Cuando llegó a US$ 650 la tonelada, la soja tocó su precio récord en Chicago. Casi en simultáneo, el riesgo país subió a 2118 puntos básicos, el máximo desde septiembre de 2020. Es difícil que un país exportador logre semejante hazaña. La inflación sin límite y la sumisión política de Alberto Fernández a la Vicepresidenta agigantan la incertidumbre del día a día cuando aún falta más de un año para las PASO.
Los empresarios son culpados por los errores de las políticas económicas como si realmente fueran los responsables del aumento de precios. Sorprende la visión tan extendida en el kirchnerismo de que los empresarios argentinos serían más codiciosos que sus pares de América Latina o la fantasía de que nuestro mercado es aún más concentrado que el de Bolivia, Paraguay o Chile, países que por primera vez en años rozarán los dos dígitos anuales de inflación como efecto postpandemia e invasión rusa.
¿Qué hacen, qué hicieron nuestros vecinos en la región para tener economías más saludables y equilibradas? ¿Cómo logró Perú, a pesar de sus profundas crisis políticas que incluyeron cierres del Congreso y expresidentes presos, sostener el valor de su moneda? Sostiene desde 2006 a Julio Velarde al frente del Banco Central, donde fue confirmado hasta el 2026. La estabilidad económica no es de izquierda ni de derecha en el continente. Uruguay sostuvo un rumbo con Mujica, Tabaré Vázquez o Lacalle Pou.
En Chile varían los matices, de Bachelet a Piñera, pero el presidente más joven de su historia y proveniente de la izquierda, Gabriel Boric, designó a Mariano Marcel, expresidente del Banco Central, en el Ministerio de Hacienda. Lula en Brasil condujo sus políticas inclusivas de centroizquierda a partir de una conducción ortodoxa de la economía con Arminio Fraga primero y Henrique Meirelles más tarde.
En Argentina, la ley y el orden son mala palabra: la derrota es cultural y es uno de los mayores desafíos a revertir. Abundan las contorsiones que explican la inflación multicausal que añade a la inercia y a la emisión monetaria categorías como la voracidad sin límite de los empresarios, una salvaje puja distributiva, la intermediación especulativa, la concentración económica y otros factores que increíblemente solo sucederían o tendrían un impacto relevante en la Argentina. Esta hipótesis jamás explica por qué sucede solo en nuestro país y no en economías más concentradas de la región.
El peso relevante de la emisión monetaria producto del déficit fiscal y la falta de crédito es subestimado o ignorado. ¿Cómo se financia este nuevo aumento del gasto público? parece una pregunta prohibida, pero en los últimos 20 años se duplicó del 23% del PBI en 2001 a 42,6% en 2015, en 2019 el macrismo lo dejó en 35,5%, tocó su pico en la pandemia con 42,9% y cerró el 2021 en 38,9%.
¿Cómo bajar el gasto público en un país en el que la consigna No al ajuste tiene un fuerte arraigo social aunque omita el ajuste que padecen los más vulnerables con un 70% de inflación anual? El poder del relato logra sostener los privilegios de la burocracia estatal, la burocracia sindical y el periodismo pretendidamente moderado que nunca profundiza en la solución de los problemas sino que cuestiona los posibles caminos de resolución con clichés demagógicos. Podrían admitir la relevancia de eliminar el déficit fiscal pero tendrán mucho más entusiasmo en oponerse a todas las medidas orientadas a lograrlos. Sí al orden fiscal, no al ajuste.
En la urgencia de las crisis coyunturales constantes, todas las reformas imprescindibles (laboral, tributaria, previsional) quedan detenidas en el tiempo. Mientras tanto, milagrosamente, las pymes se reinventan para sobrevivir, y emprendedores y empresarios siguen apostando y creyendo que un destino mejor es posible. Sus historias son las que siempre estarán en Forbes.