Alimentación sustentable: en busca de la conciencia y seguridad alimentaria.
María Eugenia Periago Coordinadora de Manejo y Producción Sustentable de Fundación Vida Silvestre
María Eugenia Periago Coordinadora de Manejo y Producción Sustentable de Fundación Vida Silvestre
La forma en que venimos produciendo alimentos a gran escala -tanto para el consumo interno como para la exportación- debe revisarse, con el objetivo de lograr un real desarrollo sustentable compatible con la alimentación de una población global que crece y con el mantenimiento de los servicios que brindan los ecosistemas. La pérdida de biodiversidad amenaza también la seguridad alimentaria, por lo que las acciones para transformar nuestro sistema alimentario mundial se vuelven prioritarias.
La inseguridad alimentaria es uno de los mayores desafíos, así como lo son la pérdida de la naturaleza y el cambio climático. Si no los abordamos, las generaciones futuras heredarán un planeta inestable que no puede proveer para todos.
En un mundo en donde los sistemas alimentarios no son sostenibles y deberían serlo, es necesario un acuerdo para lograr una alimentación sustentable. Si continuamos por el camino de los sistemas alimentarios nocivos, las crisis actuales de seguridad alimentaria, naturaleza y clima empeorarán, con repercusiones en la salud y el bienestar humano.
El Informe Planeta Vivo 2022 de WWF propone un marco para que los países aceleren y escalen el cambio de los sistemas alimentarios a nivel nacional en la producción, la pérdida y el desperdicio de alimentos y el consumo.
El informe tiene como objetivo ayudar a los gobiernos individuales a considerar qué acciones de transformación de los sistemas alimentarios deben priorizar, a través de una visión informada y basada en la ciencia de las palancas de alto impacto y las oportunidades y compensaciones que presentan en las agendas ambientales, sociales y de salud.
Dicho informe destaca que las especies de vida silvestre han disminuido en un 69% en promedio desde 1970. Los sistemas alimentarios son una de las principales causas: el 70% de toda la pérdida de biodiversidad en la tierra y el 50% en agua dulce está estrechamente relacionado con la forma en que producimos alimentos y lo que comemos.
Los sistemas alimentarios también generan alrededor del 30% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero. A su vez, las crisis climática y de la naturaleza exacerban la inseguridad alimentaria; hasta 828 millones de personas pasaron hambre en 2021, y se prevé que el calentamiento global reduzca nuestra capacidad de producir suficientes alimentos saludables.
Si bien más de 150 países se comprometieron con sistemas alimentarios sostenibles y equitativos en la Cumbre de Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas en 2021, la implementación se ha visto obstaculizada por la falta de un acuerdo vinculante o integración con otros procesos. La mayoría de los países continúan pasando por alto soluciones críticas como cambiar a dietas más saludables y sostenibles y eliminar la pérdida y el desperdicio de alimentos, cuando se trata de compromisos climáticos y naturales.
Las nuevas tendencias sobre el consumo responsable y las exigencias tanto de los consumidores como de ciertos mercados empujan a los productores, las empresas y marcas globales a incluir nuevos lineamientos en materia de sustentabilidad. Es por eso que resulta necesario sumar la trazabilidad ambiental a los productos para asegurar que toda la cadena productiva sea libre de deforestación y conversión de ambientes naturales: es decir, que no se hayan realizado desmontes ni se hayan transformado áreas naturales en ninguna de las etapas del proceso de producción, industrialización y distribución.
Las consecuencias de seguir por este camino tendrán efectos sobre el clima, la provisión de agua, la estabilidad y calidad de los suelos y, en consecuencia, sobre la misma producción de alimentos, afectando no sólo a la seguridad alimentaria global, sino también al principal sector exportador de la economía argentina.
En este contexto, es necesario llevar a cabo acciones para transformar los actuales sistemas de producción de alimentos y lograr un real desarrollo sustentable, compatible con la alimentación de una población global que crece y con el mantenimiento de los servicios que brindan los ecosistemas y la conservación de la biodiversidad.
Lograr la transición a cadenas de suministro libres de deforestación y otros tipos de conversión de ambientes naturales (Deforestation and Conversion Free o DCF por sus siglas en inglés) es algo que no puede esperar. Para ello, es inminente garantizar la trazabilidad: llevar a cabo procedimientos para la identificación y el registro de los datos relacionados con un producto determinado a lo largo de las cadenas de producción, industrialización y distribución.
Mediante estos procesos, es posible rastrear el camino seguido por un producto desde su origen hasta su destino final, sumando además los impactos sociales y ambientales de toda la cadena de suministros.
El objetivo está claro: necesitamos modificar y repensar las bases, cambiar la forma en la que producimos alimentos y convertir dicho modelo en un modelo integral y no aislado, que responda a los cuidados ambientales, sanitarios y sociales. Buscamos redefinir los modelos de producción y de consumo, respondiendo a las tendencias alimentarias y productivas que demanda el mercado global y garantizando los cuidados necesarios para todos los consumidores, así como también para nuestra tierra.
*María Eugenia Periago, Coordinadora de Manejo y Producción Sustentable de Fundación Vida Silvestre.