Calibrar expectativas pero mantener la esperanza
Alex Milberg Director
Alex Milberg Director
Esta edición impresa sale días antes de las elecciones, pero es posible que cuando estés leyendo este breve editorial ya sepamos quién es el próximo presidente de la Argentina. Como analiza la economista Marina Dal Poggetto en esta edición, los desafíos para el nuevo gobierno son inmensos y no hay recetas ni soluciones mágicas.
La diferencia, no menor, estará en la velocidad y la profundidad de las medidas por delante. El shock devaluatorio con una inflación aún mucho más alta para el verano parece inevitable. La corrección de los precios relativos en el país donde el litro de una gaseosa cuesta más que el litro de nafta parece una necesidad urgente, pero es apenas el punto de partida.
La transición hasta el mandato presidencial, de menos de 30 días, también podrá tener sus sobresaltos. La maratón comprendida entre la campaña de las PASO y el balotaje reafirmó la grieta y renovó discusiones en Juntos por el Cambio. Por un lado, están quienes aceptaron la derrota y optaron por ser oposición, ganara quien ganara. Por el otro, están quienes sintieron que Sergio Massa o Javier Milei eran su límite y entonces votarían al opuesto.
Ambas opciones son igual de legítimas. Sin embargo, se reiteró la idea de la complicidad del ciudadano medio, cómplice de dar con su voto en blanco o positivo el apoyo a un ganador. Quien votó en blanco no apoyó a ninguno de los dos candidatos. Y quien sí lo hizo tampoco es cómplice de nadie. Los ciudadanos no son cómplices de funcionarios corruptos o ineptos ni siquiera si los votan o si los votaron.
La fantasía de la superioridad moral de quien ejerce esta acusación vale tanto para unos como para otros. El ciudadano le asigna un voto de fe, de confianza, a la oferta que tiene delante. No es cómplice del funcionario que roba. Ni tan inepto como el funcionario incapaz. Vota tan responsablemente como lo considera, aunque muchos desearían que el voto fuera calificado.
La responsabilidad ciudadana, mucho más que en las elecciones, se juega todos los días. Argentina tiene un enorme potencial que quizás nunca logre concretar. La tragedia de Venezuela es un fantasma, pero no un destino cercano ni inexorable. La decadencia duele y lleva décadas, pero puede revertirse. Tenemos recursos naturales, talento, resiliencia, cuatro climas y una idiosincrasia compleja pero también cálida, entrañable y optimista. Solo se trata de calibrar las expectativas: puede empeorar; todo lleva tiempo, mucho tiempo. Pero hay que mantener la esperanza.