Con la candidatura de Massa, ¿se termina el kirchnerismo?
Marcos Falcone Politólogo. Fundación Libertad
Marcos Falcone Politólogo. Fundación Libertad
A menos de un mes de las PASO, la candidatura de Sergio Massa ha infundido esperanza a un gobierno paradójicamente alicaído por una pésima gestión de la economía, de la que él está a cargo. Las intenciones del ministro de economía eran desde un primer momento claras, pero la reticencia hacia su figura había hecho trastabillar su candidatura hasta el último momento: hoy, con la excepción de quienes siguen a Juan Grabois en una suerte de “voto protesta” interno, las figuras más relevantes del gobierno se han encolumnado detrás de Massa. Y en ese contexto la pregunta es: después de la elección, ¿qué pasa con el kirchnerismo?
Quienes recuerdan el 2019 entienden la delicadeza con la que debe tratarse cualquier idea acerca del futuro del kirchnerismo. Hace tan solo cuatro años, un gran número de periodistas y analistas creyó ver su final porque ni siquiera ante el fracaso del gobierno de Macri se animaba Cristina Fernández de Kirchner a ser candidata. Sin embargo, el nombramiento de Alberto Fernández como candidato a presidente por parte de su propia candidata a vicepresidente encendió luces de alarma acerca de la autonomía que tendría el mandatario llegado el momento. Si el presidente nunca quiso ejercer el poder o realmente estuvo constreñido para hacerlo es una pregunta para historiadores y quizás psicólogos, pero lo cierto es que el kirchnerismo no desapareció.
Hoy, por el contrario, hay quienes ven en Sergio Massa una figura más poderosa que Alberto Fernández y que realmente podría deshacerse del kirchnerismo si llegara al
gobierno. El argumento es, esencialmente, que Massa tiene un caudal electoral propio que le daría fuerza para implementar las reformas que el país necesita para salir de la crisis. El hecho de que ya ha sido candidato da sustento a esta teoría, así como algunas medidas aisladas como la suba de tarifas o la coordinación permanente con el FMI. Pero el argumento es problemático en la medida en que Massa lleva ya un año como ministro prácticamente plenipotenciario de este gobierno y que aún así no ha roto con los elementos y las ideas más delirantes del gobierno: Massa no se está proponiendo como un superador de la grieta (y por lo tanto del kirchnerismo), sino que la está ahondando.
Es incierto, entonces, lo que sucederá con el kirchnerismo si Massa gana las elecciones, pero también lo es en el caso de que las pierda. Por un lado, una derrota podría dar lugar a la demorada transición que parte del peronismo demanda desde ya antes de 2015, quizás sinél como protagonista. El problema es que la centralidad de la figura de CFK para su núcleo duro también podría hacer que aquel interprete una mala elección como señal de que solo ella puede sacar al país adelante. Aún con la abrumadora evidencia disponible acerca de lo desastrosos que han sido sus gobiernos para la economía, no hay que subestimar la fortaleza del pensamiento mágico en el kirchnerismo.
Hasta ahora, la candidatura de Massa ha sido un éxito similar al de los primeros días después de su nombramiento como ministro de economía.
El año pasado, su figura provocó un rally de acciones y bonos porque se lo vio como una figura estabilizadora de un gobierno a la deriva; hoy, también alimenta la idea en diversos grupos de que no todo está perdido para el peronismo, de que la mejor estrategia que podía ser adoptada para la elección fue efectivamente adoptada.
En este sentido, y más allá del kirchnerismo, uno de los grupos que más satisfecho parece acerca de la candidatura del ministro de economía es el círculo rojo. Tiene sentido: Massa es el candidato del statu quo, toda su campaña se centra en la idea de no cambiar. Es significativo el hecho de que en su discurso no haya propuestas sino solo denuncias acerca de lo que otros podrían hacer: uno podría pensar que la “campaña del miedo” está dirigida a los sectores más pobres, pero también lo está a los empleados estatales ricos y a los grupos empresariales prebendarios que viven de subsidios para sí mismos y de regulaciones impuestas sobre otros. Quizás la analogía de Massa como Deng Xiaoping tenga algún sentido: su “liberalización” no sería pro-mercado, sino pro-empresa; no pro- competencia, sino pro-amigos. Massa es el candidato de las corporaciones.
Una mirada más indulgente sobre Massa podría darle el beneficio de la duda sobre sus verdaderas intenciones, pero no hay que olvidar que quien hoy es ministro de CFK fue parte del kirchnerismo en todas sus versiones: ¿por qué terminaría un kirchnerista con un movimiento del que consistentemente ha sido parte? Y si la respuesta es simplemente “el ego”, ¿en qué se diferenciaría sustantivamente su nuevo espacio del que ya existe? Lo único que es claro hoy, con la nueva claudicación de CFK, es que si gana Massa solo algunos definitivamente “se van” del gobierno; pero no es nada evidente que todos, y ni siquiera las ideas que hunden al país, estén de salida.