El exasperante juego de gallinas en la negociación con el FMI, incluyendo la amenaza de no pago del vencimiento de $ 731 millones en enero después de haber pagado $ 3.800 millones desde septiembre, y un BCRA sin reservas para seguir pagando, terminó sin un choque frontal y acotó el riesgo de que el país entre en atrasos con el organismo.
El programa se firmaría por un monto similar a los desembolsos efectivos del programa Stand By caído (USS 44.500 millones), tendría una duración de 2,5 años, un período de gracia de 4,5 años y un plazo de pago de 10. Más allá del sendero de corrección gradual del déficit fiscal al 2025, de reducción del financiamiento monetario también gradual al 2024 y de acumulación de reservas el primer año similar a la devolución de dólares por los pagos realizados, faltan definiciones sobre la letra chica.
Puntualmente no se sabe cómo se va a cumplir el sendero fiscal manteniendo el gasto real en un contexto de menores ingresos (no va a estar el impuesto a las grandes fortunas y con la sequía los ingresos por retenciones serían menores a los de 2021). Además del fuerte hincapié en el crecimiento, el ministro solo habló de reducir subsidios sin especificar cómo lo haría, y también de mejorar la administración tributaria.
Ni una palabra de cómo va a manejar la indexación previsional a menos que esté dispuesto a acelerar la inflación por sobre el 50,9% de 2021. Ni cómo va a financiar el resto de las necesidades financieras de pesos. Tampoco se sabe cuál va a ser la inflación en 2022 y el sendero hacia adelante (dólar oficial, tarifas, salarios, tasa de interés y brecha cambiaria). Solo especificó que el programa no obliga al BCRA a un salto discreto del dólar, que los salarios y las jubilaciones le ganarían a la inflación y que el aumento de tarifas se haría en forma segmentada.
No se sabe cómo va a lograr acumular reservas y crecer en simultáneo con una brecha cambiaria que, si bien puede comprimir algo, va a seguir siendo alta, cuando las proyecciones de cosecha auguran una caída en torno a US$ 4.500 millones en la oferta de dólares en 2022. Y cuándo el FMI solo devolvería los US$ 4.500 millones que les pagamos hasta ahora. Ni cómo se fijaría el objetivo de tasa de interés positiva y cómo se evitaría que termine espiralizando la deuda del BCRA y del Tesoro, sin una licuación previa teniendo en cuenta además la emisión de pesos para financiar al fisco incluida en el programa y la emisión de pesos para comprar reservas. El anuncio contribuyó a reducir en el margen la enorme presión que estaban sufriendo los precios de los activos aunque no alcanzó para evitar que el BCRA siguiera vendiendo dólares en el MULC. Por lo pronto, después del anuncio el riesgo país cayó a 1.780 y la brecha cayó a 110%.
Lejos de aprovechar el acuerdo para avanzar en un plan de estabilización, el Gobierno festeja el gradualismo y la no inclusión de reformas estructurales que apuntalen la competitividad sistémica de la economía en un mundo donde el capital y el trabajo son cada vez más flexibles y saltan fronteras.
¿Es posible encontrar un aumento en la demanda de pesos que permita al BCRA ir desarmando Pasivos Remunerados para financiar con menos financiamiento monetario una brecha fiscal que corrige más lento sin que se descoordine la demanda de pesos y sin que la tasa de interés coordine una dinámica desagradable de los pasivos remunerados? En un principio, sí. Es posible que el BCRA pueda empezar a comprar reservas y, como el año pasado, esta dinámica permita descomprimir la brecha cambiaria. Cuánto y hasta cuándo son las preguntas del millón.
En 2021, con un dólar moviéndose al 1% mensual, una tasa de interés en 3,16% mensual y una pendiente negativa de los precios agrícolas, se coordinó la aceleración de la liquidación de exportaciones: el BCRA compró dólares hasta junio y la brecha cambiaria hizo piso en ese mes. Pasó del 130% en octubre al 60% en mayo. El mercado creyó que no iba a haber un salto discreto del dólar hasta después de la elección. ¿Y en 2022? Si este equilibrio se coordina, por unos meses el dólar oficial le puede ganar a la brecha cambiaria y acercarse a la inflación. Léase por unos meses: el carry no dura para siempre y mucho menos montado sobre una nominalidad más alta de la economía y los ruidos que puede generar el propio manejo del programa con revisiones trimestrales cuando se acabe la estacionalidad de la cosecha.
Falta transformar el entendimiento en un acuerdo con el staff, que el Congreso lo apruebe y sea elevado al board del organismo, todo antes del 22 de marzo, cuando vencen los US$ 2.800 millones. Al momento no figura en la lista de temas a tratar en sesiones extraordinarias. Los tiempos juegan en contra y no ayuda la inconsciencia de la coalición de gobierno que recién plasmó el entendimiento con el FMI cuando el BCRA se estaba quedando sin reservas, y sigue intentando quedarse al margen de los costos de un programa que promete no va a traer muchas alegrías. Mientras tanto, la oposición, atrapada en el juego, critica por derecha el programa pero busca mecanismos para evitar tener que votarlo.