo que tendríamos que utilizar para muchos ámbitos de nuestra vida —o para todos—. Nuestras finanzas y nuestro patrimonio, por lo tanto, no son la excepción.
Muchos, desde el desconocimiento, piensan que no tiene sentido estructurar el patrimonio de alguien que no es millonario. Para ellos, planificar patrimonios es algo exclusivo de aquellos que tienen mucho dinero. Gran error. Ordenar nuestras finanzas y estructurar nuestro patrimonio debería ser un hábito desde el minuto cero.
Pensemos en cualquier persona que, producto de su trabajo, comienza a ganar dinero y puede —de a poco, como todos— ahorrar parte de sus ganancias mensuales. Y no estoy hablando de un gran ahorro, sino de un ahorro básico. Nada del otro mundo, ¿verdad?
Frente a ese escenario: ¿Qué hace esa persona con ese ahorro? Existe la posibilidad de que nuestro amigo no haga nada y así, naturalmente, su dinero pierda valor. Sin embargo, puede tomar una decisión, a mi entender, más inteligente: pensar estratégicamente cómo invertir ese dinero y, a su vez, cómo protegerlo.
Para hacerlo, por supuesto, lo ideal sería que nuestro amigo busque asesoramiento profesional. Pero hay pequeñas y sencillas decisiones que puede tomar para obtener mejores resultados. Estamos hablando de decisiones de inversión y de protección. Por eso, como siempre digo, la educación financiera es fundamental y es un gran debe en los tiempos que corren.
Cuando y para qué planificar
Como siempre digo, cuanto antes empecemos a planificar nuestro patrimonio, por más chico que sea, y a incluir este tema en nuestras conversaciones, mejor. No sólo por nosotros, sino también por todos los que nos rodean.
¿Por qué? Porque si hay algo de lo que estamos seguros es de que vamos a morir. Y el día que nos morimos, si no planificamos nuestro patrimonio, estamos dejando un problema a nuestros herederos: no saben qué tenemos, dónde lo tenemos, ni mucho menos qué hacer con eso. Probablemente, de hecho, tengan que acudir a un juez para abrir una sucesión (lo que significa tiempo y dinero).
Por supuesto, otro gran tema es nuestra posible incapacidad. Aunque siempre pensemos que a nosotros no nos va a pasar, la realidad es que no lo sabemos. ¿Y si pasa? ¿O si alguien se abusa de nosotros en un estado vulnerable? Más vale prevenir que curar, ¿no? Por eso, hacer una declaración anticipada de guardián, por ejemplo, puede ser una muy buena opción.
Hacer un poder con efectos después de la muerte, en los países que lo permiten, o dejar dinero en efectivo para gastos que puedan surgir después de nuestra muerte o en un período nuestro de incapacidad, son otros ejemplos de pequeñas decisiones que todos podemos tomar para planificar nuestro patrimonio y hacer más sencilla, no solo nuestra vida, sino la de nuestro entorno.
Lo dije muchas veces, y lo repito: planificar patrimonios no es cosa de millonarios. Debería ser algo cotidiano para todos. Y, de hecho, el tema debería formar parte de las mesas familiares y, ni que hablar, de nuestra educación.