Los argentinos tenemos tan incorporada la cultura norteamericana que festejamos Navidad con un Santa Claus vestido para la nieve y lo cierto, -más allá de este dato de color-, es que esta perspectiva sobre nuestro "norte" no nos deja ver más allá del continente. En mi caso, tras 17 años de relaciones comerciales con China, me siento en la obligación de compartir una mirada alternativa sobre un país cuya sabiduría es tan milenaria como futurista y que sirve de faro a todo aquel abierto a la evolución.
Si no alcanza una opinión, vayamos a los hechos. El ascenso de China como potencia mundial es uno de los fenómenos más destacados del siglo XXI, y que, sin lugar a dudas, está redefiniendo el panorama económico y geopolítico a nivel global. Por este motivo, considero que, a pesar de la supuesta lejanía de latitud con Argentina, sería imprudente dejar de prestar atención y comprender las capacidades, talentos e ideas con los que China logró este crecimiento exponencial, no sólo para admirarlos, sino para -al menos intentar- poner en práctica nuevas perspectivas que nos ayuden a salir de las crisis cíclicas argentinas que tan mareados nos tienen y finalmente avanzar hacia el progreso y desarrollo.
¿Por qué China merece nuestros respetos? En términos estratégicos, es deslumbrante el crecimiento económico que viene experimentado en los últimos años, incluso eliminando la pobreza extrema en un país con una densidad poblacional de más de 1.400 millones de habitantes, y logrando al mismo tiempo una imponente influencia y liderazgo político alrededor del mundo. Es destacable su vocación de trabajo 24/7, por lo que no es casual que, diplomáticamente hablando, China se caracterice por una política que defiende la soberanía nacional de forma pacífica y la no interferencia en los asuntos internos de otras naciones. Por el contrario, la "Nueva Ruta de la Seda" es una muestra de apostar al crecimiento fomentando la integración regional, que merece un párrafo aparte.
La One Belt, One Road Initiative o BRI (Belt and Road Initiative), conocida en castellano como "Nueva Ruta de la Seda", se trata de un mega proyecto internacional lanzado por el presidente Xi Jinping chino en 2013, que incluye planes de desarrollo e inversión en infraestructura que se extienden desde el este de Asia, hacia Europa, África y América Latina, para conectar -a través de ferrocarriles, carreteras y puertos marítimos- más de sesenta países, logrando una red de comercio global sin precedentes, fomentando la cooperación comercial, la integración financiera y el intercambio cultural entre los países adherentes. Sí, el sentido es integrar el mundo, no cerrarlo con nuevos muros.
Considerando que China se propone ser la primera potencia mundial para el 2049, se entiende que la razón de ser de estos proyectos no es coyuntural, sino estructural, y en esa mirada y planificación a largo plazo, está una de las claves para repensar el potencial de la Argentina, y en consecuencia empezar a trabajar para un modelo de país que trascienda el gobierno de turno para enfocarnos en forjar una nación sostenible.
Por último, me gustaría resaltar que el liderazgo oriental también se debe a su protagonismo en el desarrollo científico, tecnológico y académico. En este sentido, considero que el talento argentino es uno de los activos que requieren mayor inversión. Porque en definitiva la capacidad de gestión requiere de ciudadanos con visión de mundo, porque tal como inspira nuestra actividad, el Comex es mucho más que la apertura de mercados, es también apertura de ideas, experiencia, cultura y conocimiento. Y cuando se trata del intercambio con China la sabiduría que podemos capitalizar es ancestral.
Por todo esto, creo que, si fuéramos capaces de extender la mirada más allá de Estados Unidos, las posibilidades de desarrollar el potencial de Argentina admirando otras potencias son tan ilimitadas como lo es La Ruta de la Seda.