Durante 2020 conduje un ciclo de entrevistas llamado Rediseñarse, que contó con el aporte de 27 argentinos destacados en el mundo. Fueron empresarios, artistas, políticos, periodistas, relacionistas públicos o deportistas de nivel internacional como Agustín Pichot, Gustavo Grobocopatel o Hugo Alconada Mon, entre otros. Con ellos debatimos del presente y en especial sobre qué hacer para proyectarnos en un escenario global como el que estábamos viviendo. Luego continué entrevistando a referentes de otros países y continentes, esta vez como parte de mi trabajo de campo para un futuro libro sobre el tema.
En paralelo, en mi estudio se acentuó la llegada de clientes de decenas de países con demandas particulares, pero con una lógica de época que los atravesaba. Ambas situaciones me permitieron detectar ciertos comunes denominadores en quienes se transformaron en estos tiempos, quienes realizaron cambios consientes o simplemente los que se rediseñaron. Aquí resumo cinco de esas tendencias:
1) La tecnología y las oportunidades.
La aceleración de la digitalización en los negocios modificó la territorialidad y la intermediación en los intercambios. Ante esta situación, el manejo dinámico de datos e informaciones pasó a ser estructural. Así emergieron nuevos jugadores y realidades que se despliegan por sobre los estados y las lógicas con que fuimos formados.
En este escenario, quien fue disruptivo, quien construyó su propia agenda y en especial, quien creó nuevas categorías tuvo el premio mayor. Quién interpretó demandas y encontró soluciones nuevas, logró ser diferente.
Poner en práctica la filosofía de humanizarnos
2) El efecto Covid en nuestras identidades.
Algo que nos afectó no solo como empresarios o profesionales sino como seres que se encontraron sin brújula y con temores a lo desconocido. Seres que hallaron que sus prioridad eran la de cuidarse y cuidar a sus afectos.
Aquí hubo la tendencia al aprendizaje positivo, vital. Donde recursos blandos, como el habilitarse, quererse, confiar en uno, reconocerse y aceptarse en sus circunstancias, dejaron de ser vistos como síntomas de debilidad para ser emociones a trabajar en pos del éxito colectivo.
Quienes realizaron este proceso, contaron en las entrevistas sobre la necesidad de desaprender de los absolutos externos, aquellas estructuras que estaban cristalizando a sus identidades. Fruto de ello, fue una mayor aceptación a las subjetividades (identidades personales, colectivas, comerciales o políticas). Incluso el ver a esas identidades como ríos, como flujos dinámicos que se movilizan y modifican ante lo limitado de las certezas de nuestra anterior vida en común.
3) Todos mis entrevistados plantearon que la solución es siempre colectiva.
Me llamó la atención la fuerza y consenso en esta aseveración. Cada cual, desde su experiencia manifestó que nadie podría sostenerse o desarrollarse solo. Todos nombraron lo indispensables para rediseñarse de las redes de pertenencia. En forma tribal, ellas aparecieron como lo único que permitió sobrevivir, crecer y desarrollarse en esta trama. El contenerse y agruparse bajo formas de alianzas o sociedades cobró relevancia. El sentirse parte de algún equipo, grupo o holding, más necesario que nunca y la única oportunidad de realmente traspasar los techos de crecimiento.
4) La intensidad del encierro generó libertad y compromiso.
En plena crisis, todo estuvo permitido bajo la búsqueda de la adaptación. Las fórmulas viejas aprendidas por los CEOs no tenían sentido, y la flexibilidad y capacidad de interpretación, el surfear las situaciones, se convirtieron en un valor superior. Esta oportunidad de ser creativos, caló hondo en la visión de sí mismos por parte de un segmento relevante de directivos.
Además, el carisma de los líderes, la actitud y la pasión de quienes comandaron esta época de transición fueron centrales. El liderazgo motivador, ese que empuja a su gente con un dale, que tu puedes fue el necesario. Aquellos que estuvieron a la altura del momento se destacaron. Para encontrarse en ese rol, los representantes debieron salirse de su piel y conectarse con el otro, todo un aprendizaje. Como resultante indirecto, emergió más la búsqueda del bien común que en el pasado. El individualismo comenzó a ser visto como falta.
En esa atmósfera de contacto sin contacto, las herramienta transaccionales fueron los Zoom y los Meet, por sobre las apariencias del poder. Los autos de lujos y trajes perdieron su función de organización de roles. La comunicación, en especial la palabra y el exponerse desde la pantalla, se convirtieron en la llave concreta de los negocios. La demanda de coaching y de terapias proactivas creció en consecuencia para quienes entendieron este desafío.
Otro aspecto de la comunicación de época, y a pesar del crecimiento de las ventas on-line, es la tendencia a priorizar la cuestión vincular, a construir relaciones uno a uno por sobre la publicidad del story de marca de las empresas, en especial en el segmento BtoB.
Un email adecuado o un contacto real es mayor garantía hoy de concreción de negocios que pautar en redes. En estas relaciones, la credibilidad, la humanidad, la palabra comprometida y el dar la cara se magnifican y son esenciales. Creció también la demanda por producir contenidos y explicaciones reales, de mostrar la cocina de las cosas.
5) Que tan pronto como disminuye el temor al Covid, la agenda del impacto de nuestros hábitos en el ambiente y salud, se posiciona como el tema dominante.
Esto derrama desde Alemania al resto de Europa y al mundo, pero con anclaje cada vez mayor en nuestro continente: fondos de inversión verdes, empresas vinculadas a la sostenibilidad, energías alternativas, productos naturales, etc. Crecen los alimentos trazables, orgánicos o comunitarios. El amor a la vida, a la salud y a nuestros entornos son cada día más valorados. Era hora.
En síntesis, en estos años aprendí que rediseñarse es la obligación de quien quiera estar mejor. Que nuevas realidades merecen ser construidas. Que rediseñarse es un acto de apertura y que la solución es siempre colectiva.
Para lograrlo, se deberá entender a nuestras identidades como procesos, ríos, donde uno debe ser el capitán de su barco, de su vida.
*El autor, Sebastián Guerrini, es diseñador y PhD en Comunicación y Estudios de la Imagen (Universidad de Kent, Inglaterra). Desde su estudio, Guerrini Design Island, ha trabajado en 31 países y ganado concursos internacionales en el diseño de marcas y estrategias de comunicación. Guerrini es autor del libro Los poderes del diseño, de la versión gráfica del escudo nacional argentino en uso desde 2001 y de la identidad de Coop, la Alianza Internacional de Cooperativas; del Grupo Los Grobo y Bioceres, entre otros trabajos.